El escultor Henry Moore cumple ochenta a?os
La biograf¨ªa de Moore puede de alg¨²n modo verse enmarcada entre las dos grandes guerras mundiales. Conoci¨® en la del catorce (en la batalla de Cambrai, por m¨¢s se?as) lo horrores del gas, ingenio devastador de aquella contienda, y dio fehaciente testimonio de la del cuarenta a trav¨¦s de una dram¨¢tica serie de dibujos en los que supo reflejar el terror de la poblaci¨®n londinense a merced de los bombardeos (su propio taller fue destruido por una bomba) que a diario llevara a cabo la aviaci¨®n nazi.De origen irland¨¦s (como tantos y tantos otros insignes ingleses), Henry Moore escribi¨® el primer y m¨¢s sobresaliente cap¨ªtulo de la escultura brit¨¢nica, poco tentada, antes de ¨¦l, a su pr¨¢ctica espec¨ªfica, y harto pr¨®diga, tras ¨¦l., en buenos cultivadores como Chadwick, Adams, Armitage, Butier, Meadows, Tumbull, Caro, Paolozzi, King... En 1910 inicia Moore el aprendizaje del dibujo en la Grammar School de Castleford y, concluida la primera guerra mundial, cursa estudios superiores en la Escuela de Arte de Leeds y luego en el Royal College de Londres, en el que m¨¢s tarde ser¨¢ profesor de escultura. Es nombrado en 1940 Officiel War Artist, y, al a?o siguiente, administrador de la Tate Gallery. En 1949 logra el Premio de Escultura en la Bienal de Venecia, al que agregar¨¢, a?o tras a?o, otros cuantos galardones de prestigio internacional. La pasada semana, y como primicia de su onom¨¢stica, el Gobierno austr¨ªaco le distinguir¨ªa con la condecoraci¨®n de Honor de las Ciencias y las Artes.
La afirmaci¨®n "biof¨®rmica"
Vale decir, desde una consideraci¨®n muy general, que la escultura de Moore se funda, af¨ªn a la de Arp, en la tajante afirmaci¨®n del biomorfismo. Frente al signo evocador de la estatuaria tradicional (frente a su inequ¨ªvoca referencia al pasado, en forma de acta conmemorativa, exaltaci¨®n heroica o ceremonia funeraria), Henry Moore se propone, apenas asomado al ventanal de la creaci¨®n, afirmar la continuidad espacio-temporal de la vida misma. No sin raz¨®n ni agudeza ha dejado escrito, al respecto, Giulio Carlo Argan: ?Henry Moore hace de las antiguas t¨¦cnicas de la escultura el instrumento para la b¨²squeda de una forma arquet¨ªpica, originaria e intr¨ªnseca a la materia, principio vital de su propio expandirse y transformarse en espacio-figura; una dimensi¨®n que comprende y unifica la evoluci¨®n de la realidad natural (el crecimiento) y de la realidad humana (la historia). ?La forma escult¨®rica de Moore, lejos de toda ruptura con el totum continuum en que la vida se manifiesta, estalla y se autoidentifica, viene a entra?ar su propio trasunto o correlato, en cuyas ilimitadas fronteras la figura humana cobra su proporci¨®n, su estatura, a modo antes de ¨®rgano que de canon. No se equivocan quienes descubren un claro parentesco entre la escultura de Moore y la arquitectura org¨¢nica en general y algunos muy particulares proyectos de Alvar Aalto (los techos del audit¨®rium de la biblioteca de Vijpuri, los dormitorios del Massachussets Institute of Tecnology, en Cambridge ... )en los que al auge y desarrollo de la l¨ªnea curva vienen a definir el hacerse indefinido (valga la paradoja) y el indefinible mostrarse de la vida misma.
Con no ocultar referencias a viejas tesis iluministas, la l¨ªnea curva y ondulada, tanto en la arquitectura de Alvar Aalto como en la estatuaria de Henry Moore, quiere asemejarse al curso inaprehensible de la vida, en la que todo es continuidad a la redonda, espacio y tiempo a la redonda, asombroso girar y girar sin pausa o intermitencia, insensible y diario aparecerse y renovarse... a ejemplo y por impulso del esp¨ªritu que la anima, de acuerdo, y muy de acuerdo, con lo que dej¨® sentenciado el Eclesiast¨¦s: ?As¨ª el esp¨ªritu avanza en c¨ªrculos y sobre sus propios c¨ªrculos regresa.? Giro colosal o soberbia ola en constante y ondulado aflujo y reflujo, la escultura de Henry Moore se toma org¨¢nica como la arquitectura de Alvar Aalto y como el propio desarrollo de la figura humana cuya g¨¦nesis es biomorfa por antonomasia.
Atento a la insensible y enigm¨¢tica continuidad de la naturaleza y de la vida, Henry Moore se propone hallar en el hombre, en la figura humana, la s¨ªntesis de la creaci¨®n en sentido subjetivo y objetivo. De una parte es al hombre, en cuanto que artista, a quien cumple dar cumplimiento a la obra grandiosa de la craci¨®n, conciliar todas las infinitas divergencias en que la evoluci¨®n creadora -por usar palabras de Bergson- se ramific¨®, apenas tom¨® cuerpo y consistencia a manos del ¨¦lan vital, del impulso originario. Por otro lado, cuadra al hombre, a la figura humana, el papel de s¨ªntesis objetiva entre aquellas otras dos f'ormas capitales de la disociaci¨®n (consciencia y deseo, inteligencia e instinto) que desde los manantiales del tiempo imprimi¨® el impulso originario a la evoluci¨®n de la naturaleza (el crecimiento) y del hombre mismo (la historia).
Un escultor humanista
Toda la escultura del artista brit¨¢nico adquiere, en efecto, la forma de infinitas variaciones en torno al tema un¨ªvoco del hombre, de la figura huimana. Henry Moore se comporta como un aut¨¦ntico humanista en el doble sentido del vocablo. La estatuaria de Grecia y de Ronia, m¨¢s la memorable reconsideraci¨®n que de ambas llev¨® a cabo el Renacimiento, concitar¨¢n tempranamente sus afanes pero no como fuente de inspiraci¨®n, emulaci¨®n o actitud meramente imitativa; a manera, m¨¢s bien, de ense?anza paulatina e hist¨®ricamente comprobable en tomo la configuraci¨®n pl¨¢stica de la¨ªdea del hombre. Rendido admirador de Miguel Angel, recoger¨¢ de ¨¦l la sola y preclara lecci¨®n que, traducida en piedra, imprimi¨® en las p¨¢ginas de la historia, sin hacer ni remotamente suya cualquiera de las t¨¦cnicas o modalidades expresivas con que el florentino viniera a definir y asentar entre las cosas la presencia y contundencia de la figura humana.La preocupaci¨®n humanista induce, por otro lado, a Moore a volcar la plenitud de su trabajo en la reconsideraci¨®ny recompostura de la b¨ªblica imagen y semejanza de Dios. El hombre y s¨®lo el hombre cuenta en los designios de Moore, seg¨²n el propio Moore declaraba, en 1959, a John y Vera Russell: ?A pesar de todos nuestros progresos en la tecnolog¨ªa y en el control de la naturaleza, para m¨ª, la base real de nuestra vida reside en las relaciones humanas. Son ellas las que nos hacen felices o desgraciados. En ellas es donde nos realizamos o dejamos de realizarnos. Pueden crearse, mediante recurso a la forma tridimensional, numerosos ¨ªndices aptos para valorar lo que el hombre presiente, su visi¨®n de la naturaleza, del medio que lo circunda. Me parece que no podemos ni debemos alejarnos jam¨¢s de esa realidad fundamental sobre la que en ¨²ltimo t¨¦rmino se basa toda la escultura: el cuerpo humano. ?
S¨ªntesis o posibilidad de s¨ªntesis entre las mil disociaciones que la evoluci¨®n del mundo expandi¨® a lo largo, lo ancho y lo curvo de la naturaleza, el hombre de Moore, tallado en piedra o fundido en bronce, surgir¨¢, seg¨²n dije, a manera de trasunto o correlato de la naturaleza misma, alz¨¢ndose en momentos de plenitud como colosal parang¨®n de lo que le rodea a diario y a la redonda. La escultura de Moore, en cuanto que asombroso e intencionado parang¨®n de la naturaleza, cobra una dimensi¨®n harto peculiar, mereciendo, a su vez, verse parangonada con aquellas otras actividades humanas, cual la arquitectura o la ingemeria, que se desarrollan y perpet¨²an con la virtud o el simple efecto de asentar y dejar cosas entre las cosas constitutivas del mundo o venidas de su propio despliegue. La escultura de Moore reclama, a juicio m¨ªo, verse cotejada ejemplarmente a la luz de esas otras dos actividades que acabo de apuntar, y a tenor de un sencill¨ªsimo esquema que paso a exponer.
Para acotar el tema en sus justos limites voy a permitirme la formulaci¨®n de tres definiciones alusivas a la ingenier¨ªa, a la arquitectura y a la escultura, dando de lado en las dos primeras su aspecto funcional o consideradas cuando se han hecho obsoletas, cuando ya han perdido su funci¨®n pr¨¢ctica por el paso del tiempo o erosi¨®n de la historia. ?La ingenier¨ªa es un ord en natural que se opone a la naturaleza.? Por el c¨¢lculo, la ingenier¨ªa est¨¢ en el orden de la naturaleza -el c¨¢lculo es abstracci¨®n de leyes naturales-, pero por la obra calculada, o estructura, se convierte en artificio que viene a perturbar o modificar el orden natural. ?La arquitectura es un orden artificial que se acomoda a la naturaleza.? Parte de f¨®rmas dadas, no directamente abstra¨ªdas de la naturaleza, y trata con ellas de acomodarse -la ecolog¨ªa es o debe ser su fiel compa?era- al orden natural.
Arquitectura, ingenier¨ªa y escultura
?Y la escultura? ?La escultura es un orden natural que se traduce como parang¨®n artificial ante la naturaleza.? Si es verdadera escultura, arranca, como la ingenier¨ªa, de la abstracci¨®n de leyes naturales y, a diferencia de aqu¨¦lla, termina por parangonarse, en cuanto que ?artefacto?, con la naturaleza circunstante. Orden natural y artificio (aqu¨¦l en los or¨ªgenes y ¨¦ste en los resultados), si son capaces de distinguir la escultura de la arquitectura y la ingenler¨ªa, terminan igualmente por convert¨ªr en arquetipo las obras de Henry Moore, con aquellas dos caracter¨ªsticas fundamentales e inmediatas al sentido que las hacen reconocibles entre las de otros mil: el intencionado colosalismo de su escala real y su ineludible inserci¨®n en la naturaleza al aire libre, en la clara y radiante plenitud de la libre anchura.Sin cualquiera de estas dos notas esenciales, las esculturas de Moore perder¨ªan toda su entidad. Reducir su escala (y muchos de nuestros artistas de la posguerra, adobado el caso con ciertas y mediocres rem embranzas de Marini y Campigli, fueron especialistas en la materia) equivale a convertir un coloso en un pisapapeles. Extraerlas del medio natural (y no fueron pocos nuestros artistas posb¨¦licos que las interpretaron a manera de ilustraciones o vi?etas) es tanto como transformar en adorno lo que fuera concebido como audaz pugilato entre lo que hace el hombre y lo que el mundo dej¨® plenamente hecho a la redonda. Cumple, en fin, a Moore nombre arquet¨ªpico de escultor, por cuanto que ha acertado a adecuar el orden natural al del artificio, alumbrando una preclara expresi¨®n biom¨®rfica y centrando en el hombre, en la figura humana, el tit¨¢nico parang¨®n, pulso o pugilato entre naturaleza y arte.
Babelia
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