Los ojos fr¨ªos
En el ¨²ltimo festival de San Sebasti¨¢n present¨® Francia el filme La Question, de Laurent Heynemann, realizado sobre el libro que con el mismo t¨ªtulo relataba las experiencias de su autor encarcelado en Argel por las tropas de ocupaci¨®n francesas. Henri Alleg dec¨ªa a sus torturadores: ?Siempre se sabe todo?, record¨¢ndonos que en nuestro nombre, algunos hombres han torturado a otros. Se trataba, pues, de un alegato directo, sincero y sobre todo humano, en el que se acusaba de permitir tales violencias a las actuales democracias, por encima de comit¨¦s y recomendaciones.Este a?o le corresponde a Espa?a competir en un festival franc¨¦s con un filme propio sobre el mismo tema. Y es curioso que en esta ocasi¨®n los papeles aparezcan cambiados seg¨²n los esquemas tradicionales, pues si La Questi¨®n era un filme directo, una ?victoria sobre la tortura ?, tal como algunos le juzgaron, perseguido en lo posible por el Estado franc¨¦s, Los ojos vendados es un relato m¨¢s fr¨ªo, intelectual, en el que el proceso de destrucci¨®n del ser humano a trav¨¦s del miedo, la humillaci¨®n o la derrota nos viene referido fundamentalmente a Hispanoam¨¦rica en vaga complicidad con la escena o el sue?o y evidentes acontecimientos nuestros.
Los ojos vendados
Gui¨®n y direcci¨®n: Carlos Saura. Fotograf¨ªa: Teo Escamilla.Int¨¦rpretes: Geraldine Chaplin, Jos¨¦ Luis G¨®mez, Lola Cardona. Dram¨¢tico. Espa?a, 1978. Locales de estreno: Palace y Pe?alver
En el filme franc¨¦s el amor apuntaba muy discretamente, llenando leves pausas dram¨¢ticas, formando parte de la trama como un elemento m¨¢s, a un tiempo decisivo y marginal. En el filme espa?ol, en cambio, sirve de p¨®rtico y contrapunto hasta desembocar en un final yuxtapuesto. Amor y tortura, riesgo y pasi¨®n, caminan paralelos sin llegar a tocarse salvo en momentos determinados y concretos. Poco sabemos de los verdugos que adivinamos a trav¨¦s de sus mensajes. No se acaba de explicar bien el proceso que lleva al director teatral hasta el simposio sobre la tortura, ni se entiende del todo la pasi¨®n de la mujer a pesar de las continuas referencias al trabajo en com¨²n a lo largo de los cursos dram¨¢ticos en que ella toma parte por llenar de alg¨²n modo sus vac¨ªas horas burguesas. Todos estos procesos un tanto abstractos, esta especial lejan¨ªa entre los que sufren y los que dicen que sufren, entre los perseguidos y los que interpretan, es quiz¨¢ lo que da esa cierta asencia al filme, historia imaginada m¨¢s que vivida, incluso en el amor de la pareja.
El cine espa?ol, m¨¢s escaso de medios que de ideas, se mueve en un espacio limitado por diversos condicionamientos a los que debe adecuarse y que incluyen desde el presupuesto general a los actores. Ello y cierto recelo a medir sus fuerzas en empe?os exteriores le lleva a menudo a realizar sus filmes dentro de unos esquemas que suelen repetirse hasta alcanzar un cierto menierismo. En el actual laberinto del cine espa?ol resulta m¨¢s importante hoy lo que no se espera de cada autor que aquello ya sabido de antemano.
Realizada con la exacta proporci¨®n que su autor acostumbra, Los ojos vendados es un juego exacto, bien montado y seguro, con la belleza solemne de un paisaje que sabe manejar tan dram¨¢ticamente cada vez que aparece de su mano en la pantalla. Jos¨¦ Luis G¨®mez, sobre quien pesa gran parte de la historia, cada vez se parece m¨¢s a s¨ª mismo. Su naturalidad nace en ¨¦l y en ¨¦l mismo se consume. Geraldine Chaplin, mejor, como acostumbra, en los momentos ¨ªntimos que en los tr¨¢gicos. La fotograf¨ªa de Teo Escamilla, excelente siempre.
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