La capilla ardiente, instalada en el Cuartel General del Ejercito
Sobre las 10.20 de la ma?ana llegaron al hospital militar G¨®mez Ulla los restos mortales del general S¨¢nchez Ramos y del teniente coronel P¨¦rez Rodr¨ªguez, que fueron trasladados para realizar la autopsia por orden del juez instructor del Juzgado n¨²mero 20 de Madrid.
A partir de esa hora se sucedieron las visitas a la capilla ardiente provisional, que fue instalada, poco despu¨¦s, en los velatorios del citado centro hospitalario. La m¨¢s importante de ellas fue la del teniente general Guti¨¦rrez Mellado, vicepresidente primero del Gobierno, quien visit¨® la capilla ardiente, sobre la una de la tarde, por espacio de diez minutos.Tambi¨¦n estuvieron presentes otros destacados mandos militares. Entre ellos, el teniente general Tom¨¢s de Liniers, jefe del Estado Mayor del Ej¨¦rcito, quien a la salida de la capilla ardiente se neg¨® a hacer cualquier tipo de declaraciones y abandon¨® r¨¢pidamente el lugar en su coche oficial. Los familiares de las v¨ªctimas permanecieron durante todo el tiempo en el interior del velatorio, adonde le fue prohibida la entrada a la prensa.
Sobre las 6.30 de la tarde, dos ambulancias militares, llegadas expresamente con dicho fin, procedieron al traslado de los cad¨¢veres hasta el Cuartel General del Ej¨¦rcito, donde qued¨® instalada, a las 7.15 de la tarde, la capilla ardiente.
Visita del Rey
El Rey lleg¨® a la capilla ardiente del general S¨¢nchez Ramos y del teniente coronel P¨¦rez Rodr¨ªguez, que hab¨ªa quedado instalada, a las 7.15 de la tarde, en el Cuartel General del Ej¨¦rcito. Aunque las medidas de seguridad adoptadas eran especialmente destacables, los periodistas no pudieron darse cuenta de la llegada del Rey, ya que entr¨® por una puerta distinta de la que estaban utilizando el resto de generales y jefes que acud¨ªan al recinto militar.Frente a la entrada de la calle Prim del Cuartel General del Ej¨¦rcito se hab¨ªa congregado medio centenar de personas que esperaban el paso del Rey. Sin embargo, durante la espera, pudieron o¨ªrse gritos de ?Gobierno traidor? y ?Su¨¢rez traidor?.
La entrada al Cuartel General del Ej¨¦rcito qued¨® tajantemente prohibida para toda persona vestida de paisano, incluyendo en ello a los militares que no vest¨ªan de uniforme, salvo en el caso de que tuvieran destino en el propio Cuartel General. Las excepciones que se hicieron a esta regla fueron las de Raimundo Fern¨¢ndez Cuesta y Juan Jos¨¦ Ros¨®n, as¨ª como al se?or Calvo Sotelo. Julio Rodr¨ªguez, antiguo ministro de Educaci¨®n y Ciencia, intent¨® entrar y demostr¨® su malhumor al no conseguirlo.
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