"A¨²n funcionan los campos de tortura en Uruguay"
Carlos Chassale naci¨® en Montevideo hace 32 a?os. Maestro y miembro del Partido Comunista urugayo, fue detenido en la puerta de la escuela nacional donde daba clases a un centenar de ni?os de la periferia de Montevideo, el 7 de noviembre de 1975. Sus secuestradores, fuertemente armados, viajaban a bordo de un autom¨®vil normal, sin placas de matr¨ªcula. Se negaron a identificarse, pero le advirtieron que se considerase un prisionero de guerra, ?porque estamos en guerra?, aseguraron. Apenas conoc¨ªan de ¨¦l otra cosa que era maestro y sospechoso de simpatizar con el PC. Sin embargo, conoc¨ªan perfectamente que padec¨ªa una enfermedad incurable, el mal de Hodkin, un c¨¢ncer irreversible de cariz linf¨¢tico que, en una etapa relativamente corta, acabar¨¢ irremediablemente con su vida.
Siete meses con los ojos vendados
Me hab¨ªan vendado fuertemente los ojos con una tela muy basta, que no me quitaron ya hasta siete meses despu¨¦s. Con un alambre me la ajustaron a la nuca. Con el tiempo me acostumbr¨¦ a ver algo por los peque?os huecos que quedaban junto al lomo de la nariz.Llegamos a una estancia despu¨¦s de dar muchas vueltas en aquel coche. Ten¨ªa como unas puertas corredizas muy amplias. Posteriormente, pudimos averiguar que pertenec¨ªa al XIII Batall¨®n de Infanter¨ªa Blindada y que se encontraba situada en el denominado Camino de las Instrucciones, en las afueras de Montevideo. Sin embargo a este paraje se le conoc¨ªa ya como El Infierno.
Chassale ha logrado reconstruir este lugar utilizado desde hace a?os por el mando militar uruguayo para extraer informaci¨®n de los detenidos pol¨ªticos mediante la tortura. Permanentemente en su interior se alojaba a m¨¢s de trescientas personas, de ambos sexos, maniatadas y vendadas igualmente custodiadas por soldados de paisano, con armas largas, vestidos con pantalones vaqueros y calzados con zapatillas deportivas para no ser sorprendidos o escuchados por los prisioneros, que permanec¨ªan sentados, con la cabeza erguida y sin poder moverse durante todos aquellos momentos del d¨ªa en los que no eran torturados por oficiales del Ej¨¦rcito, tambi¨¦n de paisano, instalados en las diez c¨¢maras de tortura situadas en una pieza superior.
-Acostumbraban a cambiar la voz cuando nos interrogaban. Constantemente y para evitar que los alaridos de los torturados se escucharan afuera, conectaban varios tocadiscos y un receptor de radio, que cerraban cuando daban las horas. Desconoc¨ªamos absolutamente si era de d¨ªa o de noche y la fecha en que viv¨ªamos, ya que las torturas eran permanentes, a todas horas. Apenas dejaban dormir.
Carlos Chassale es un testigo ¨²nico del campo de tortura de El Infierno, ya que resultaba realmente dif¨ªcil sobrevivir a las terribles pr¨¢cticas a las que se somet¨ªa a los detenidos.
-En las diez c¨¢maras exist¨ªan distintos aparatos, desde poleas colgadas del techo, en las cuales suspend¨ªan al torturado por los brazos, piernas y cabellos, mientras fustigaban a los colgados con sa?a, hasta el horrendo caballete, consistente en cuatro patas y, una barra sobre la cual todo el cuerpo descansaba encima de los test¨ªculos o la vagina del torturado. Hab¨ªa, asimismo -prosigue Chassale- bidones llenos de agua o de residuos fecales con un reborde de goma para evitar los cortes y las cicatrices posteriores. A este martirio -a?ade- le llam¨¢bamos el submarino, y consist¨ªa en que los torturadores te sumerg¨ªan la cabeza en el l¨ªquido hasta que denunciases a tus compa?eros. Exist¨ªa adem¨¢s, una variante, el submarino seco, una bolsa de pl¨¢stico con la cual te ahogaban. As¨ª asesinaron a la profesora Nivia Zabalzagaray, adscrita a la Juventud Comunista, de veinticuatro a?os, que daba clases de literatura en Montevideo, a?ade nuestro entrevistado. Con frecuencia utilizaban palizas monstruosas -contin¨²a-, ya que casi todos los oficiales sab¨ªan k¨¢rate, pero lo m¨¢s frecuente era la denominada picana el¨¦ctrica, que daba fuertes corrientes el¨¦ctricas donde se aplicaba. Les gustaba aplicarla sobre zonas delicadas del cuerpo, como los pezones, los test¨ªculos incluso las caries dentales. En ocasiones vert¨ªan inicialmente agua sobre el lugar de aplicaci¨®n, para que la descarga el¨¦ctrica fuera m¨¢s dolorosa.
Adem¨¢s de la terrible tensi¨®n diaria, los detenidos sufr¨ªan vejaciones. En varias ocasiones, algunas de las mujeres all¨ª presas fueron violadas por perros doverman pertenecientes a los vigilantes y se daban casos muy frecuentes -a veces mortales- de desnutrici¨®n y deshidrataci¨®n.
-Casi todos sufriamos alucinaciones relacionadas con la sed -dice Carlos Chassale, que estuvo varias semanas tratando de convencer a un compa?ro que no se encontraban a la orilla del mar. La comida -prosigue- consist¨ªa en un caldo con un pegote de grasa y la comiamos con las manos atadas siempre. Nos abras¨¢bamos diariamente porque nos pon¨ªan la sopa sobre platos de hoja de lata a elevada temperatura.
Todas las funciones fisiol¨®gicas las realizaban sobre su cuerpo y su olor resultaba nauseabundo. Chassale desconoce cu¨¢ntos de sus companeros murieron durante su estancia en El Infierno, que abandon¨® en el mes de enero de 1976 para pasar, todav¨ªa con los ojos vendados y las manos atadas, siete meses m¨¢s en otro campo de tortura desde el cual fue vuelto a remitir a El Infierno durante tres veces m¨¢s. Ahora se trataba del cuartel perteneciente al V Regimiento de Artiller¨ªa, en la calle de Burgues y Silva, de Montevideo, del cual sali¨® en estado preag¨®nico en julio de aquel a?o para que fuese a morir a su casa.
-Con la ayuda de unos compa?eros me asil¨¦ en la embajada mexicana y desde all¨ª, gracias al excelente comportamiento del embajador, se?or Mu?iz, sal¨ª en un avi¨®n al extranjero. Previamente, peso a peso, en el barrio donde daba clases se recaudaron 500.000 pesos para pagar la fianza de un moribundo.
El maestro comunista concluye su relato. Nos dice: ?Si sobreviv¨ª, como han sobrevivido muchos -como sobreviven hoy a¨²n en El Infierno- es porque pele¨¦ con todas mis fuerzas. No tengo ansias de venganza personal y quiero volver a Uruguay cuando derroquemos -dice Chassale- la dictadura fascista, mediante las movilizaciones populares de masas, de todos los antifascistas uruguayos que, a diario, luchan en Uruguay y en el extranjero denodadamente y con ¨¦xito contra la c¨²pula militar, cada vez rn¨¢s aislada dentro y fuera del pa¨ªs.
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