Alegr¨ªa y fiesta de toros verdadera en Almagro
Merec¨ªa le pena estar aqu¨ª. Merec¨ªa la pena pegarse el paliz¨®n de kil¨®metros viajando toda la noche, descabezar un sue?o dentro del coche en la calma fr¨ªa del puerto, y luego pasar los calores de la Mancha, para presenciar una corrida de toros en su salsa verdadera.Para ver toros, tal como es la fiesta en su versi¨®n m¨¢s pura, Madrid, cuya afici¨®n es seria y competent¨ªsima; Sevilla, con sus silencios, su cadencia y su gracia, y cualquier plaza de La Mancha donde la gente vive la corrida con pasi¨®n, en una comunicaci¨®n continua y absoluta entre el tendido y el ruedo.
El festejo de feria celebrado ayer en Almagro fue una gran fiesta, aunque no vi¨¦ramos en la lidia nada del otro jueves. Aqu¨ª la gente no presume de seriedad, ni de exigir el toro, pero todo es mejor, porque es sensible a la belleza de los tercios, cuya finalidad comprende; sigue con atenci¨®n la lidia y su t¨¦cnica, que conoce, y sabe ver al toro. ?Vaya si lo sabe ver!
Plaza de Almagro
Corrida de feria. Buena entrada. Toros de Carlos N¨²?ez, bien presentados, aparatosos de cabeza y algunos hasta terror¨ªficos de pitones; excepto el segundo, que era abecerrado, y sexto -grande y con poder-, que parec¨ªa afeitado. Curro Rornero: bronca en los dos. El Viti: oreja y palmas. Angel Teruel: escasa petici¨®n y vuelta con protestas; silencio.
Otra cosa es que sea una afici¨®n en cierto modo tolerante. Para ferias no quiere amargarse la vida. Pero est¨¢ en todo y afeita un huevo en el aire: ?Ese es un becerro; ¨¦ste es el toro, bueno para Madrid y para todas partes, aunque est¨¢ afeitado; esos dos derechazos de Curro han valido por toda la corrida; el Teruel m¨¢s valdr¨ª¨¢ que toreara mejor y se entregara al matar, en lugar de mandar a sus peones a que mendiguen la oreja.?
Estos comentarios se escuchaban continuamente en la plaza. El pueblo de Almagro es comunicativo y bondadoso; entre bocado y bocado de jam¨®n y el trago largo de cualquiera de los vinos de la tierra, se sigue la corrida con atenci¨®n y entrega porque es su fiesta, no quiere otra para celebrar la feria.
Ven¨ªamos de la seriedad ficticia, que tantas veces se traduce en tristeza; ven¨ªamos de la intransigencia sin fundamento, y encontramos con una corrida as¨ª ha sido abrir el coraz¨®n a la alegr¨ªa y a la sinceridad. ?Fuera cuentos! Aqu¨ª no estaba el stablishment del mundillo taurino, esa afici¨®n oficial de se?ores profesionales y otros pr¨®ceres con la que hay que contar para que no digan y porque otros tiempos y otros usos le dieron carta de naturaleza; aqu¨ª no se producen (y son impensables) esos cen¨¢culos de la tauromaquia de sociedad perfectamente ordenada y jerarquizada; aqu¨ª no estaban y no hac¨ªan falta, porque quien se encontraba presente era el pueblo soberano, divertido, feliz, conocedor del espect¨¢culo, al que ama desde sus ra¨ªces e identificado con el pormenor del toreo en todas sus facetas.
Veletos todos los toros, excepto el primero de El Viti (que era una especie de becerro) y el ¨²ltimo de Teruel (que parec¨ªa escandalosamente afeitado), los n¨²?ez salieron boyantes. Curro no se confi¨® con el primero y le abroncaron, pero al cuarto le dio dos series de derechazos que pusieron la plaza boca abajo. Temerario para lo que ¨¦l es, sigui¨® con ayudados por alto y unos naturales, pero luego la v¨ªscera se le debi¨® encoger y tom¨® toda serie de precauciones. Como es natural, la bronca volvi¨® a rugir y cayeron al ruedo botes de cerveza. El resto de la tarde estuvo distanciado de la lidia y como ausente. Pero no pasaba inadvertido, pues vest¨ªa un chill¨®n terno butano y negro, que no se pod¨ªa mirar de frente sin gaf¨¢s de sol.
El Viti estuvo trabajador, aplicando siempre su sobria y eficaz t¨¦cnica muletera y, sobre todo, al becerro le dio pases de calidad extraordinaria. Teruel, en cambio, hizo lo de siempre. Sus faenas de Almagro eran calcadas a las de Bilbao y tantos otros sitios. Pero aqu¨ª se tom¨® la libertad de consentir que sus peones al rodar el tercer toro, de ¨¹n mal pinchazo y muchos descabellos, impidieran que lo arrastraran las mulillas e hicieran ostentosos gestos para presionar al presidente y que ¨¦ste concediera la oreja. Teruel, muy estiradito, otorgaba con su pasividad. Pero no hubo oreja y al p¨²blico de Almagro le cay¨® muy mal tanto la vergonzosa mendicidad de la cuadrilla como la absoluta falta de torer¨ªa de quien la capitanea.
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