Quejas vascas
No hablaremos de los miserables estatutos preauton¨®micos que nos han endosado a los vascos -con la ubuesca burla de la exclusi¨®n de nosotros, los navarros- y a otros ib¨¦ricos. Tampoco del pas ¨¤ quatre danzado en el palacio de la Moncloa, que se inscribir¨¢ en la dorada historia galante con el nombre de El baile de los vampiros. Ni tan siquiera de las un¨¢nimes y oscuras invitaciones que todos los peri¨®dicos, corno sirenas, hacen al PNV convertido en insospechado Ulises, para que asuma arcanas responsabilidades. No.Ya que nos encontramos entre los damnificados de las cartas al director -no menos de dos hemos escrito a su peri¨®dico, que no se han publicado-, como apuntaba el 4 de julio su correspondiente y lamentante don Antonio J. Gonz¨¢lez, nos dirigimos a usted en raz¨®n de terrorismos y decretos antitales, que, a nuestro parecer, de humildes lectores, se nos antojan de una normalidad no por ello menos lancinante para nuestros cuerpos y almas. Los parlamentarios Bandr¨¦s y Letamend¨ªa ya se han pronunciado sobre la arbitrariedad del decreto antiterrorista aludido, que su pone la intervenci¨®n de llamadas telef¨®nicas y telegr¨¢ficas, la conculcaci¨®n del derecho a la inviolabilidad de la correspondencia, la prolongaci¨®n de la detenci¨®n preventiva m¨¢s all¨¢ de 72 horas, etc¨¦tera.
Mart¨ªn Villa declaraba que esto no es un Estado de excepci¨®n. Cierto: bajo el Estado no hay excepciones. S¨®lo ¨¦l es excepcional, y nosotros, les pauvres ¨¤ pied, de que habla la canci¨®n francesa, quienes debemos de sufrirlo. Mientras las bandas fascistas llegan a Vallecas -el barrio madrile?o en que vivimos- y apalean a sus vecinos. Est¨¢ claro que se lo merecen por ir a pie y por jugarse la vida en el Metro.
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