El empleo comunitario, soluci¨®n temporal y transitoria al problema del paro
Al igual que en febrero junio y julio, el campo andaluz ha vuelto a ser noticia laboral y pol¨ªtica y el motivo sigue siendo el mismo: las acciones de los obreros agr¨ªcolas contra el paro que crece cada d¨ªa. Las recolecciones de esta ¨¦poca (trigo, remolacha y girasol, fundamentalmente) han alcanzado un alto grado de mecanizaci¨®n y ello se traduce en un aumento del desempleo que en los pr¨®ximos d¨ªas puede afectar a 100.000 trabajadores.Aunque se abre paso la idea de que la agricultura no podr¨ªa por s¨ª misma absorber toda la mano de obra excedente en el campo, lo cierto es que la pol¨ªtica agraria del Gobierno no ayuda tampoco a mejorar la situaci¨®n.
L¨ªderes sindicales consultados estiman que las faenas agr¨ªcolas que hay que realizar las pr¨®ximas semanas (aceituna de verdeo y vendimia) s¨®lo vendr¨¢n a remediar el problema en escasa medida y en algunas provincias.
As¨ª, seg¨²n Carmelo Acu?a (CCOO), de los m¨¢s de 20.000 jornaleros parados que tiene Ja¨¦n, el verdeo va a dar trabajo solamente a la mitad durante diez d¨ªas. En C¨®rdoba la vendimia puede emplear a 2.000 trabajadores durante un mes, en Granada la har¨¢n los propios campesinos y sus familias y en C¨¢diz ¨²nicamente beneficiara a los pueblos del marco de Jerez, Chiclana y Arcos de la Frontera, quedando toda la serran¨ªa sin posibilidades. Sin embargo, la vendimia francesa viene a paliar en gran medida este problemalaunque se reconoce que esta no es la soluci¨®n. En este sentido, informaciones oficiosas se?alan que se han conseguido m¨¢s contratos para la vendimia francesa de los previstos inicialmente. Las ofertas de trabajo se han triplicado y hay pueblos enteros que marchan a recoger la uva al sur de Francia. En Lora del R¨ªo (Sevilla) saldr¨¢n cuatrocientas personas y en Baena (C¨®rdoba) lo har¨¢ un 80 % del censo laboral.
Oto?o sombr¨ªo
De todas formas, los meses de octubre y noviembre, cuando el verdeo y la vendimia hayan terminado en todas partes, se presentan sombr¨ªos. La repetici¨®n de los mismos problemas por las mismas fechas una y otra vez crea un pesimismo muy generalizado entre los trabajadores, que han dado hasta ahora, no obstante, grandes muestras de responsabilidad; aunque los dirigentes sindicales expresan continuamente -y no s¨®lo para la prensa, tambi¨¦n en privado- su temor de que se produzcan estall¨ªdos incontrolables. ?O el Gobierno da de una vez soluciones o aqu¨ª pueden pasar cosas muy gordas?, anuncia Manuel Lara (CSUT).
Hay que se?alar, no obstante, que el paro en el campo viene de muy lejos e incluso que la situaci¨®n ha mejorado en cuanto que la entrega de fondos destinados al empleo comunitario va siendo una realidad en todos los pueblos. Hace cinco o seis a?os se pod¨ªan contar con los dedos de una mano las localidades de cada provincia que disfrutaban de este sistema de subvenciones contra el desempleo que, si bien no ataca la ra¨ªz del problema y disgusta a los propios trabajadores, significa una conquista y alivia tensiones.
Pero, l¨®gicamente, la democratizaci¨®n del pa¨ªs ha abierto unas expectativas en el campo superiores a las de otros sectores sociales. En realidad es esto lo que ha cambiado en el campo: el trabajador ha adquirido conciencia de que es el niarginado entre los marginados de la sociedad espa?ola y est¨¢ dispuesto a que cambie esta situaci¨®n, a gozar de un puesto de trabajo estable o, en su defecto, de un seguro de desempleo equiparable al industrial.
Lo que est¨¢ ocurriendo ahora es que se est¨¢n agotando en todas las provincias los 2.000 millones aprobados por el Consejo de Ministros para el empleo comunitario, sistema mediante el cual el jornalero parado realiza una jornada de seis horas en arreglo de calles, plazas, carreteras y caminos a cambio de 810 pesetas diarias.
El primer problema del empleo comunitario es precisamente este car¨¢cter de parche para ir tirando, un remedio eventual que no es soluci¨®n y que los obreros aceptan de mala gana, a sabiendas de que no hay otra cosa, pero con una sensaci¨®n de inutilidad e impotencia. Las autoridades, por su parte, tienen conciencia de que en realidad est¨¢n subvencionando el mantenimiento del orden p¨²blico. Con frecuencia este dinero, siempre insuficiente -?una aspirina para un enfermo con pulmon¨ªa doble?-, ha sido dilapidado en obras in¨²tiles y se dan muchos casos de picaresca en torno a ¨¦l.
Ha habido casos en que los parados han tenido que arreglar el camino de su finca al propietario de tumo o preparar el sal¨®n para la boda de una hija del contratista. Otras veces el amontonamiento de trabajadores para abrir una simple zanja ha provocado la organizaci¨®n de pintorescos tumos a fin de que cada uno diese un golpe de cuando en cuando. Es justo reconocer, como hacen todos los sindicatos, que en los ¨²ltimos tiempos hay un mejor aprovechamiento de los recursos debido a que cada partida destinada a cualquier poblaci¨®n tiene que responder a un proyecto previamente aprobado.
Esta obligaci¨®n ha evitado despilfarros y, de paso, est¨¢ mejorando ostensiblemente la red viaria en el interior de los pueblos. ?Vamos a tener las calles mejor pavimentadas de Espa?a es el comentario mas com¨²n en los pueblos. El inconveniente son los retrasos que se producen, como ocurre en estos momentos en C¨¢diz, donde el Ministerio de Trabajo retiene 48 millones a la espera de que los ayuntamientos remitan los correspondientes proyectos. Y es verdad que algunos alcaldes retrasan los tr¨¢mites por desinter¨¦s o por boicotear la democracia, aunque otros, como denuncia Jos¨¦ Valle (UGT), se endeudan despreocupadamente para dejar una pesada herencia a los ayuntamientos democr¨¢ticos. En todo caso los municipios deben hacer frente a los gastos de material de cada obra y, dada su situaci¨®n financiera, tampoco esto permite acometer muchas obras necesarias.
Otro de los problemas del comunitario (as¨ª se le llama en los pueblos) deriva del decreto de 22 de marzo, que excluye de sus beneficios a los j¨®venes menores de dieciocho a?os y a los mayores de 65, aunque esta norma se incumple sistem¨¢ticam¨¦nte.
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