La batalla de Teruel
El autor de este libro era un joven de veinte a?os que, movilizada su quinta, intervino en las dur¨ªsimas batallas de Teruel, como soldado de una compa?¨ªa de zapadores del Ej¨¦rcito republicano.No ten¨ªa, en modo alguno, una determinada significaci¨®n pol¨ªtica, aunque por su origen humilde hubiera experimentado las consecuencias de las luchas sociales de la ¨¦poca. De no vivir en Martorell y haberle sorprendido el inicio de la guerra civil en Galicia o la vieja Castilla, hubiera sido un combatiente de las fuerzas franquistas. Los m¨®viles que se ventilaban en la contienda le eran completamente ajenos y desconocidos.
Naturalmente, la convivencia y la actitud humana de sus compa?eros fueron influyendo en unas convicciones elementales. No lleg¨® a sentir la tentaci¨®n de ser h¨¦roe de ninguna causa, pero supo cumplir con su deber en las m¨¢s arriesgadas circunstancias.
Veinticuatro horas para morir
Sebasti¨¢n Pelegr¨ª Alegret. Editorial Sepeal. Barcelona, 1978.
Por esto su testimonio es de una objetividad inapreciable. Aqu¨ª no hay sectarismo, ni propaganda, ni inter¨¦s de partido, ni justificaciones pol¨ªticas.
El libro Veinticuatro horas para morir es un diario pormenorizado de unos acontecimientos que el autor relata minuciosa y cronol¨®gicamente. Cuenta lo que hace, lo que ve en su entorno, lo que oye, lo que siente. Pero sin ninguna concesi¨®n a disquisiciones ideol¨®gicas ni a interpretaciones interesadas. Podr¨ªa decirse que esta obra es una fotograf¨ªa de la batalla de Teruel. Por supuesto que el retrato es tr¨¢gico, angustioso, espeluznante. Describe con aut¨¦ntica crudeza las acciones b¨¦licas y nos sit¨²a en el escenario de los hechos; con sencillez y naturalidad.
Posee Sebasti¨¢n Pelegr¨ª Alegret un estilo directo y vivo que hace de su narraci¨®n una lectura f¨¢cil y ligera.
Nos recuerda, y es el mejor elogio que puede hac¨¦rsele, el dramatismo vital y desnudo de artificio de Remalke en Sin novedad en el frente. Todas las memorias de guerra son unas historias de falsas esperanzas y temporales recursos.
En la mente del joven soldado se halla indeleble la frase con que le despidi¨® su padre: ?Vuelve a casa.? En medio del esfuerzo, las turbulencias, los sufrimientos, el sudor y la sangre que quedaban a sus espaldas. Las filas de muertos hacinados en la plaza del Torido habr¨ªan luchado y perecido para crear una naci¨®n y pertenec¨ªa a ella. Como pertenec¨ªan a ella los cad¨¢veres cuyos huesos descarnados salpicaban las tierras nevadas de La Muela.
?Me dan ganas de llorar termin¨® diciendo el sargento-, los espa?oles somos un pueblo vengativo. La mayor¨ªa de muertes violentas que se han hecho en uno y otro lado han sido motiva das m¨¢s por venganzas persona les que por rencillas pol¨ªticas. So mos un pueblo que no olvida. Pasar¨¢n a?os... muchos a?os... y a¨²n tendremos que liarnos otra vez a tiros. No tenemos remedio. Tal vez nosotros no volvamos a ver la segunda parte de esta guerra civil, pero s¨ª nuestros hijos o nuestros nietos. S¨ª, todos somos espa?oles, pero estamos luchando como animales salvajes.
Qued¨¦ solo con mis pensamientos. Basura y nada m¨¢s que basura. Puro estercolero humano. Sangre, m¨¢s sangre, como Dr¨¢culas, que dec¨ªa el sargento. Insaciables; y ahora conoc¨ªa que en el lado de los fascistas tampoco hab¨ªa sido manca la cosa. Unos y otros dec¨ªan que era para vengar a sus muertos. Pero ?qui¨¦n empez¨® primero? Era como aquello de ?qui¨¦n existi¨® primero: el huevo o la gallina??
El soldado Pelegr¨ª aprendi¨® mucho de sus compa?eros. Ten¨ªan sus ideas, cada uno las suyas, pero a mente sana y coraz¨®n noble no les ganaba nadie. Albalet y Manzanero, con su veteran¨ªa, eran como un padre para los muchachos imberbes y novatos que llegaban a la compa?¨ªa, de zapadores, de la 87 Brigada Mixta de Carabineros del XXII Cuerpo de Ej¨¦rcito republicano.
Ni los historiadores ni los pol¨ªticos, ni incluso los jefes protagonistas se han puesto de acuerdo en un relato ver¨ªdico y di¨¢fano de la batalla de Teruel.
Veinticinco a?os m¨¢s tarde, a estos hechos, Illia Ehremburg contaba en sus memorias que el general Grigorievich le dijo la noche del segundo d¨ªa de la ofensiva en Teruel: ?Tomaremos Teruel, pero no conseguiremos conservarlo. Nosotros nos reforzamos por kilos, mientras que los alemanes e italianos se refuerzan por quintales.?
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