Productividad y precios
Jefe del Departamento T¨¦cnico-Econ¨®mico de UNESAProbablemente, uno de los ternas m¨¢s controvertidos en econom¨ªa de la empresa sea precisamente el del concepto de productividad y su medida. En relaci¨®n con este tema se admite ya un¨¢nimemente que los ¨ªndices que toman aspectos parciales para juzgar sobre la productividad de una empresa tienen el Inconveniente, a veces grave, de olvidar las dem¨¢s interrelaciones y dar en consecuencia una visi¨®n asimismo parcial, no representativa del conjunto de la empresa y su actuaci¨®n. Las dificultades y posibles errores son, sin duda, mucho mayores cuando, adem¨¢s, se utilizan para establecer comparaciones.
Por ello, los estudios de productividad han avanzado en la l¨ªnea de considerar la productividad de los factores de la producci¨®n dentro del contexto de ?productividad global de la empresa?. Probablemente Francia y EE UU hayan sido pioneros en este campo, tanto a nivel te¨®rico como de aplicaci¨®n. Concretamente, en lo que respecta al sector el¨¦ctrico, en el seno de la Uni¨®n Internacional de Productores y Distribuidores de Electricidad (Unipede) un grupo de expertos de diversos pa¨ªses trabaj¨® durante varios a?os para la aplicaci¨®n de dos m¨¦todos (productividad global y valor a?adido) al an¨¢lisis de la productividad al sector el¨¦ctrico. Los resultados de su aplicaci¨®n a los ejercicios econ¨®micos de diez a?os y referidos a distintos pa¨ªses: Francia, Inglaterra, Alemania, Espa?a, etc¨¦tera, fueron publicados en el Congreso de Unipede, celebrado en La Haya, y permiten observar c¨®mo los resultados de Espa?a son perfectamente comparables con los de otros pa¨ªses.
La complejidad del tema impide extenderse aqu¨ª m¨¢s en el mismo, pero el lector interesado puede analizar dichas publicaciones.
Hay que indicar, adem¨¢s, que estudios de esta naturaleza, por su solidez cient¨ªfica, sirvieron de base para que, por ejemplo, en Francia, se estableciera el denominado ?contrat programme? entre Electricit¨¦ de France y el Estado franc¨¦s, a fin de que mientras EDF se compromet¨ªa a mantener unos niveles de productividad global, el Estado permit¨ªa un mayor nivel de autonom¨ªa a la empresa nacional, que se ve¨ªa en buena medida afectada por la burocratizaci¨®n de sus decisiones de gesti¨®n.
No obstante lo anterior y referido a ¨ªndices parciales de productividad, conviene hacer algunas aclaraciones especialmente cuando se utilizan para efectuar comparaciones respecto a eficacia de la gesti¨®n.
As¨ª, por ejemplo, cuando se comparan KWH producidos con n¨²mero de empleados en sistemas tan desproporcionados como Espa?a y EE UU hay que tener en cuenta que, por ejemplo, en el caso espa?ol pesa mucho el n¨²mero de empleados dedicados a distribuci¨®n, verificaci¨®n de instalaciones, sistemas de cobranza de recibos, etc¨¦tera; mientras estos sistemas est¨¢n, no s¨®lo para el sector el¨¦ctrico, sino para todos los servicios, mucho m¨¢s automatizados en EE UU que en Espa?a; que el nivel de obra en curso en t¨¦rminos relativos es mucho mayor, y por tanto, tambi¨¦n mucho mayor la mano de obra en Espa?a que en EE UU y que, por ejemplo, seg¨²n que una obra se lleve mediante contratas con una empresa ajena al sector o mediante personal en n¨®mina en la empresa el¨¦ctrica, el n¨²mero de empleados var¨ªa enormemente y, en consecuencia, el valor del ratio empleado para juzgar la eficacia de la gesti¨®n.
Cuando la productividad se mide a trav¨¦s de datos de costes de producci¨®n, no pueden olvidarse las diversas situaciones entre pa¨ªses y la interrelaci¨®n entre los distintos componentes del coste global. As¨ª, por ejemplo, ser¨ªa perfectamente comprensible que, a pesar de la crisis del petr¨®leo, un KWH resultara m¨¢s barato en un pa¨ªs ¨¢rabe produci¨¦ndole en base a quemar fuel que en Estados Unidos en base a centrales nucleares, a pesar de que ¨¦stas requieran proporcionalmente menor cantidad de mano de obra que las de fuel; pero, naturalmente, habr¨ªa que tener en cuenta tambi¨¦n lo -barato y abundante comparativamente de la mano de obra y del fuel-oil en el pa¨ªs ¨¢rabe productor de petr¨®leo, ya que si no ser¨ªa il¨®gico acusar de menos productivo a un sistema que a otro. La misma paradoja se dar¨ªa, por ejemplo, entre la agricultura extensiva americana y la intensiva europea, debido a la escasez relativa de los factores tierra y trabajo, sin que por ello pueda afirmarse que una es m¨¢s productiva que la otra, sino simplemente que son distintas.
Tambi¨¦n hay que tener en cuenta el efecto de las econom¨ªas de escala. As¨ª, el n¨²mero de empleados en el sector el¨¦ctrico espa?ol es sensiblemente an¨¢logo en la actualidad a cuando la producci¨®n total era 2/3 de la de ahora.
En el caso del sector el¨¦ctrico espa?ol hay que tener igualmente en cuenta que, por ejemplo, en los combustibles, el carb¨®n nacional es de muy inferior calidad que el americano, que el fuel-oil debe ser en su inmensa mayor¨ªa importado a los precios internacionales y que no existe pr¨¢cticamente producci¨®n el¨¦ctrica en base al gas. Como consecuencia el coste promedio de los combustibles empleados en Espa?a es actualmente del orden del 50 % mayor que en EE UU y, aunque en a?o hidr¨¢ulico medio, en Estados Unidos de cada 100 KWH producidos 85 son de origen t¨¦rmico y en Espa?a tan solo son setenta, dada la diferencia de precios de los combustibles, la repercusi¨®n del coste de los mismos sobre el total de KWH producidos es en Espa?a un 20 % superior a Estados Unidos.
En cuanto a los ingresos obtenidos por venta de la energ¨ªa el¨¦ctrica y a¨²n teniendo en cuenta las limitaciones se?aladas anteriormente para las comparaciones internacionales, es conocido que en Espa?a est¨¢n por debajo de los costes reales del servicio y que seg¨²n los datos elaborados para los pa¨ªses europeos del Mercado Com¨²n por The Electricity Council de Inglaterra y otro estudio similar realizado por la Union des Explotations Electriques en B¨¦lgica, el precio medio del K WH en Espa?a resulta en conjunto inferior aproximadamente en el 25 % al de dichos pa¨ªses.
Hay que tener en cuenta asimismo que otro de los grandes cap¨ªtulos de coste del suministro el¨¦ctrico lo constituyen los costes financieros del capital invertido, dada la aplicaci¨®n intensiva de capital que el proceso tecnol¨®gico de producci¨®n de electricidad exige haci¨¦ndole uno de los sectores industriales con mayor capitalizaci¨®n. Pues bien, corno tambi¨¦n es conocido, los costes financieros de los mercados de capitales y pr¨¦stamos son actualmente muy inferiores en los EEUU que en Europa, en general, y en Espa?a, en particular, con diferencias que superan en muchos casos los cinco puntos en los tipos de inter¨¦s.
La situaci¨®n anterior se ha visto agravada a partir de la crisis econ¨®mica que tuvo su origen en la crisis energ¨¦tica de 1973 afectando m¨¢s desfavorablemente a pa¨ªses que, como Espa?a, han debido experimentar unas devaluaciones monetarias que han incrementado notablemente los costes de la financiaci¨®n y no podr¨¢ ciertamente decirse que dichas medidas hayan sido necesarias como consecuencia de la actuaci¨®n de las empresas el¨¦ctricas, ni que ¨¦stas hayan salido beneficiadas en medida alguna ya que no efect¨²an exportaciones con fines econ¨®micos lucrativos de sus producciones.
A este respecto y al efectuar comparaciones, tampoco conviene olvidar que los ¨²nicos que a medio y largo plazo salen beneficiados, en t¨¦rminos relativos, de las consecuencias de la crisis energ¨¦tica, son las grandes potencias con recursos aut¨®ctonos abundantes, entre los que, precisamente, EE UU tiene una posici¨®n privilegiada.
En cuanto a las compensaciones CEUN hay que tener presente que las mismas no repercuten en el precio final del KWH, y son consecuencia de la existencia de tarifas tope unificadas, actuando como caja de compensaci¨®n interempresas. La Administraci¨®n conoce perfectamente este sistema y adem¨¢s, dado que unas empresas son las que tienen que percibir lo que otras abonan, existe l¨®gicamente en este sistema un control mutuo m¨¢s estricto que las solas regulaciones administrativas ya que, actuando competitivamente, como es natural, una empresa no renuncia a sus percepciones en favor de otra. Si se produjeran abusos en este caso es f¨¢cilmente comprensible que las empresas desfavorablemente afectadas buscar¨ªan el arbitraje de la Administraci¨®n o el que consideraran m¨¢s efectivo con tal de no renunciar a sus derechos. Se consigue as¨ª un sistema mucho m¨¢s eficaz a trav¨¦s de UNESA que la simple vigilancia de la Administraci¨®n respecto a todas y cada una de las empresas y de hecho los fondos movidos son objeto de permanentes controles interempresas con inspectores designados al efecto.
El paso a tarifas regionales o provinciales diferenciadas en cuanto a nivel y estructura alterar¨ªa l¨®gicamente el sistema pero la existencia de tarifas unificadas es una decisi¨®n impuesta por la Administraci¨®n a las empresas, que no tiene por qu¨¦ alterar el funcionamiento de ¨¦stas, que aparecen en principio como neutrales ante el sistema en funci¨®n de las compensaciones CEUN. En cualquier caso conviene tener presente que la unificaci¨®n de tarifas es el sistema dominante en la pr¨¢ctica totalidad de los pa¨ªses europeos y que a partir de la crisis energ¨¦tica de 1973 incluso los pa¨ªses que ten¨ªan ciertas diferenciaciones regionales de tarifas como Francia, Inglaterra, Irlanda, etc¨¦tera, tienden a la unificaci¨®n seg¨²n han puesto de manifiesto en los ¨²ltimos congresos, por lo que parece cuando menos oportuno considerar adecuadamente los pros y contras de una diferenciaci¨®n territorial de tarifas antes de proceder a un cambio de esa importancia, que desde el punto de vista empresarial no tendr¨ªa, sin embargo, trascendencias econ¨®micas distintas a las actuales ya que, cada empresa, establecer¨ªa el precio en funci¨®n de sus propios costes.
Con el paso a una empresa estatal ¨²nica este problema de tarifas ser¨ªa an¨¢logo y en cuanto a la transparencia de costes e informaci¨®n econ¨®mica es claro que la Administraci¨®n tiene en sus manos la exigencia de la misma en las condiciones que considere m¨¢s convenientes, ya que, adem¨¢s, ¨¦sta es mucho menos compleja que la que precisa, por ejemplo, para las inspecciones tributar¨ªas de los distintos sectores. Afirmar que existir¨¢ mayor transparencia si las empresas fueran del Estado, es tanto como defender que tambi¨¦n se inspeccionar¨ªa mejor los impuestos si todas las empresas estuvieran estatificadas y que, en consecuencia, habr¨ªa que estatificar toda la econom¨ªa, perdiendo por supuesto ventajas tales como todas las inherentes al sistema de libre empresa. No puede basarse en estos razonamientos la estatificaci¨®n del sector, como tampoco tiene que ser necesariamente cierta la afirmaci¨®n de que cuando el Estado es propietario de la empresa conoce mejor sus costes pero ¨¦stos son m¨¢s elevados. Conviene no obstante recordar que ya el gran hacendista Luigi Einaudi establec¨ªa que, tradicionalmente, el Estado se ha mostrado mucho m¨¢s eficaz como controlador que como empresario.
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