"`Veo con optimismo el momento de Espa?a"
El pr¨®ximo martes se inaugurar¨¢ la exposici¨®n antol¨®gica de Josep Lluis Sert
Pregunta. ?Puede decirse que es ¨¦sta su presentaci¨®n oficial en la capital de Espa?a, tras la guerra civil?Respuesta. As¨ª es. La guerra civil me llev¨® al exilio, a Norteam¨¦rica, donde viv¨ª cerca de diez a?os en condici¨®n, pr¨¢cticamente, de ap¨¢trida, sin otro documento que un certificado notarial que avalaba mi identidad civil. En 1947 tuve que venir a Espa?a por un grave asunto familiar. La embajada espa?ola en Washington me facilit¨® un pasaporte en el que se me garantizaba el retomo a Estados Unidos. Apenas llegu¨¦ aqu¨ª, todo fueron dificultades. Se me desposey¨® de dicho pasaporte y me encontr¨¦ de nuevo sin documento alguno de identidad. Tan penoso y grotesco fue el caso que para trasladarme de Barcelona a Tarragona, a visitar a mi gran amigo Joan Mir¨®, necesit¨¦ un salvoconducto especial. Al fin, y tras no pocas dificultades, me dejaron retomar a Norteam¨¦rica.
P. ?Volvi¨® usted luego a viajar a Espa?a?
R. Conviene precisar, habiendo como ha habido toda una vida por medio. No sea que luego digan lo que alguien ha dicho de Mir¨®, a prop¨®sito de su admirable exposici¨®n antol¨®gica en el Museo de Arte Contempor¨¢neo de Madrid. Esta es, p¨¦sele a quien le pese, su primera exposici¨®n oficial en la capital de Espa?a. Si con anterioridad Mir¨® vino a Madrid, al acto inaugural de una muestra de grabados en homenaje a Joan Prats, su entra?able amigo, lo hizo como un homenajeante m¨¢s y de forma absolutamente privada, y si el hecho se repiti¨® alguna que otra vez, fue en esas mismas condiciones. Por lo que a m¨ª concierne, y tras aquel extra?o primer viaje, he venido a Espa?a cuando lo he juzgado oportuno, pero con pasaporte norteamericano, que me fue concedido a principio de los a?os cincuenta. En Espa?a se me priv¨® hasta del t¨ªtulo de arquitecto. Ahora me lo han restituido, merced a los aires democr¨¢ticos que empezamos a respirar.
P. ?Se agradecen esos renovados aires de democracia?
R. Parece ya un t¨®pico decirlo, pero es la verdad. Quien retorna a Espa?a, tras lo ocurrido, lo larga y tristemente ocurrido, se encuentra ante la realidad de un cambio tan profundo como imprevisible, que induce a una gran esperanza. Hay sobrados motivos de optimismo, pese a que los menos optimistas resulten ser, quiz¨¢, los m¨¢s j¨®venes.
P. Usted que, all¨¢ por los a?os veinte y treinta, fue un enfant terrible, impenitente propulsor de la vanguardia, ?c¨®mo ve a los actuales intentos vanguardistas? ?C¨®mo juzgar¨ªa, en suma, a la juventud?
R. Se trata de tiempos distintos y diferentes realidades. Nosotros fuimos unos afortunados primerizos, con la suerte de recibir directamente el empuje de la vanguardia y participar vivamente en sus afanes. Viv¨ªamos inmersos en el desarrollo inmediato del movimiento moderno y nuestro propio optimismo tal vez nos impidiera ver toda su complejidad. Disfrut¨¢bamos, por otra parte, de una libertad que la juventud espa?ola ha distado mucho de conocer a lo largo de estos ¨²ltimos cuarenta a?os. La juventud de hoy, para bien y para mal, es menos primeriza, o m¨¢s madura.
P. ?En qu¨¦ sentido es m¨¢s madura?
R. De una parte, la informaci¨®n que hoy se recibe es exhaustiva, agobiante, eminentemente teorizante y libresca. Nosotros trat¨¢bamos a los grandes protagonistas cuando eran m¨¢s atrevidos que famosos. Garc¨ªa Mercadel, por ejemplo, nos trajo a Espa?a a un Le Corbusier de carne y hueso, y yo trabaj¨¦ a su lado, antes incluso de concluir mi carrera. Hoy Le Corbusier, para la juventud, es un personaje de libro, mitificado o criticado, pero convertido en f¨®rmula te¨®rica. Por otro lado, muchas de las profec¨ªas que en nuestro tiempo se anunciaban han quedado sin efectivo cumplimiento. El propio Le Corbusier era un gran optimista que so?aba en un cambio radical que luego no se produjo.
P. ?Es la actual juventud m¨¢s consciente de la complejidad de los hechos?
R. Tal vez, m¨¢s esc¨¦ptica; otro signo, todo lo negativo que se quiera, de madurez. Todo se le plantea hoy en forma de problema, palabra, ¨¦sta, que, por gastada y manida, deber¨ªa desaparecer del diccionario.
P. ?Merecen otros vocablos an¨¢logos destino?
R. S¨ª, unos cuantos m¨¢s, dentro y fuera del campo de la arquitectura. T¨¦rminos tales como tema, tem¨¢tica, entorno, planificaci¨®n, asentamientos humanos, habital, ecolog¨ªa..., cada vez, y por su uso y abuso, significan menos.
P. ?No es el ecol¨®gico uno de los temas m¨¢s preocupantes de nuestra sociedad y de nuestro tiempo?
R. Ah¨ª est¨¢ lo grave. Se ha convertido, como usted dice, en tema lo que ha sido realidad fehaciente de todo tiempo. Nosotros en Catalu?a, all¨¢., por los a?os veinte (en las lejanas experiencias del grupo GATPAC), nos preocupamos por el buen acuerdo entre la naturaleza y la morada del hombre, en su alcance m¨¢s popular. Fruto de tales trabajos fueron las cooperativas del tipo de aquella que se titul¨® Ciudad de reposo y vacaciones y mereci¨®, por decreto, el apoyo del presidente Companys. Algo muy semejante ocurri¨® en Madrid, a instancias de Indalecio Prieto.
P. Por aquel tiempo la relaci¨®n entre los grupos catalanes y los del resto de Espa?a, en el centro y el norte, especialmente, fue estrecha, paralela y convergente, y harto en riquecedora. ?Resulta hoy viable una experiencia afin?
R. Si entonces fue posible, ?por qu¨¦ no ha de serlo ahora, al amparo de los nuevos aires democr¨¢ticos y con un car¨¢cter incluso internacional?
P. Esp¨ªritu internacional, usted ha conocido en su c¨¢tedra de Harvard, a lo largo de veinte a?os, unas cuantas promociones de j¨®venes arquitectos de las m¨¢s diversas etnias y nacionalidades. ?Cree que surgen con la conciencia com¨²n en favor de una labor colectiva?
R. Tal vez ese sea el aspecto m¨¢s positivo de la actual juventud: un capacidad de trabajo en com¨²n y una com¨²n capacidad de abrirse al mundo, con ¨¢nimo de transformarlo, en la medida, claro, de lo posible. Y es esa creencia la que ha hecho que la carrera de arquitectura, minoritaria y clasista en otro tiempo, concite hoy a multitud de j¨®venes. a probar con su ejercicio la posibilidad de un cambio social y mundial. Cuando he dado la vuelta al mundo he encontrado a alumnos m¨ªos en los lugares m¨¢s insospechados. Hab¨ªan acudido all¨ª a conocer y se han quedado all¨ª a trabajar, a poner su granito de arena en pro de una causa com¨²n.
P. Uno de esos alumnos suyos Francisco Fern¨¢ndez Longoria urbanista hoy en Espa?a, me ha dicho que lo que m¨¢s le impresion¨® de usted, en los tiempos de Harvard, fue su capacidad de conmover. ?Est¨¢ en lo cierto?
R. Tomado literalmente el t¨¦rmino, algo hay de verdad en lo que tan generosamente dice de m¨ª Longoria. Mi c¨¢tedra, variopinta Torre de Babel, ¨¦tnica y ling¨¹¨ªstica, me ha obligado a aglutinar diversidades, preocup¨¢ndome siempre de conmover (esto es, de poner en com¨²n movimiento) a unos otros.
P. Ha sido usted, en su c¨¢tedra de Harvard, uno de los pioneros del dise?o urbano. ?Cabe concebirlo como v¨ªnculo eventual entre la arquitectura y la planificaci¨®n de la ciudad?
R. La planificaci¨®n es un fen¨®meno dimanado del poder, a merced de la pol¨ªtica, de la econom¨ªa, de la estad¨ªstica. Algo carente de imagen, de cara. Es la arquitectura la que crea im¨¢genes. En tal sentido, y por ser a¨²n arquitectura, bien pudiera el dise?o urbano significar un puente entre extremos tan enconados.
P. Las ciudades espa?olas han perdido su imagen o su imaginabilidad y se est¨¢n convirtiendo en macr¨®polis (valga el mal ejemplo de Madrid) iguales a otras de cualquier otro conf¨ªn masificado de Occidente. ?De qu¨¦ modo se puede conformar hoy la ciudad de suerte que mantenga su imagen, en vez de verla suplida por una arquitectura a gran escala?
R. Respetando lo existente y ordenando lo nuevo con una escala razonable y un dise?o coherente, y, sobre todo, desterrando a los llamados promotores (desterr¨¢ndoles del diccionario y, si fuera posible, de la ciudad).
P. Dado el actual proceso de recesi¨®n econ¨®mica, ?comparte usted la tesis de que resulta m¨¢s razonable, y m¨¢s barato, aprovechar las ciudades tal como est¨¢n, en lugar de construir otras nuevas?
R. Creo que el ejemplo de la ciudad de Bolonia es harto ilustrativo de c¨®mo lo nuevo y lo viejo pueden coexistir, de acuerdo con lo que antes apunt¨¦.
P. ?Le satisface el grado de restituci¨®n y reconocimiento que para usted y para su obra supone, tras tantos a?os de obligada ausencia, la exposici¨®n antol¨®gica que, pr¨®ximo martes, abrir¨¢ sus puertas en el Museo de Arte Contempor¨¢neo?
R. Estoy muy contento, sobre todo, de volver a compartir con Joan Mir¨® y Josep Renau un espacio com¨²n, an¨¢logo, en no pocos aspectos, al del pabell¨®n espa?ol en la Exposici¨®n Internacional de Par¨ªs, de 1937, en cuyo ¨¢mbito vio su primera luz el Guernica, de Picasso.
Babelia
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