Reuni¨®n de eurofascistas
LA VOLUNTAD de suprimir el aniversario de la guerra civil como fiesta nacional marca la l¨ªnea divisoria entre quienes desean fundamentar la convivencia entre los espa?oles sobre bases pac¨ªficas y los que sue?an con volver a transformar la Pen¨ªnsula en el escenario de un conflicto fratricida. La madurez de nuestra sociedad halla su mejor prueba en que tanto la derecha que ha heredado la victoria, como la izquierda, que se identifica hist¨®ricamente con los vencidos, se muestran casi un¨¢nimes a la hora de impedir la utilizaci¨®n para objetivos pol¨ªticos de los recuerdos que simbolizan aquella cruel guerra.La pretensi¨®n de borrar de la memoria colectiva aquellos a?os y de renunciar a analizar las causas que los produjeron no ser¨ªa tan s¨®lo una empresa in¨²til, sino tambi¨¦n una involuntaria forma de posibilitar la repetici¨®n de la secuencia de hechos que nos empujaron hacia la cat¨¢strofe. Es preciso, por razones pol¨ªticas, hacer la historia de aquel per¨ªodo, pero despojando de pasiones anacr¨®nicas y de interpretaciones partidarias las diversas lecturas que cabe hacer de los or¨ªgenes de la guerra civil.
Naturalmente, esa decisi¨®n y ese sentimiento generalizados que se extienden desde la derecha autoritaria hasta sectores de la izquierda extraparlamentaria, tambi¨¦n conocen excepciones. La romer¨ªa organizada estos d¨ªas, en Madrid, por el eurofascismo, que se inici¨® con la conferencia de prensa dada el s¨¢bado, prosigui¨® con el mitin en la plaza de Las Ventas y concluir¨¢ hoy con una excursi¨®n colectiva al Valle de los Ca¨ªdos, obedece al prop¨®sito de extender el acta notarial mediante la que la ultraderecha de Europa del Sur reclama el 18 de julio como s¨ªmbolo de sus empresas pol¨ªticas.
Este secuestro del 18 de julio por Fuerza Nueva y sus socios italianos y franceses es as¨ª un proyecto pol¨ªtico hacia el futuro. Con insolencia notable, el se?or Almirante se ha inmiscuido en los asuntos internos de nuestro pa¨ªs para predicar el voto negativo a la Constituci¨®n, marcando as¨ª la direcci¨®n de la ofensiva pol¨ªtica que la ultraderecha se propone desplegar en Espa?a. El se?or Pi?ar, m¨¢s preocupado por la puesta en pr¨¢ctica de esa estrategia, ha dedicado sus mejores trinos a proseguir, incansable, su campa?a de burda adulaci¨®n a las Fuerzas Armadas y a las Fuerzas de Orden P¨²blico, para tratar de instrumentalizarlas en su propio provecho. Se dir¨ªa que ese proyecto es la ¨²nica pieza de su programa pol¨ªtico, junto con la tentativa de sembrar el desconcierto (vamos a llamarlo as¨ª).
Esta pintoresca troupe de fascistas nost¨¢lgicos, que realizan tambi¨¦n su obligado aggiornamento pol¨ªtico expulsando a Hitler de su pante¨®n de salvadores de la civilizaci¨®n occidental tiene, por supuesto, todos los derechos a gozar de las libertades de la sociedad democr¨¢tica, a la que tanto detestan y cuya supresi¨®n predican.
Pero no est¨¢ de m¨¢s recordar a los aspirantes a restablecer el Sacro Imperio Romano que esos derechos les obligan a no golpear a sus conciudadanos, no disponer arbitrariamente de armas de fuego y tratar de inducir a la sedici¨®n y a la rebeli¨®n a los ej¨¦rcitos. Los grupos parlamentarios, que suman la casi totalidad de los sufragios emitidos el 15 de junio de 1977, expresaron su condena, hace ya unas semanas, de los comportamientos violentos de Fuerza Nueva. Al Gobierno hay que exigirle, ahora que aplique a estos grupos, ala horade castigar sus excesos, la misma vara de medir que al resto de los espa?oles, tanto sin son civiles como si son miembros de las Fuerzas Armadas o de las Fuerzas de Orden P¨²blico. Una pasividad en este terreno no puede ser interpretada como un nuevo error de esos a los que ¨²ltimamente nos tiene acostumbrados el ministro del Interior.
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