El irresistible descenso del d¨®lar
EN LOS ratos libres que le dejaba su trabajo en la Inquisici¨®n, Pedro Fern¨¢ndez de Navarrete escrib¨ªa, alrededor de 1626, que la estabilidad interior y exterior de la moneda es garant¨ªa de la conservaci¨®n de la Monarqu¨ªa -precisamente este fue el t¨ªtulo de la segunda edici¨®n de su conocida obra econ¨®mica Discursos-. Pues bien, desde aquellos lejan¨ªsimos tiempos la doctrina econ¨®mica ha mantenido la misma opini¨®n sobre la importancia del factor monetario, con raras excepciones en el terreno interior y con muchos y largos per¨ªodos de olvido en el campo exterior. Los protagonistas de estas violaciones de la doctrina han sido siempre las naciones que en cada ¨¦poca ostentaban la primac¨ªa pol¨ªtica, econ¨®mica y, a veces, cultural del mundo occidental. El ¨²ltimo y m¨¢s claro ejemplo lo constituye Estados Unidos y su pol¨ªtica de olvido de la suerte del d¨®lar en los mercados internacionales de cambio.En 1977 la cotizaci¨®n del d¨®lar alcanz¨® sus niveles m¨ªnimos, sin que las autoridades americanas parecieran tomar consciencia de la grave amenaza que representa para su estabilidad econ¨®mica interna. Quiz¨¢s por ello persistieron en los primeros meses de 1978 esas causas -fuerte d¨¦ficit de la balanza comercial, tasas altas de inflaci¨®n y r¨¢pido crecimiento del producto- y el d¨®lar ha seguido depreci¨¢ndose.
El a?o comenz¨® mal, el programa econ¨®mico. y el presupuesto presentado en enero por el presidente Carter no lograron disipar la preocupaci¨®n ocasionada por el d¨¦ficit de la balanza comercial en 1977. Siguiendo su pol¨ªtica habitual, las autoridades americanas no intervinieron sino ocasionalmente en los mercados de cambios, y la baja del d¨®lar se aceler¨® en marzo. La decidida actitud del banco central americano, traducida en una elevaci¨®n de los tipos de inter¨¦s, fue interpretada por los operadores como un reforzamiento de la preocupaci¨®n antiinflacionista, y el d¨®lar recuper¨® en poco m¨¢s de cinco semanas casi. el 3% de lo perdido en la primera parte del a?o. El anuncio, a mediados de mayo, del fuerte d¨¦ficit comercial en el mes de abril y de la aceleraci¨®n de las presiones inflacionistas ocasionaron una nueva ca¨ªda de la divisa americana, levemente detenida en las semanas siguientes por la intervenci¨®n, esta vez clara y decidida, de los principales bancos centrales europeos y el japon¨¦s. Durante junio y julio la moneda americana sigui¨® una l¨ªnea irregular y de leve descenso, sostenida por la expectaci¨®n provocada por las conferencias de Bremen y Bonn. Concluidas ¨¦stas sin promesas firmes por parte del presidente Carter, el rumor de que los pa¨ªses exportadores de petr¨®leo se negar¨ªan, a admitir el d¨®lar como medio de pago del crudo desencaden¨® una nueva ola especulativa en contra de la moneda americana, que ha vuelto a poner en primer plano las causas de esta sempiterna debilidad.
Una compleja situaci¨®n econ¨®mica interior es sin duda, el origen de los problemas del d¨®lar. As¨ª parec¨ªa reconocerlo el propio presidente americano en un discurso pronunciado el 11 de abril cuando se?alaba que las dos amenazas para su econom¨ªa resid¨ªan en el elevado nivel de las importaciones de petr¨®leo y la fuerte tasa de inflaci¨®n. Este ¨²ltimo aspecto era y es especialmente preocupante; seg¨²n previsiones ?de los expertos, en 1978 los precios americanos crecer¨¢n alrededor del 7%, mientras que los de los pa¨ªses competidores, como Alemania y Jap¨®n, pueden hacerlo entre el !1,5 % y en 2 %. Estas preocupantes cifras han hecho pasar a un segundo plano el tema del paro, que, desde luego, ha registrado un descenso espectacular, ha -devuelto al primer plano de la actualidad las diferencias en las tasas de crecimiento real entre Estados Unidos y las restantes grandes econom¨ªas occidentales. En 1977 la tasa de crecimiento americana fue del 4,9%, mientras que la de los principales pa¨ªses de la OCDE oscil¨® entre el 0,8% de Gran Breta?a y el 2,7% de Francia, si se except¨²a el 5,1 % de Jap¨®n. Para el presente a?o las cifras ser¨¢n del orden del 4,5% para la econom¨ªa americana y del 3,25 % para los restantes pa¨ªses industrializados.
Como es l¨®gico ese diferente ritmo de crecimiento agrava m¨¢s los problemas de la balanza corriente americana, y aun cuando, como consecuencia de la cumbre de Bonn, Alemania y Jap¨®n adopten medidas reactivadoras, sus efectos sobre las exportaciones americanas no se dejar¨¢n sentir hasta finales de a?o. En resumen, el d¨¦ficit americano, que fue de 17.400 millones de d¨®lares frente al super¨¢vit de 11.000 millones, en el caso de Jap¨®n, y de 7.600 en el de Alemania, podr¨ªa alcanzar este a?o la escalofriante cifra de 22.000 ¨® 23.000 millones de d¨®lares.
Queda, adem¨¢s, un punto oscuro que los dirigentes de los grandes pa¨ªses no gustan discutir en p¨²blico, pero que no puede olvidarse a la hora de analizar el trasfondo del problema del d¨®lar. Las grandes nacion . es competidoras con Estados Unidos en los mercados internacionales sospechan que la actitud americana ante el descenso del d¨®lar ha sido y es, en gran parte, deliberada, y busca aumentar la competitividad de sus exportaciones. Quiz¨¢s por esta raz¨®n, los bancos centrales europeos y japon¨¦s han intervenido frecuentemente en los mercados de cambio para impedir que una apreciaci¨®n excesiva de sus monedas otorgase una ventaja adicional a los productos americanos en los mercados mundiales. Semejante actitud no es compartida por los responsables americanos, quienes se?alan que la depreciaci¨®n efectiva de su moneda -es decir, corregida de la tasa de inflaci¨®n- ha sido, entre junio de 1977 y 1978, apenas de un 2%, cifra insuficiente a todas luces para justificar la falta de cooperaci¨®n de los restantes pa¨ªses.
Cara a la segunda mitad del a?o, la situaci¨®n se presenta complicada. No cabe esperar que la amenaza de la OPEP se cumpla, dado el papel predominante que en la Organizaci¨®n juega Arabia Saudita, pero tampoco parece plausible que las actuales tendencias de las balanzas comerciales de las tres naciones que dominan el comercio mundial, o sea, Estados Unidos, Alemania y Jap¨®n, cambien de signo tan r¨¢pidamente como para originar una situaci¨®n de mayor equilibrio entre las cotizaciones de sus respectivas monedas. La consecuencia inevitable ser¨¢ un paulatino descenso en la cotizaci¨®n del d¨®lar y, lo que puede resultar m¨¢s grave, en la reputaci¨®n del presidente Carter como pol¨ªtico capaz de gobernar su pa¨ªs.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.