El enigma de los votos perdidos
LAS ELECCIONES parciales para cubrir los dos esca?os senatoriales vacantes en Asturias y Alicante suministran algunos interesantes indicios sobre los cambios producidos entre los votantes desde los comicios generales de junio de 1977. El dato que primero salta a la vista es la baja participaci¨®n electoral en las dos provincias. Ha faltado, claro est¨¢, ese clima de politizaci¨®n generalizada que s¨®lo una campa?a a escala nacional y unas lecciones para la renovaci¨®n completa del Parlamento pueden crear. El hecho de que los resultados de esta consulta en ning¨²n caso pod¨ªan variar el juego de mayor¨ªas y minor¨ªas en el Senado, y el papel subordinado que desempe?a la C¨¢mara alta en el actual proceso constituyente, han podido tambi¨¦n enfriar el entusiasnio de los votantes. Pero el porcentaje de abstenciones -el 52 % en Asturias frente a un 27 % en junio de 1977, y el 48 % en Alicante frente a un 16 % hace un a?o- ha sido demasiado elevado para que resulten suficientes las referencias a que tambi¨¦n en otras latitudes resulta frecuente la baja participaci¨®n en las elecciones parciales.Si se hiciera abstracci¨®n del abstencionismo, la conclusi¨®n m¨¢s importante ser¨ªa que la tendencia hacia el ?bipartidismo imperfecto?, de la que ser¨ªan beneficiarios UCD y PSOE, ha sido detenida. En t¨¦rminos porcentuales, el PCE ha realizado un avance notable en Alicante y un progreso espectacular en Asturias: del 9 % al 16 % sobre el total de votos emitidos en la primemprovincia, y del 10,5 % al 23 % en la segunda. La mejor¨ªa relativa de Alianza Popular ha sido menor (del 6 % al 10 % en Alicante, del 13,5 % al 15 % en Asturias). En cambio, el partido del Gobierno no ha conseguido desbancar a su rival en ninguna de las dos provincias, y ha perdido cuatro puntos en Alicante y casi ocho en Asturias, si bien ha logrado mantener las distancias porcentuales respecto a los socialistas, que tambi¨¦n han visto declinar su proporci¨®n en el total de los votos emitidos. En efecto, el PSOE, aunque ha hecho honor a los pron¨®sticos que le se?alaban como ganador de los dos esca?os, ha perdido casi cuatro puntos en Alicante y casi siete en Asturias, si se comparan sus resultados de anteayer con los obtenidos conjuntamente por el PSOE y el PSP en las elecciones generales. En los comicios dejunio, la victoria global de UCD estuvo muy por debajo de las expectativas triunfalistas de sus dirigentes. Ahora ha ocurrido lo mismo con el PSOE, que ha quedado inuy lejos de ese 40 % ¨® 45 % de sufragios al que aspiraban sus l¨ªderes.
La introducci¨®n del factor abstencionista permite apreciar los resultados bajo otra luz. Porque la ?desaparici¨®n? de 200.000 votantes en Asturias respecto a las elecciones de junio (373.000 frente a 572.000) y de otros 213.000 en Alicante (348.000 frente a 56 1.000) requiere un an¨¢lisis de la distribuci¨®n de esas abultadas abstenciones, as¨ª como un intento de ir m¨¢s all¨¢ de las interpretaciones generales y comparativas de ese fen¨®meno.
Vemos, as¨ª, que el PCE es el ¨²nico partido que ha mejorado, en t¨¦rminos absolutos y lo s¨®lo relativos, los resultados de junio. Ha obtenido 7.000 sufragios m¨¢s en Alicante (57.000 frente a 50.000) y 26.000 nuevos votos en Asturias (86.000 frente a 60.000). En cambio, el otro ganador en t¨¦rminos porcentuales, Alianza Popular, ha logrado el mismo n¨²mero de votos que en los comicios generales en Alicante y ha perdido 22.000 en Asturias. Tanto UCD como el PSOE han sufrido una tremenda sangr¨ªa en t¨¦rminos absolutos de sufragios emitidos. El partido del Gobierno ha perdido 90.000 votos en Asturias (87.000 frente a 177.000) y 87.000 en Alicante (108.000 frente a 197.000), y los socialistas, englobando los sufragios del PSOE y el PSP en el recuento de junio, 6 1.000 en, la primera de esas provincias (121.000 frente a 182.000) y 93.000 en la segunda (120.000 frente a 213.000).
Sin duda, habr¨¢ habido electores activos en junio de 1977 y mayo de 1978 que hayan cambiado el sentido de su voto. Ahora bien, los trasiegos de sufragios entre ucedistas y socialistas son imposibles de colegir, y el estancamiento o p¨¦rdida de votos reales de Alianza Popular impide tambi¨¦n conjeturar cu¨¢ntos antiguos clientes de UCD ha podido capturar el se?or Fraga. En cambio, es probable que buena parte de los 7.000 alicantinos y los 26.000 asturianos conquistados por los comunistas procedan del electorado socialista, al que el se?or Carrillo pidi¨® sus votos como forma de condenar a la direcci¨®n del PSOE, acusada de intentar ?robar? un esca?o al PCE. En cualquier caso, esta elecci¨®n parcial es un valioso apoyo a la. l¨ªnea de renovaci¨®n del PCE, oficializada en el IX Congreso, y a su pol¨ªtica general durante estos primeros once meses de vida democr¨¢tica. Cabe suponer, por lo dem¨¢s, que el voto comunista, m¨¢s comprometido e ideol¨®gico, es poco sensible a la merma del abstencionismo y que sus efectivos potenciales en Asturias y Alicante no deben estar muy alejados de los sufragios reales obtenidos anteayer. Aunque con menos seguridad, se puede conjeturar una parecida impermeabilidad al abstencionismo de Alianza Popular, tambi¨¦n fuertemente ideologizada. En tal caso, cabr¨ªa concluir que han sido los socialistas y los ucedistas los ¨²nicos partidos directamente afectados por la deserci¨®n de los votantes.
Lo cual plantea dos cuestiones conexas: la necesidad de averiguar las causas de ese abandono de la clientela y de formular una interrogante sobre el futuro. Las razones gen¨¦ricas por las que se suele justificar el abstencionismo en las elecciones parciales europeas explicar¨ªa la deserci¨®n de los ciudadanos menos politizados e ideologizados, que s¨®lo concurren a las urnas cuando el clima general les fuerza a ello. Ese factor, que sin duda ha operado, pero que resulta dificilmente cuantificar, tiene una especial relevancia para el PSOE; contra lo que sus militantes m¨¢s radicalizados puedan afirmar, los socialistas han perdido muchos menos sufragios hacia su izquierda -presumiblemente captados por el PCE- que por la decisi¨®n de buena parte de sus antiguos votantes de no acudir a las urnas. Y es de suponer que la gran mayor¨ªa de esos abstencionistas, instalados en sectores templados de la sociedad, no se han quedado en sus casas para protestar contra el prop¨®sito de Felipe Gonz¨¢lez de eliminar el t¨¦rmino ?marxismo? del programa del PSOE.
Pero esa explicaci¨®n gen¨¦rica, tomada del comportamiento electoral comparado, no es suficiente. Los porcentajes de abstenci¨®n son demasiado elevados, y los estados mayores de los partidos hicieron un enorme esfuerzo por caldear la atm¨®sfera durante la campa?a y por conferir una gran importancia a estas elecciones. Quiz¨¢, entonces, haya que pasar el tanto de culpa de ese excesivo abstencionismo precisamente a los partidos que m¨¢s han sufrido con esa deserci¨®n: al que ocupa el Gobierno y no ha logrado que parte de su antigua clientela apruebe su gesti¨®n, y al que aspira a sustituirlo y no ha conseguido que un sector de su electorado de junio se identifique con su forma de entender y realizar su pol¨ªtica de oposici¨®n. En tal caso, la responsabilidad de unos y otros ser¨ªa muy grande, porque el abstencionismo, como forma de expresar la desilusi¨®n de las capas medias ante el comportamiento de los partidos, es uno de los mayores peligros que encierra el futuro para las instituciones democr¨¢ticas.
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