La comuna, una nueva forma de vivir
A partir de la revuelta estudiantil que, en 1967, conmovi¨® la Universidad de Berkeley, de California, y en relaci¨®n con el movimiento ?hippie? nacido en San Francisco con anterioridad, surgi¨® la idea de las comunas, que m¨¢s tarde se extendieron por todo el mundo occidental. La huida ante las presiones d¨¦ la familia ?nuclear? y de la sociedad americana dominada por el consumo, y la b¨²squeda de un sentido nuevo que Informara la vida, hizo nacer en algunas personas adultas y sobre todo j¨®venes, la necesidad de encontrar por medio de una unidad solidaria distinta a la familia un nuevo estilo de vida en contra de la sociedad americana oficial. En Dinamarca, y en una sociedad m¨¢s permisiva y tolerante, las ideas comunales tuvieron pronta acogida, y su extensi¨®n fue mucho m¨¢s r¨¢pida y f¨¢cil, lleg¨¢ndose a coordinar las distintas experiencias en un organismo colectivo, cuyo objeto era facilitar la ayuda jur¨ªdica, informaci¨®n e intercambio de experiencias de las diferentes comunas.
El movimiento de comunas tambi¨¦n tuvo eco en Alemania, pero su desarrollo ha sido mucho m¨¢s dif¨ªcil, al enfrentarse con una sociedad m¨¢s r¨ªgida y autoritaria. En este pa¨ªs, las primeras y m¨¢s famosas comunas fueron la uno y dos de Berl¨ªn y la comuna Horia, de Munich, cuyo programa era la ?revolucionarizaci¨®n del individuo burgu¨¦s?, fracasaron, seg¨²n algunos, por su izquierdismo militante. Estaban compuestas por estudiantes radicales, e inmediatamente ensayaron una incidencia pol¨ªtica directa sobre la sociedad alemana. Hoy, han perdido ya este car¨¢cter inicial e intentan en primer t¨¦rmino transformar a sus propios miembros.
Las motivaciones que m¨¢s com¨²nmente aparecen en los grupos que ensayan estas experiencias comunitarias, suelen ser de tipo religioso, vitales -al rechazar un medio que se resiente como opresivo y alienante- y las derivadas de una concepci¨®n pol¨ªtica que busca una alternativa de organizaci¨®n de la sociedad.
La peque?a comuna de Solentiname (un conjunto de islas al sur de Nicaragua) puede servirnos de ejemplo de una experiencia de marcado car¨¢cter religioso y que aunque tiene antecedentes numerosos a trav¨¦s de la historia es distinta al situarse en nuestros d¨ªas y en una sociedad determinada. Un peque?o grupo de personas, a mediados de los a?os sesenta, se instalan en estas islas ?para fundar all¨ª una peque?a comunidad contemplativa?. Seg¨²n el testimonio de uno de ellos (Ernesto Cardenal), su deseo de unirse con Dios les lleva a unirse con las pobres gentes que habitan en las islas, y a tomar un compromiso pol¨ªtico como medio de llevar a la pr¨¢ctica sus ideas religiosas de empezar a construir ?una sociedad justa, sin explotadores ni explotados, con todos los bienes en com¨²n?.
Al irse integrando esta peque?a comunidad en su entorno y al plantearse los campesinos esta nueva forma de vida que se les ofrece y la necesidad de luchar contra la opresi¨®n que padecen, les lleva a darse cuenta de que en Nicaragua la ?lucha no violenta no es practicable?. La experiencia termina con la intervenci¨®n del Gobierno.
Como modelo de una experiencia de comuna con motivaci¨®n ?vital? -aunque tambi¨¦n como en el caso anterior se mezclan motivaciones pol¨ªticas- tenemos la famosa comuna ?Cristiania?, de Copenhague. Empez¨® en el oto?o de 1971 como un ensayo de vida en com¨²n en oposici¨®n al tipo de sociedad consumista, individualista y desarrollista que busca un progreso econ¨®mico, pero no un progreso personal y que impide que se mejoren las relaciones humanas. La vida de esta comuna, donde no se respetan las leyes, ni el orden establecido, ni la propiedad, y donde no s¨®lo se han establecido las gentes que buscan una nueva forma de vivir, sino tambi¨¦n -favorecidos por la permisividad- oportunistas drogadictos y todo tipo de marginados, no ha sido ni es demasiado f¨¢cil, ya que son frecuentes los enfrentamientos con el poder oficial y aun con un buen n¨²mero de ciudadanos, que no ven con agrado esta permanente puesta en cuesti¨®n de los valores de la sociedad danesa.
En Francia, despu¨¦s de mayo de 1968, en que se hab¨ªa puesto en cuesti¨®n no s¨®lo al poder, sino toda autoridad incluida la de los l¨ªderes de la izquierda, surgieron diversas comunas con el fin de prolongar como formas de vida estable la experiencia de aquel movimiento. La motivaci¨®n pol¨ªtica de estos ensayos es indudable, uno de ellos basta como muestra, la comuna de Aix-en-Provence. Cuatro familias parisinas, militantes de extrema izquierda, se instalan en una vieja granja para lograr que ?la creatividad, la imaginaci¨®n y la relaci¨®n interpersonal pudieran existir ... ?. Esta comuna cara al exterior vive como los dem¨¢s, los hombres y mujeres trabajan fuera de la comuna y los ni?os asisten a la escuela y es dentro de la granja donde quieren vivir de otra manera, all¨ª todo es puesto en com¨²n, la propiedad privada no tiene cabida y ni siquiera los hijos pertenecen a sus padres, sino que todos son padres y madres de todos. Con el tiempo, y por la necesidad de abrirse al en torno y estar presentes en el lugar donde la comuna est¨¢ instalada algunos de los miembros vuelven a su militancia pol¨ªtica, una de las mujeres abre una guarder¨ªa y m¨¢s tarde una escuela maternal para los ni?os de la granja y para los ni?os de los obreros que habitan en los alrededores, las dificultades comienzan pues la escuela no es reconocida... Han sido muchos los que han pasado por esta comuna, hoy quedan en la misma cuatro mujeres y diez ni?os.
Movimiento de "comunas" en la Espa?a actual
En Espa?a empezaron a surgir comunas a principios de los a?os setenta y agrupaban, principalmente, a hijos de las clases altas que, como en otros pa¨ªses de Am¨¦rica y Europa, se rebelaban contra sus padres, las instituciones y las formas de vida impuestas por la sociedad. Sin embargo, este renacer de las comunas en nuestro pa¨ªs despu¨¦s de los a?os de dictadura, fue prematuro, las propias contradicciones, el no tener una alternativa durable que ofrecer y, sobre todo, la falta de fuerzas para enfrentarse con una sociedad muy r¨ªgida y todav¨ªa dominada por la represi¨®n, termin¨® por impedir y por ahogar estas experiencias. Hoy, de nuevo, y desde hace unos tres a?os, est¨¢n apareciendo otro tipo de comunas, y otros grupos de gentes intentan una alternativa comunitaria para buscar la identidad personal a trav¨¦s de la comunicaci¨®n con otras personas y del rechazo de unas formas de trabajo que consideran alienantes. La motivaci¨®n m¨¢s generalizada para lanzarse a la aventura de esta nueva forma de vida es la de escaparse de un sistema que no les satisface y por el que se sienten agredidos. Dicen no a una cultura anticreativa e integradora del individuo, un sistema que creen les ha ido expoliando de la naturaleza y limitando sus posibilidades de realizarse como personas.
?Nuestro criterio -afirma uno de los fundadores de una comuna madrile?a que m¨¢s tarde se traslada a Extremadura- es que de las opciones que nos puede prestar el sistema, no hay ninguna que nos sea totalmente v¨¢lida. El sistema en el que vivimos tiene cosas positivas... el arte, la t¨¦cnica cuando no llega a dominar al hombre... todo est¨¢ muy bien, pero tal como est¨¢ montado no nos ofrece una forma de vida en la cual la integridad de la persona sea respetada ¨ªntegramente.?
En todos los que ensayan integrarse en una comuna aparece el ansia de encontrar una alternativa a lo que no les satisface.
La vuelta a la tierra y a la naturaleza, el dejar la ciudad que les ahoga y les contamina no s¨®lo f¨ªsicamente aparecen frecuentemente en las ?llamadas? angustiadas que realizan muchos a trav¨¦s de cartas pidiendo integrarse en una comuna ya en marcha, y en las manifestaciones de los que ya viven en ellas.
?Estamos intentando vivir en armon¨ªa con la naturaleza. Tratamos de autogestionarnos como algo vivo que somos, en continuo cambio ... ? ?Estamos aqu¨ª -dice otro- trabajando en el campo, porque en Madrid no aguant¨¢bamos la imbecilidad de los "progres" ni de los jefes, ni de los trabajos in¨²tiles, que jam¨¢s sabes para qu¨¦ sirven.?
En el fondo de muchos de ellos subyace la p¨¦rdida de ?fe? en las revoluciones te¨®ricas, la utop¨ªa revolucionaria quieren practicarla en su propia vida y ahora. ?La idea consiste en la creaci¨®n de algo que pueda mediatizar m¨ªnimamente nuestra existencia: para ello, la comuna. Es imprescindible desestructuramos hacia formas libertarias. Hay que conseguir establecer una red comunera y para ello llamo a todo aquel o aquella que est¨¦n decididos en la realizaci¨®n de una comuna anarquista.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.