Infome sobre gatos
Hace tiempo que no les tengo a ustedes al corriente de la vida de mis gatos. Mis gatos me los dio un cura el a?o pasado y he visto evolucionar en ellos, d¨ªa a d¨ªa, la hermosa transformaci¨®n que va de la filialidad al incesto. Eran hermanos y luego fueron amantes. Ahora son padres. Qu¨¦ jaleo para Taranc¨®n.Pienso que ese salto cualitativo de la filialidad al incesto es una cosa que explica muchas otras, a nivel de antropolog¨ªa, y como no cabe duda de que la Humanidad ha pasado por ese mismo trance y ha dado ese mismo salto, de ah¨ª que yo encuentre bella a mi sobrina, que tiene quince a?os, como Voltaire encontraba bella a la suya, hasta amanceb¨¢rsela y llevarla a misa, cosa que record¨¦ en un art¨ªculo y, pese a lo obvia, me vali¨® la prolija y elocuente respuesta de un lector o lectora m¨ªos (que no de Voltaire, evidentemente):
-Cerdo.
Ram¨®n G¨®mez de la Serna, o sea mi gato, y la Rojilla, o sea la gata (se llama as¨ª por sus bellas manchas naranja del lomo, sin ninguna connotaci¨®n eurocomunista, y lo siento por los chicos de Mundo Obrero, que el otro d¨ªa me hicieron una rueda de prensa), han vivido felices como ni?os, como hermanos, en el para¨ªso terrenal de la terraza, hasta que decidieron flecharse hacia las carboneras fosforescentes de la gatidad, para all¨ª procrear.
Y procrearon. Pero he aqu¨ª que, desde hace tiempo, les ronda, por traseras y garajes, como un tercer hombre del inevitable tri¨¢ngulo, un gato pentagonal, huidizo, con piel de rata, que tiene todo el aspecto de experiencia paralela, pre o postmatrimonial, y una cosa de detective del amor, como de gato con gabardina. Yo estaba edificado espiritualmente por el ejemplo de mis gatos, por su fidelidad, por c¨®mo hab¨ªan pasado sin transici¨®n, trauma ni ruptura -sin ni siquiera psicoanalista o confesor- de la fidelidad a la lubricidad y la paternidad. Empezaba yo a creer ya, a estas alturas, en la familia natural, y me le¨ªa todas las cartas contra el divorcio que publican los lectores de Abc, peri¨®dico que, por cierto, se est¨¢ portando con mis ¨²ltimos libros con ferviente elegancia (gracias, Blanca Beras¨¢tegui, amor, por esa ¨²ltima y c¨¢lida nota).
Pero los gatos, como Mar¨ªa Asquerino y Jorge Fiestas, viven de noche, y no s¨¦ qu¨¦ ha pasado en una de estas noches de primavera sin sue?o, que Ram¨®n G¨®mez de la Serna se ha ido a vagar por los senderos del vanguardismo de entreguerras, como su padrino literario, y la Rojilla aparece ya desvergonzadamente amancebada con el gato gatuno y chotuno, con el feo gato engabardinado, sin maullar para nada por Ram¨®n, que antes le lam¨ªa el sol sobre la fina piel, durante horas.
Cojo a la Rojilla y la recluyo. Por el d¨ªa se deja querer, duerme, lee los art¨ªculos a la m¨¢quina, seg¨²n los voy escribiendo, y come con una exquisitez de ni?a bien de Fuerza Nueva que nunca ha perdido. Pero llega la noche y esto es una locura de tejados, maullidos (yo dir¨ªa aullidos), llamadas, urgencias y rel¨¢mpagos. El gato raro, el del menage a trois, anda por ah¨ª, golfo de chimeneas. Ahora hay una pel¨ªcula sobre Lou-Andreas Salorn¨¦, que fue amante de Freud, de Nietzsche, de Rilke, de toda la belle ¨¦poque. Liliana Cavani ha simplificado el tema, pero a una elegante dama lo ha o¨ªdo simplificarlo a¨²n m¨¢s:
-S¨ª, creo que es una cosa de un tri¨¢ngulo.
Tosco reduccionismo, meter aquella constelaci¨®n de genios en un tri¨¢ngulo. En todo caso, la vida de Lou-Andreas fue un poliedro. Como va camino de serlo la de mi gata. Desde comerse a sus hijos a amancebarse con sus hermanos, yo creo que la vida de los gatos es mucho m¨¢s grandiosa que la de los dioses griegos. Desde el Alto Egipto a Baudelaire, se ha adorado al gato. Juana Duval, que era una arp¨ªa sin arpa, echaba el gato a la calle y le met¨ªa en casa odiosos perros, al pobre Charles. Mientras escribo este informe sobre gatos, la Rojilla duerme y palpita a mi lado. Abajo la espera un amante esp¨²reo. Mi fe en la familia natural, en Taranc¨®n, en el matrimonio hasta que el c¨¢ncer nos separe y en el cura que me dio los gatos se ha venido abajo. Vuelvo a mis autores disolutos y pienso que la ley del divorcio es una cosa que est¨¢ bien tra¨ªda. El esp¨ªritu de la colmena es hexagonal, pero el resto de las especies funcionamos por tri¨¢ngulos. Como bien simplific¨® mi amiga la vida de Nietzsche.
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