"Las pol¨ªticas de ajustes no pueden olvidar nuestro horizonte a medio plazo"
Pregunta. ?C¨®mo ve la OCDE las perspectivas de la econom¨ªa internacional a medio plazo?Respuesta. La OCDE est¨¢ preocupada por la situaci¨®n econ¨®mica y por las perspectivas que se manifiestan actualmente, que no hacen pensable un cambio espont¨¢neo de tendencias. Por ello est¨¢ cada vez m¨¢s interesada en analizar el ¨¢mbito del medio plazo, explorando escenarios m¨¢s all¨¢ del horizonte habitual de un a?o.
La preocupaci¨®n fundamental estriba en la necesaria recuperaci¨®n de la senda de crecimiento econ¨®mico. Despu¨¦s del ajuste operado en las grandes econom¨ªas de la OCDE, a ra¨ªz de la crisis del petr¨®leo, se admit¨ªa que habr¨ªa una recuperaci¨®n de las tasas de crecimiento hasta cotas pr¨®ximas a las de antes de 1973. De acuerdo con esto, la crisis del petr¨®leo habr¨ªa producido un escal¨®n hacia abajo en t¨¦rminos del PIB, pero no modificar¨ªa la tendencia una vez corregido el desequilibrio. Tras los bajos crecimientos del 74 y 75, 1976 fue un a?o de esperanza (los cuatro grandes pa¨ªses de Europa occidental crecieron al 4,7%) y se supon¨ªa que las mejoras en el frente de la inflaci¨®n permitir¨ªan en los a?os posteriores aumentar esta tasa. La realidad ha sido muy distinta. La inflaci¨®n sigue remitiendo y los crecimientos de 1977, en esos mismos pa¨ªses; han sido muy bajos (alrededor del 2,2%). Las perspectivas de 1978 son similares y nada permite asegurar un cambio en esta situaci¨®n. Todo ello sigue produciendo actitudes pesimistas en cuanto al crecimiento y, como consecuencia, en la inversi¨®n y en el empleo. En este ¨²ltimo punto la situaci¨®n es especialmente grave en toda el ¨¢rea de la OCDE.
Las posibilidades de una acci¨®n voluntarista para modificar este cuadro pasan, de acuerdo con las estimaciones de la OCDE, por un esfuerzo concertado de todas las econom¨ªas del ¨¢rea, pero poniendo el ¨¦nfasis en aquellos pa¨ªses sin desequilibrios (con baja inflaci¨®n y sin problemas de balanza de pagos). En la cumbre de julio en Bonn, los Gobiernos de las siete grandes econom¨ªas de la OCDE decidir¨¢n si est¨¢n dispuestos o no a este es fuerzo coordinado. En este sentido, la teor¨ªa de las locomotoras (fundamentalmente Alemania y Jap¨®n, arrastrando a los dem¨¢s pa¨ªses), se sustituye por la teor¨ªa del convoy, en donde, junto a los dos anteriores, apoyan el relanzamiento tambi¨¦n otros pa¨ªses como los del Benelux, Suiza y, en menor medida, Francia e Italia.
Bajo estas condiciones podr¨ªa aumentarse hasta algo m¨¢s del 4% la tasa de crecimiento del conjunto de los pa¨ªses de la OCDE sin deteriorar sensiblemente sus balanzas de pagos.
P. ?Qu¨¦ opini¨®n merece a la OCDE las perspectivas de la econom¨ªa espa?ola a: medio plazo?
R. En un contexto internacional como el anterior, de mayor solidaridad entre los diferentes pa¨ªses, la OCDE considera que la econom¨ªa espa?ola tiene un importante potencial de crecimiento, a una tasa media que se estima en el 5,5% hasta 1985. El crecimiento de empleo podr¨ªa ser cercano al 1,5%, lo que significar¨ªa en el horizonte 1985 una importante absorci¨®n del desempleo, que, seg¨²n nuestras previsiones, se colocar¨ªa alrededor del 3,5 % de la poblaci¨®n activa.
En estas hip¨®tesis el impacto que se producir¨ªa en t¨¦rminos de balanza de pagos por cuenta corriente es relativamente moderado, siendo en 1985 el d¨¦ficit inferior al de 1977 en t¨¦rminos porcentuales respecto, del PIB. Espa?a es el ¨²nico pa¨ªs del ¨¢rea de los menos industrializados de la OCDE, en donde la restricci¨®n al crecimiento a trav¨¦s de la balanza se aten¨²a en los pr¨®ximos a?os de forma sensible.
P. ?Qu¨¦ papel debe jugar el medio plazo en la econom¨ªa espa?ola?
R. El objetivo de crecimiento que la OCDE estima alcanzable a medio plazo por nuestro pa¨ªs ha de ponerse en marcha a medida que se reducen los desequilibrios de nuestra econom¨ªa. Las pol¨ªticas de ajuste, indispensables, si se quiere que el futuro crecimiento sea sano y, a la larga, viable, no pueden olvidar nuestro horizonte a medio plazo, ni los problemas m¨¢s acuciantes, en particular el del empleo.
Para hacer todo esto hay que ir a tasas de crecimiento elevadas para el PIB, hay que reasignar recursos ,desde el consumo a la inversi¨®n y a la exportaci¨®n y hay que hacer que las nuevas inversiones generen empleo m¨¢s intensamente que en los a?os pasados. No se olvide que los crecimientos del producto indudablemente altos de los a?os sesenta fueron escasamente creadores de empleo, absorbi¨¦ndose s¨®lo mediante emigraci¨®n a la Europa industrial el gap entre poblaci¨®n activa y puestos de trabajo. La Espa?a del ?milagro? produjo ciertamente prosperidad, pero no produjo empleo al ritmo necesario para dar trabajo a las nuevas generaciones. La tendencia hist¨®rica en aquel per¨ªodo fue un crecimiento del empleo de alrededor del 0,8% anual, frente a un aumento del PIB cercano al 7%.
El futuro crecimiento de la econom¨ªa tiene que hacerse bajo supuestos radicalmente distintos. El desempleo es hoy cercano al 7% de la poblaci¨®n activa y cada, a?o alrededor de 180.000 nuevas personas se incorporan en t¨¦rminos netos a la oferta de trabajo.
El esquema de crecimiento tendr¨ªa que basarse en un crecimiento moderado del consumo y, por tanto, de las rentas, junto con una fuerte expansi¨®n por v¨ªa de inversiones -generadoras de empleo y de exportaciones- para impedir que los desequilibrios del sector exterior frenen el crecimiento econ¨®mico. El sector p¨²blico tendr¨ªa un papel importante en la formaci¨®n de capital, particularmente en la creaci¨®n del equipamiento colectivo (educaci¨®n, servicios urbanos), que la sociedad espa?ola demanda cada vez con mayor urgencia. Estas actuaciones p¨²blicas tendr¨ªan un impacto muy positivo en el empleo y cubrir¨ªan los evidentes d¨¦ficit actuales, de servicios p¨²blicos. El trasvase gradual de desempleados a la poblaci¨®n ocupada contribuir¨ªa a mantener una tasa razonable de aumento de la demanda de consumo, junto con el crecimiento de las rentas que, en este esquema, tendr¨ªa que ser moderado si se quiere generar empleo.
Para crear inversi¨®n y que ¨¦sta sea generadora de empleo hay que crear, por tanto, unas condiciones distintas de crecimiento. Hay que producir una relaci¨®n distinta de precios de factores. En buena parte, el crecimiento de los a?os sesenta se hizo subsidiando al capital y gravando al factor trabajo. Los incrementos salariales por encima de los incrementos de productividad han creado una transferencia muy fuerte de, margen de las empresas a rentas salariales, y ello trae consigo una ca¨ªda de las inversiones de las empresas y una reorientaci¨®n de ¨¦stas encaminada a sustituir trabajo. El resultado final de todo ello es que los incrementos de salarios mejoran el nivel de la poblaci¨®n ya ocupada y crean al tiempo una barrera cada vez m¨¢s alta a la entrada de nuevos activos en el empleo.
Adem¨¢s de generar m¨¢s empleo las nuevas inversiones y, en general, toda la actividad econ¨®mica, tendr¨¢n que utilizar menos energ¨ªa por unidad de producto. La era de la energ¨ªa barata se termin¨® en 1973. Para la mayor parte de las materias primas no energ¨¦ticas estamos ante una situaci¨®n parecida.
Es tambi¨¦n preciso el empleo de una tecnolog¨ªa que responda mejor a la escasez relativa de factores de nuestra econom¨ªa. Nuestro crecimiento pasado se apoy¨® en gran medida en procesos comprados a pa¨ªses de un nivel industrial y t¨¦cnico muy superior y no en la tecnolog¨ªa generada internamente, m¨¢s adecuada a nuestras condiciones. Los efectos de todo ello en la baja creaci¨®n de empleo han sido indudables. La promoci¨®n de tecnolog¨ªa propia y la adaptaci¨®n de la adquirida es, por tanto, una condici¨®n importante de nuestro futuro esquema de crecimiento.
Es necesario contar con una fiscalidad que no penalice la reinversi¨®n de beneficios ni el ahorro, que contribuya a capitalizar las empresas y que sea generosa en t¨¦rminos de amortizaciones, aunque sea por la via de gravar m¨¢s fuertemente los beneficios repartidos y el gasto.
Finalmente, para conseguir un aumento sensible de formaci¨®n de capital, se precisar¨¢ contar con una financiaci¨®n m¨¢s abundante a medio y largo plazo, que llegue, adem¨¢s, al mayor n¨²mero de empresas, y no s¨®lo a las m¨¢s grandes. Sin esta condici¨®n no es sensato suponer que se van a realizar nuevas inversiones.
El papel de las empresas p¨²blicas en la formaci¨®n de capital tiene que pensarse como uno de los instrumentos clave en una pol¨ªtica econ¨®mica de medio plazo, que devuelva a nuestra econom¨ªa a una senda fuerte de crecimiento. Las prioridades de generaci¨®n de empleo, conservaci¨®n de energ¨ªa, exportaci¨®n, promoci¨®n de tecnolog¨ªa, tienen que estar presentes en las inversiones p¨²blicas. Mal puede el Estado predicar estos principios a la sociedad si no es capaz de aplicarlos en su propia casa.
La reasignaci¨®n de recursos tiene tambi¨¦n una vertiente necesariamente sectorial. En temas sectoriales hay que trabajar a un nivel muy grande de desagregaci¨®n, si no se quiere caer en simplificaciones peligrosas pretendiendo aplicar la misma medicina a enfermos en muy distintas circunstancias. Las crisis que atraviesan algunas actividades son consecuencia no s¨®lo del deterioro general de la econom¨ªa, sino tambi¨¦n de la p¨¦rdida a veces irreversible de ventajas comparativas frente a otros pa¨ªses. Las reestructuraciones industriales, hoy necesarias, no pueden olvidar este hecho. En caso contrario, se estar¨¢n subvencionando indefinidamente estructuras productivas sin futuro, o empresas mal gestionadas, gastando, en ello recursos que estamos detrayendo a actividades con potencial de crecimiento. Por esto, las ayudas concedidas a los sectores en dificultades tienen que partir de compromisos ineludibles de reconversi¨®n por parte de ¨¦stos, llegando cuando sea preciso a suprimir actividades sin posibilidades de futuro y concentr¨¢ndose en tal caso las ayudas en las personas afectadas, buscando su reintegraci¨®n en sectores con mayor potencial. Hay que ayudar (y subvencionar si hace falta) a las personas, no a las piedras.
Todos estos puntos: crecimiento, inversi¨®n, generaci¨®n de empleo, proceso de reasignaci¨®n de recursos, constituyen los grandes temas cara al futuro. Su an¨¢lisis no puede hacerse a espaldas de la sociedad, hay que abrir el debate entre las fuerzas sociales con una perspectiva de medio plazo para que ¨¦stas definan los objetivos, establezcan las opciones que se presentan y tracen las grandes l¨ªneas de acci¨®n que van a configurar a la econom¨ªa y a la sociedad espa?ola en los pr¨®ximos a?os.
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