Morir en Praga
Las memorias del general Moravec, jefe del servicio de informaci¨®n militar checoslovaco, constituyen una s¨ªntesis de la tr¨¢gica historia de la Rep¨²blica de Checoslovaquia.Pocos d¨ªas antes de las navidades de 1918, el doctor Masaryk entr¨® en la capital del nuevo pa¨ªs, formado por el antiguo reino de Bohemia, el margraviato de Moravia, el ducado de Silesia y Eslovaquia y Rutenia. Todos menos la ¨²ltima hab¨ªan sido parte del primer reino checo destruido por la guerra de los treinta a?os. La gente cuyos antepasados comenzaron la reforma, era democr¨¢tica por instinto, y acostumbraba a pensar por su cuenta. Fue proclamado el sufragio universal -treinta a?os antes que en Italia y Francia- con un sistema electoral basado en la representaci¨®n proporcional. En pocos a?os, el nuevo pa¨ªs iba a ser el m¨¢s alfabetizado de Europa; su industria y su agricultura se desarrollaron de manera asombrosa. Con el tiempo, Checoslovaquia se habr¨ªa convertido en otra Suiza. Pero... en los planes de Hitler exist¨ªa la ?operaci¨®n verde?.
Maestro de esp¨ªas
Frantisek Moravec.Ediciones Mart¨ªnez Roca. Barcelona.
Al constituirse el Estado checoslovaco en Versalles, qued¨® englobada en la nueva naci¨®n un n¨²cleo de minor¨ªa alemana de algo m¨¢s de tres millones y medio de habitantes, cre¨¢ndose un foco de inquietud que presagiaba graves conflictos con el Reich alem¨¢n. Ya en junio de 1937, Hitler concibi¨® el llamado ?caso verde?, nombre en clave, dado al primer plan de ataque por sorpresa sobre Checoslovaquia. Despu¨¦s de la f¨¢cil conquista de Austria, el ?caso verde? resultaba inaplazable, y no solamente porque la Rep¨²blica checoslovaca era el pa¨ªs m¨¢s culto y pr¨®spero de la Europa central, sino m¨¢s que nada porque significaba un obst¨¢culo para la expansi¨®n nazi.
El 30 de septiembre de 1938 se firm¨® el Acuerdo de Munich, donde Francia e Inglaterra se sometieron al vergonzoso chantaje de Hitler.
En Praga hubo manifestaciones en masa contra la entrega acordada en Munich, que era una capitulaci¨®n, en toda regla, ante Alemania.
Desde su puesto clave de jefe de los servicios de espionaje, el general Moravec relata la cruenta lucha que tuvo que afrontar su pueblo en unas condiciones desesperadas.
En marzo de 1948, a los pocos d¨ªas de la entrada de los rusos en Praga, Moravec tuvo que huir de nuevo. Todo cuanto pudo llevarse fue: ?una navaja de afeitar, una brocha, un pedazo de jab¨®n, cuatro pa?uelos, dos pares de calcetines, una distinci¨®n americana, la medalla de la Orden del Imperio Brit¨¢nico, una pistola cargada y veinticuatro balas?.
Sin duda alguna el inter¨¦s de este libro es absorbente. Alguien ha dicho que es la mejor obra de espionaje y contraespionaje que se ha escrito desde que termin¨® la segunda guerra mundial.
Las memorias del general Moravec nos recuerdan aquellas frases amargas y penosas del gran escritor checo Karel Capek, que escribi¨® una gu¨ªa para el hombre de Estado, al decir: ?Los tratados se hacen para que los respeten las naciones d¨¦biles. En inter¨¦s de la paz, deben tomarse en¨¦rgicas medidas contra las v¨ªctimas de las agresiones. Ning¨²n sacrificio hecho por los otros es demasiado para la causa de la paz. Los checos no han sido vendidos... simplemente regalados.?
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