EL PAIS y las drogas
A lo largo de los ¨²ltimos meses he venido observando con estupor c¨®mo este gran peri¨®dico adoptaba una postura tolerante hacia el consumo de la marihuana y otras yerbas.Desde luego, nunca se me hubiera ocurrido enviar una carta de este tipo a publicaciones m¨¢s o, menos marginales, en las cuales el tema no es negociable. Por el contrario, el hecho de que este peri¨®dico, al cual tambi¨¦n considero m¨ªo, manifieste esta actitud err¨®neamente permisiva, s¨ª me obliga a expresar p¨²blicamente mi desacuerdo.
Conisdero simplemente que la mayor parte de las opiniones vertidas al respecto son gratuitas y temerarias. Aunque me cuesta aceptarlo, pienso que dichas observaciones han sido compartidas por ser consideradas progresistas en ciertos medios; sin embargo, estos se?ores que con tal actitud pretenden instalarse en el carro de los nuevos tiempos, no dejan de ser pobres incautos que han llegado tarde al fest¨ªn dorado de las flores. Es triste comprobar c¨®mo un medio y unas firmas tan influyentes emiten su opini¨®n en un tema tan resbaladizo y en el que se adivina su falta de autoridad.
Me gustar¨ªa llamar su atenci¨®n sobre el evidente peligro de no tener muchas voces competentes a la hora de tratar este tema. La carrera del consumo es previsible que aumentar¨¢, dada la evoluci¨®n que se pudo observar en otros pa¨ªses a los que, evidentemente, nos vamos acercando; sin embargo, no se aprecia mucho inter¨¦s por escarmentar en cabeza ajena. Lo que quisiera, al enviarles esta carta, es s¨®lo recordarles un poco la historia que se desarroll¨® en Inglaterra, Suecia, EEU U y tantos otros pa¨ªses que pasaron antes por el aro.
Al optimismo de los primeros d¨ªas (buenas vibraciones, sonrisas, amores dulzones y generosidad ?espont¨¢nea?) le sigui¨® la horrible pesadilla de ver a sus hijos desahuciados cuando la ilusi¨®n se hizo pedazos. Las secuelas fueron muchas: muertes prematuras por abusos, negligencias o asesinatos; prostituci¨®n y delincuencia a todos los niveles seg¨²n los casos; en fin, toda una troupe de juguetes rotos que, hasta ahora, nadie se ha parado a enumerar, pero que asustar¨ªa a cualquier humano si alg¨²n d¨ªa se lleva a cabo.
Todos empezaron con un porro; algunos ni siquiera pasaron a otros pelda?os; pero cualquiera con problemas depresivos, traumas y complejos, o un simple estado de ¨¢nimo desfavorable, se puede convertir en la v¨ªctima inesperada.
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