Puntualizaciones a un reportaje
En reciente n¨²mero extraordinario de EL PA?S, de este mes de julio, aparece el reportaje titulado ?Un espa?ol cuida de su c¨¢rcel?, y al final del mismo se pone en boca de aquel espa?ol que la orden de eliminar a los cautivos, en el campo de concentraci¨®n donde se encontraba, se dio por los ?nazis? despu¨¦s de que el Gobierno alem¨¢n consultara con el Gobierno espa?ol. Esta afirmaci¨®n, completamente gratuita, es de todo punto falsa y, por otra parte, hubiera resultado inveros¨ªmil. Se trata, en suma, de un desahogo, sin otro apoyo que el psicol¨®gico, de un hombre marcado para siempre por atroces crueldades y sufrimientos; y que luego, en su ignorancia y en su indiscriminado af¨¢n acusatorio -sin base hist¨®rica ni probatoria de ninguna especie-, acude a los recursos m¨¢s f¨¢ciles en su imaginaci¨®n. Porque lo cierto es que el Gobierno espa?ol no ten¨ªa conocimiento, en los a?os 1941 y 1942, de las atrocidades que los ?nazis? llevaran a cabo en los campos de concentraci¨®n; y hay que conocer muy poco su historia, y el car¨¢cter en aquella ¨¦poca de su predominio militar e ideol¨®gico, para creer que necesitaban de consultas previas de nadie -de ninguna persona, ni autoridad- para actuar como les pareciera oportuno con sus prisioneros, y especialmente si eran de guerra.Del relato que hace el entrevistado resulta que se hab¨ªa enrolado en la Legi¨®n Extranjera, en Francia, y que al caer prisionero permaneci¨® hasta el final de la guerra, en el mes de mayo de 1945, en un campo de concentraci¨®n de Austria, siendo sometidos ¨¦l y sus compa?eros de infortunio a un trato brutal, con olvido de que la cautividad de guerra no tiene car¨¢cter represivo, no autoriza represalias, sino que ha de limitarse a la adopci¨®n de medidas meramente precautorias con respecto al adversario, una vez que ha sido desarmado, seg¨²n establecen los acuerdos internacionales sobre prisioneros de guerra, constituidos, entonces, por el Reglamento de La Haya, anejo al convenio de 1907, y por el de Ginebra, de 27 dejulio de 1929.
Es preciso puntualizar que durante los primeros a?os de la 0uerra s¨®lo se sab¨ªa aqu¨ª del hecho de la discriminaci¨®n racial en un orden te¨®rico, y a la que opusimos siempre al Gobierno alem¨¢n nuestro desacuerdo en este punto, a pesar de nuestra pol¨ªtica exterior, que fue entonces claramente german¨®fila por razones obvias en aquellas circunstancias hist¨®ricas. Sobre este tema hube de sostener en Berl¨ªn una discusi¨®n con el ministro Rosemberg (el teorizante del racismo, de quien dec¨ªa Mussolini que era un grand¨ªsirno cretino) en presencia de otros ministros y del embajador de Espa?a, manifest¨¢ndole nuestra discrepancia esencial en este problema, que nos ven¨ªa impuesta por razones de orden religioso, ya que en Trento se hab¨ªa proclarriado el dogma, o el principio, de la unidad moral del g¨¦nero humano.
Ces¨¦ en toda actividad pol¨ªtica en 1942, y aunque desde entonces he permanecido completamente alejado de los asuntos del Gobierno espa?ol, creo que ¨¦ste no tuvo en el a?o 1943, y posiblemente tampoco en 1944, conocimiento de las atrocidades que se comet¨ªan en los expresivamente llamados ?campos de exterminio?. Como es natural, las crueldades que suponen una degradaci¨®n del g¨¦nero humano no suelen llevarse a cabo con publicidad, aunque s¨ª se realicen muchas veces c¨ªnicamente sin la menor preocupaci¨®n moral. La sorpresa, el espanto que nos caus¨® el conocimiento a posteriori de aquellas monstruosidades fueron m¨¢s dolorosos para nosotros, amigos del pueblo alem¨¢n, poseedor de otras muchas cualidades. De mi libro ?Entre Hendaya y Gibraltar? -publicado en 1947 y escrito un a?o antes- son estas palabras, que revelan mis m¨¢s ¨ªntimas ideas y mi pensamiento sobre el particular: ?Pese a mis antiguas simpat¨ªas por los alemanes, no ser¨¦ yo quien disculpe a los autores de las persecuciones en masa, ni a los creadores de los campos de concentraci¨®n y los hornos de gas para miles de v¨ªctimas. Esto ser¨¢ siempre un estigma que ha de nublar las muchas glorias y noblezas de la acci¨®n alemana en una guerra cruda y sin cuartel.?
Fue el 3 dejunio de 1943 cuando Goebbels, en el Palacio de Deportes, hizo la terrible afirmaci¨®n de la necesidad de eliminar radicalmente el peligro. En 1943 se sublevaron los jud¨ªos de Varsovia y fueron exterminados, y otras grandes ?massacres? tuvieron lugar despu¨¦s de los desembarcos en el norte de ?frica y en Normand¨ªa.
Nosotros repudiamos aquellos horrores vividos en los campos de concentraci¨®n; pero tanto las atrocidades all¨ª cometidas como en Katyn y en otros con el mismo destino. Y las manifestaciones de crueldad que algunas naciones siguieron practicando y a¨²n, por desgracia, practican, en un mundo que presume de civilizado con su progreso cient¨ªfico y t¨¦cnico compatible con b¨¢rbaras condenas no justificadas por la peligrosidad social y moral de la cond ucta de qu ienes son enjuiciados, sino por exigencias del poder de dominaci¨®n de quienes los juzgan sin el menor respeto a los derechos humanos que, con criterio oportunista, hoy con tanta frecuencia se invocan.
Es asimismo lamentable la frecuencia con que se manipulan informaciones y trabajos de historia sobre acontecimientos concretos y momentos pol¨ªticos definidos, desconociendo la deontolog¨ªa m¨¢s elemental: unas veces por incapacidad para el an¨¢lisis; otras por obstinaci¨®n en las propias e interesadas ideas, y por inercia, por pereza mental, para obtener una adecuada y serena informaci¨®n de las cosas -para comprender y para respetar- se recibe y acepta como verdad cualquier rumor que en muchas ocasiones tiene su origen en las turbias fuentes del odio y del resentimiento; tambi¨¦n en la pasi¨®n o las exigencias de los juegos pol¨ªticos a los que quiere someterse la realidad misma. Y se injuria, se tergiversa y se calumnia sin experimentar casi nunca (antes desplomar el orbe) la satisfacci¨®n de rectificar el error y la injusticia, lo que siempre ser¨¢ prueba de talento y de humildad.
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