El modelo Econ¨®mico
Diputado de Alianza Popular
En las encrucijadas nacionales de la edad contempor¨¢nea, la clase dirigente tiene que pronunciarse ante dos alternativas principales: la institucional y la econ¨®mica. Pr¨¢cticamente ya se ha decidido la primera opci¨®n. Hagamos sucinta memoria del proceso. ?Rep¨²blica o monarqu¨ªa? A propuesta de Franco se instaur¨® la realeza. ?Democracia org¨¢nica o inorg¨¢nica? A propuesta del Gobierno se vot¨® lo segundo. ?Democracia presidencialista o parlamentaria? El Congreso ha acordado esto ¨²ltimo. ?Bipartidismo o multipartidismo? Al ser constitucionalizada (art¨ªculo 63) la representaci¨®n proporcional se ha elegido el fomento de la pluralidad. En suma, el modelo institucional que nos ofrece el ?consenso? es la monarqu¨ªa parlamentaria y pluralista, que, por cierto, cuenta con numerosos antecedentes hispanos y transpirenaicos.
Ambig¨¹edad del modelo econ¨®mico
Pero todav¨ªa no ha habido un pronunciamiento claro sobre el modelo econ¨®mico. El que actualmente se aplica no es ni el liberal, o de mercado; ni el socialista, o de centralismo estatal; es h¨ªbrido, aunque con progresiva tendencia intervencionista. Parecida ambig¨¹edad se refleja en el proyecto de Constituci¨®n, cuyo art¨ªculo 34 consagra ?la libertad de empresa dentro de la econom¨ªa de mercado?, pero donde tambi¨¦n se reconoce la ?iniciativa p¨²blica en la actividad econ¨®mica?, ?reservas al sector p¨²blico? e ?Intervenci¨®n de empresas por el Estado? (art¨ªculo 122), el cual podr¨¢ ?Planificar la actividad econ¨®mica? (art¨ªculo 125). Esta yuxtaposici¨®n de modelos contradictorios explica que tanto centristas como comunistas entiendan que pod¨ªan aplicar sus programas sin vulnerar la Constituci¨®n. En suma, que ni por los datos factuales ni por las normas en elaboraci¨®n sabemos a ciencia cierta cu¨¢l es el modelo econ¨®mico elegido.
Trascendencia de la econom¨ªa
Contrariamente a lo que parece pensar la mayor¨ªa de la clase pol¨ªtica espa?ola, entiendo que la operaci¨®n intelectual de elegir un modelo econ¨®mico es m¨¢s importante que la de construir el modelo institucional. La primera raz¨®n es que hay formas de Estado que no condicionan la econom¨ªa, mientras que hay sistemas econ¨®micos que necesariamente determinan la estructura del Estado. Por ejemplo, hay monarqu¨ªas, como la rumana, que, aunque brevemente, fueron compatibles con programas econ¨®micos liberales y tambi¨¦n socialistas. Y con el sistema de mercado han convivido absolutismos, imperios y rep¨²blicas de todo tipo. En cambio, el modelo econ¨®mico socialista desemboca inexorablemente en un Estado totalitario. La segunda raz¨®n es que la alternativa institucional se refiere a la forma de Estado y a meros procedimientos: ?unicameralismo o bicameralismo?, ?presidencialismo o parlamentarismo?, ?bipartidismo o pluripartidismo?, ?centralizaci¨®n o regionalizaci¨®n? Los modos de articulaci¨®n de las funciones p¨²blicas son arbitrios cuya bondad depender¨¢ de su eficacia concreta: as¨ª, la rep¨²blica ha sido excelente en Suiza y p¨¦sima en Espa?a. En cambio, el sistema econ¨®mico se refiere al fondo, es decir, a los contenidos de la rnayor parte de las decisiones pol¨ªticas: que se proh¨ªba o no la propiedad privada de los medios de produci¨®n es la abismal diferencia que separa a China de Jap¨®n y a Alemania oriental de la occidental, donde, m¨¢s que dos diferentes tipos de Constituci¨®n, se enfrentan dos concepciones polares de la vida. La tercera raz¨®n es que, en Espa?a, las Constituciones, sin que se las pueda calificar, como se ha hecho, de papel mojado, han tenido muy escasa operatividad: los m¨¢s intensos procesos de progreso socioecon¨®mico ( 1835-1845, 1876-1898, 1923-1929 y 1959-1973) se han hecho independientemente de la ley fundamental
El antecedente brit¨¢nico
Se explica, pues, que en coyunturas cr¨ªticas como la nuestra otros pa¨ªses hayan consagrado m¨¢s atenci¨®n a la alternativa econ¨®mica que a la institucional; es decir, han entendido que la m¨¢xima prioridad pol¨ªtica no era articulaci¨®n de los partidos y de los poderes, sino la elecci¨®n de sistema econ¨®mico. Este es, entre otros, el caso de Inglaterra y de Alemania Federal. En las postrimer¨ªas de la segunda gran guerra, Hayek, profesor de la London School of Economics y luego premio Nobel de Econom¨ªa, public¨® su famoso libro Camino de servidumbre (1944), pronto vertido al espa?ol. En aquella ¨¦poca los pol¨ªticos e intelectuales brit¨¢nicos hab¨ªan abandonado el liberalismo y, muy influidos por el marxismo, por los iniciales ¨¦xitos nazis y por la obligada planificaci¨®n b¨¦lica, se inclinaban hacia el modelo intervencionista que patrocinaban los socialistas. La tesis densamente argumentada de Hayek es que la econom¨ªa dirigida conduce necesariamente al autoritarismo, como lo demuestran el an¨¢lisis especulativo y la experiencia de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, del III Reich y de la Italia de Mussolini. El autor afirma que el nazismo y el fascismo son hijos de los socialistas en sus nupcias con el nacionalismo. El libro de Hayek no logr¨® impedir la epis¨®dica y funesta experiencia brit¨¢nica de un Gobierno nacionalizador e intervencionista. Pero la opini¨®n inglesa rectific¨® pronto y, sobre todo, el partido laborista renunci¨® al dogmatismo marxista y acept¨® plenamente la econom¨ªa de mercado. Estos titubeos y palinodias coinciden con los cr¨ªticos zigzagueos de la Inglaterra posb¨¦lica.
La lecci¨®n germana
En la Alemania que hab¨ªa adm¨ªrado la apoteosis del III Reich y que sufr¨ªa el caos financiero de la derrota, tambi¨¦n la mayor¨ªa de los l¨ªderes se inclinaba por una intervenci¨®n centralizada de la econom¨ªa como receta para salir del hambre, la descapitalizaci¨®n, la inflaci¨®n astron¨®mica y el trueque. Entonces, un profesor de la Universidad de M¨¹nster, M¨¹ller-Armack, public¨® su famoso libro Econom¨ªa dirigida y econom¨ªa de mercado (1946), tambi¨¦n traducido a nuestra lengua. En esta obra se desarroll¨® la tesis de que la econom¨ªa de mercado no se identifica con el ?laissez faire? o liberalismo del siglo XIX, sino que puede revestir otras formas que eviten los monopolios y promuevan la justicia distributiva y la realizaci¨®n de valores. Es la llamada ?econom¨ªa social de mercado?, f¨®rmula acu?ada por el propio autor. Contra toda predicci¨®n, los democristianos alemanes concluyeron aceptando el programa de M¨¹ller-Armack, que fue desarrollado y brillantemente ejecutado por Erhard. El resultado es ese continuo milagro econ¨®mico alem¨¢n, que transform¨® una completa quiebra nacional en un alto bienestar colectivo, creciente y estable.
Con otros muchos pa¨ªses, como Jap¨®n, se podr¨ªa establecer paralelos. En la vecina Italia, Einaudi, luego presidente de la Rep¨²blica, en sus magistrales Principios de Hacienda P¨²blica (1946), polemizando con la corriente keynesiana, se refiri¨® a la ?incre¨ªble ilusi¨®n de que la econom¨ªa intervenida o regulada puede coexistir con instituciones como la libertad de expresi¨®n, de religi¨®n, la inviolabilidad, etc¨¦tera?. Y con ese criterio, id¨¦ntico al de Hayek, se eligi¨® el modelo econ¨®mico italiano de la posguerra.
En nuestra Patria, la renuncia a la autarqu¨ªa -impuesta por el cerco exterior- y al dirigismo, y sobre todo la parcial aplicaci¨®n de la econom¨ªa social de mercado mediante el plan estabilizador y liberalizador de Navarro Rubio, nos condujeron al ?milagro econ¨®mico espa?ol?, desgraciadamente interrumpido en 1974.
Los partidos, entre la definici¨®n y el equ¨ªvoco
Si. rebasando las pr¨¢cticas y las leyes, nos aventuramos a penetrar en las intenciones, ?qu¨¦ nos revela el panorama parlamentario? El PCE era y es colectivista. Propone el capitalismo monopolista de Estado o econom¨ªa centralizada y dirigida, con nacionalizaci¨®n de los bienes de producci¨®n. Este modelo, all¨ª donde se ha aplicado, ha conducido al terror, a la p¨¦sima asignaci¨®n de recursos, al mercado negro, al mediocre nivel de vida y a una baj¨ªsima productividad. Recordemos que en la feraz Rusia, donde hay veinticinco millones de agricultores colectivizados, se alimentan de ochenta millones de toneladas de trigo, que, despu¨¦s de abastecer a su inmenso mercado interior, les sobran a dos millones y medio de libres cultivadores norteamericanos. Estos resultados emp¨ªricos los confirmael an¨¢lisis te¨®rico del modelo marxista hecho por Pareto, Eucken, B?hm, Mises y el propio M¨¹ller-Armack, entre otras figuras estelares de la ciencia econ¨®mica.
El PSOE comenz¨® propugnando un modelo an¨¢logo, es decir, colectivista; pero hoy se manifiesta dividido entre dos tendencias: una que sigue la trayectoria del socialismo alem¨¢n (renuncia al marxismo y aceptacion del mercado) y otra, al parecer mayoritaria, que insiste en un cambio fundamental de nuestro modelo econ¨®mico, lo cual revela un ideal colectivista. ?Hacia d¨®nde se decantar¨¢ el partido? Es deseable que la raz¨®n y el patriotismo le inclinen hacia el sistema de mercado, pero no es improbable que los intereses electorales le lancen hacia el marxismo para no ceder terreno al PCE. Un ?sinistrismo? econ¨®mico del PSOE ser¨ªa extraordinariamente negativo en la coyuntura actual.
UCD propugna la econom¨ªa de mercado, pero su ala izquierda est¨¢ imponiendo directrices que amenazan la efectiva supervivencia del mercado: penalizaci¨®n fiscal e inflacionista del ahorro, expansi¨®n del sector p¨²blico, control de precios, rigidez de plantillas, disminuci¨®n de la rentabilidad real del capital y, consiguientemente, desest¨ªmulo de la empresa privada. Esta ambig¨¹edad pr¨¢ctica es un monumental factor de perplejidad para las fuerzas econ¨®micas. Si a ¨¦l se unen las ambig¨¹edades o el radicalismo de la Oposici¨®n, se comprende la vertical ca¨ªda de las tasas de inversi¨®n y, con ello, la recesi¨®n y el creciente paro.
Alianza Popular ha incluido en su programa, y la ha sostenido en todas sus actuaciones parlamentarias e intervenciones p¨²blicas, la econom¨ªa social de mercado, que no es una noci¨®n esot¨¦rica, sino brillantemente ejemplificada en el mundo y rigurosamente teorizada por la doctrina. En an¨¢loga actitud se encuentra alg¨²n partido regional.
La gran cuesti¨®n
Coincido plenamente con Erhard en que ?la primera preocupaci¨®n de todo reformador social debe consistir en dar al orden econ¨®mico el m¨¢s elevado grado de eficacia, y s¨®lo despu¨¦s podr¨¢n plantearse otras cuestiones?. Pues bien, nuestras fuerzas pol¨ªticas se han pronunciado sobre la alternativa institucional, pero pocas lo han hecho con suficiente rotundidad sobre la alternativa econ¨®mica. Y en este punto no caben habilidades ret¨®ricas ni oportunismos maniobreros, porque los resultados econ¨®micos son realidades no manipulables ?a posteriori?. Mientras no se colme ese vac¨ªo, que a estas alturas considero dram¨¢tico, las coordenadas pol¨ªticas de Espa?a seguir¨¢n siendo gravemente inciertas, y no ser¨¢n posibles ni la estabilizaci¨®n del orden institucional ni una s¨®lida recuperaci¨®n del desarrollo socioecon¨®mico. La m¨¢s urgente tarea de algunos partidos es enclaustrar a sus dirigentes y expertos hasta que elaboren un esquema sistem¨¢tico y un¨ªvoco sobre el modelo econ¨®mico. ?Colectivismo o mercado? Esta es la gran cuesti¨®n.
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