El Gobierno de conciliaci¨®n. 18 de julio de 1936
Ex ministro del Gobierno de la Rep¨²blica espa?ola en el exilio
Sobre el 18 de julio de 1936 se han tejido una serie de leyendas, embelleciendo la historia, por los dos bandos que deseaban la guerra. M¨¢s tarde, quienes fueron vencedores contaron hasta la saciedad los acontecimientos que protagonizaron. Lo sabemos todo sobre los generales Franco, Mola, Queipo de Llano, Varela.... Sus heroicidades, sus decisiones, sus triunfos. Los soldados vencedores -como siempre- escribieron la historia y gozaron del incienso prodigado generosamente por los cuarenta a?os de dictadura.
Y los soldados vencidos? los generales del Ej¨¦rcito espa?ol que el 18 de julio de 1936 permanecieron leales al Gobierno leg¨ªtimo de Espa?a? Sobre ellos ha ca¨ªdo un espeso manto de niebla y poco se sabe, porque poco se ha querido saber.
Al llegar a Madrid las noticias de la sublevaci¨®n del Ej¨¦rcito de Marruecos y de las guarniciones de C¨¢diz, Sevilla y M¨¢laga se reuni¨® en Consejo extraordinario el Gobierno de la Rep¨²blica. Eran las seis de la tarde del 18 de julio y jefe del Gobierno Santiago Casares Quiroga. A la reuni¨®n fueron invitados sin ser ministros los se?ores: Diego Mart¨ªnez Barrio, Francisco Largo Caballero, Indalecio Prieto y Marcelino Domingo.
En este Consejo se manifestaron dos propuestas contradictorias, mantenidas con vehemencia por sus patrocinadores. Mart¨ªnez Barrio quer¨ªa enfrentarse a la rebeli¨®n militar con los resortes legales del Estado, dentro del marco de la Constituci¨®n, y oponer al sector del Ej¨¦rcito sublevado el sector del Ej¨¦rcito leal al Gobierno. Largo Caballero quer¨ªa disolver todo el Ej¨¦rcito, leal o sublevado, entregar armas a las organizaciones obreras y encuadrarlas en milicias.
El Gobierno de la Rep¨²blica, ante ambas proposiciones, asustado, no se decidi¨® por ninguna. Acudi¨® al presidente de la Rep¨²blica, don Manuel Aza?a, para darle cuenta de que no se atrev¨ªa a tomar una decisi¨®n. Y entonces Aza?a, inmediatamente, llam¨® a Mart¨ªnez Barrio y, adoptando su tesis, le encarg¨® la formaci¨®n de un Gobierno que realizara la pol¨ªtica por ¨¦l patrocinada. Este fue el Gobierno de conciliaci¨®n.
Mart¨ªnez Barrio (secundado por Felipe S¨¢nchez-Rom¨¢n y Augusto Barcia Trelles y los generales Sebasti¨¢n Pozas y Jos¨¦ Miaja) intent¨® el compromiso patri¨®tico de evitar la guerra civil. Dos medidas urgentes se impon¨ªan, complementarias ambas: una, impedir a todo trance que las organizaciones obreras se armaran, otra, cortar la sublevaci¨®n del Ej¨¦rcito y evitar que se extendiera.
Este intento tuvo una duraci¨®n de doce horas. Desde las nueve de la noche del 18 de julio, en que Mart¨ªnez Barrio se encarg¨® de formar Gobierno, hasta las nueve de la ma?ana del d¨ªa 19, en que dimiti¨®.
Desgraciadamente, los espa?oles que quer¨ªan la guerra se le atravesaron en el camino. No nos estamos refiriendo a los generales Franco y Mola, ni a los grupos carlistas, de Falange o de Renovaci¨®n Espa?ola, ni tampoco a una parte de las huestes de Gil Robles. Se ha dicho, y los historiadores lo han recogido, que la negativa del general Mola a ponerse a las ¨®rdenes de Mart¨ªnez Barrio origin¨® su dimisi¨®n. No es verdad. Las causas fueron otras. Fue la actitud intransigente de los socialistas y comunistas de lanzar las masas a la calle pidiendo armas y gritando traidor a Mart¨ªnez Barrio. Esta fue la obra de dos personalidades que ahora, en la Espa?a de 1978, reciben honores y pleites¨ªa, uno muerto y otro en vida: Francisco Largo Caballero y Santiago Carrillo. Uno, secretario de la Uni¨®n General de Trabajadores, y otro, secretario de las Juventudes Unificadas Socialista y Comunista. El 18 de julio de 1936 fueron quienes m¨¢s decididamente y con m¨¢s eficacia se opusieron al Gobierno de conciliaci¨®n que propon¨ªa Diego Mart¨ªnez Barrio. Sin ellos la sublevaci¨®n del general Franco no se hubiera extendido en el Ej¨¦rcito y hasta es posible que la guerra civil se hubiese evitado.
Que el camino propuesto ten¨ªa posibilidades de llegar a buen puerto nos lo dicen la frialdad de los n¨²meros. Nadie puede negarlos. La alta cumbre militar estaba constituida en 1936 por una plantilla oficial de destinos de veinti¨²n generales. De ellos, diecisiete permanecieron a las ¨®rdenes del Gobierno de Mart¨ªnez Barrio, y solamente cuatro se sublevaron: Miguel Cabanellas, capit¨¢n general de Zaragoza; Francisco Franco, comandante militar de Canarias; Manuel Goded, comandante militar de Baleares, y Gonzalo Queipo de Llano, director general de Carabineros. Estos cuatro nombres han sido harto conocidos en Espa?a, y en cambio los de sus compa?eros en los mandos superiores del Ej¨¦rcito quedaron en las tinieblas.
Pasados 42 a?os, casi medio siglo, perm¨ªtasenos en esta fecha citar sus nombres:
Juan Garc¨ªa G¨®mez-Caminero, inspector general del Ej¨¦rcito; Miguel N¨²?ez de Prado y Susbielas, director general de Aviaci¨®n; Sebasti¨¢n Pozas Perea, director general de la Guardia Civil; Crist¨®bal Pe?a Abuin, general-jefe de la Divisi¨®n de Caballer¨ªa; Jos¨¦ Miaja Menant, capit¨¢n general de la I Regi¨®n; Jos¨¦ Fern¨¢ndez Villa-Abrille, capit¨¢n general de la II Regi¨®n; Fernando Mart¨ªnez-Monje y Restoy, capit¨¢n general de la III Regi¨®n; Francisco Llano de la Encomienda, capit¨¢n general de la IV Regi¨®n; Domingo Batet Mestres, capit¨¢n general de la VI Regi¨®n; Nicol¨¢s Molero Lobo, capit¨¢n general de la VII Regi¨®n; Enrique de Salcedo Molinuevo, capit¨¢n general de la VIII Regi¨®n; Agust¨ªn G¨®mez Morato, jefe superior de las fuerzas militares de Marruecos; Jos¨¦ Riquelme y L¨®pez-Bago, presidente de la Asamblea de Ordenes; Carlos Masquelet Lacaci, jefe de la Casa Militar del presidente de la Rep¨²blica.
El noble intento de Mart¨ªnez Barrio y de los generales del Ej¨¦rcito espa?ol que el 18 de julio de 1936 se dispusieron a secundarle merece recordarse.
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