Una mujer puede convertirse en primer ministro de Suecia
Un d¨ªa del pasado agosto, una ceremonia de tercer orden organizada por el Ayuntamiento local con un motivo municipal y espeso cualquiera, estaba inesperadamente poblada de periodistas y corresponsales extranjeros. Causa: el orador principal ser¨ªa la ministra de Asuntos Exteriores, Karin S?der, una dama cuyas especialidades no son, normalmente, el alumbrado o la situaci¨®n de los transportes urbanos. La se?ora S?der habl¨® all¨ª durante una hora y media, m¨¢s inesperadamente a¨²n, sobre la desocupaci¨®n juvenil, la inflaci¨®n y la energ¨ªa nuclear de uso industrial, grandes temas de pol¨ªtica interna que en Suecia dividen hoy no s¨®lo a oficialismo y oposici¨®n, sino tambi¨¦n a los tres partidos (Conservador, Liberal y del Centro), que forman desde 1976, una coalici¨®n gubernamental en Suecia.
Candidata del partido del centro
Cuando la canciller finaliz¨®, hab¨ªa aportado poco a esa pol¨¦mica de rutina, pero su inusitada presencia en la ceremonia fue recogida profusamente por los medios de comunicaci¨®n y apunt¨® dos incipientes convicciones en los observadores pol¨ªticos: que quiz¨¢ quede poco tiempo en su cargo el primer ministro Thorbj?rn F?lldin; que, con mucha probabilidad, el mayoritario Partido del Centro (al que pertenecen F?lldin y fru S?der) prepara su sustituci¨®n por la inusitada oradora del ayuntamiento, debido a lo cual ha empezado a mostrarla en quehaceres de pol¨ªtica interna, con fines de tanteo y acostumbramiento de la opini¨®n p¨²blica.Karin S?der, de 49 a?os seg¨²n su biograf¨ªa oficial, con una colecci¨®n de modernas gafas que dan a su miop¨ªa un aire de buho imprevisible pero bondadoso, con un marido y colaborador de gran eficiencia organizativa (es ahora subsecretario de Estado en otro Ministerio centrista) y con una notable capacidad para movilizar votos rurales reacios, fue factor apreciable en la victoria de 1976. Nadie esperaba, sin embargo, el destino que le adjudic¨® el agradecido F?lldin: el Ministerio de Relaciones Exteriores, que la convertir¨ªa en la primera mujer ocupante de ese cargo en la historia de Suecia (si se except¨²a a la reina Cristina, que a veces usurpaba el puesto por sugerencias del apuesto embajador de Espa?a.)
Los j¨®venes diplom¨¢ticos que la socialdemocracia introdujo y mantiene en la plantilla de la canciller¨ªa sonrieron al principio ante la se?ora S?der. En los primeros meses la nueva ministra, a la menor provocaci¨®n, hablaba de todo ante los periodistas, no titubeaba en confirmar a la vez, cada semana, el neutralismo sueco y su anticomunismo personal, y manifiesta a¨²n una peligrosa tendencia a vestuarios, de fasto provinciano en sus contactos con reyes y otros jefes de Estado.
Vestuario y mano de hierro
Pero en el desarrollo de la personalidad gubernamental de fru S?der esas han sido, en su mayor parte, enfermedades de crecimiento. El cuerpo diplom¨¢tico sigue comentando en voz baja sus tocados (en especial, el guardarropa de su visita a Espa?a en 1977), pero en los mon¨¢sticos corredores del palacio mandado edificar por la regente Sof¨ªa Albertina, los j¨®venes diplom¨¢ticos saludan ahora a su jefa con mayor respeto.Una depuraci¨®n al estilo sueco -cort¨¦s, discreta e implacable- desmantel¨® en menos de un a?o de Gobierno al alegre elenco socialdem¨®crata e hizo volar a sus miembros, seg¨²n los casos, a embajadas prestigiosas o a insalubres destinos africanos o del golfo P¨¦rsico. El sistema de premios y sanciones que la canciller maneja repentinamente, convenci¨® muy pronto a todos de que conven¨ªa colaborar.
Tras estos reajustes, la ejecuci¨®n de la pol¨ªtica exterior sueca, se desarrolla dentro de un acuerdo t¨¢cito: la canciller ha seguido, en general, las grandes l¨ªneas ya trazadas por los socialdem¨®cratas anteriores (especialmente en cuanto a pol¨ªticas de apoyo al Tercer Mundo y a sus movimientos de liberaci¨®n) y los funcionarios sobrevivientes colaboran con lealtad y ya no sonr¨ªen tanto ante las ya escasas gaffes de fru S?der. ?Es una mujer con mano de hierro dentro de un guante de hierro?, dice un director de departamento, por supuesto socialdem¨®crata, que la asesora en la designaci¨®n de embajadores.
La alternativa femenina
Karin S?der, primera mujer ministro de Relaciones Exteriores en Suecia, ?ser¨¢ tambi¨¦n primera ministra y romper¨¢ as¨ª otra tradici¨®n nacional?Todav¨ªa nadie se atreve a asegurarlo. En el pa¨ªs feminista por excelencia, donde d¨¦cadas de legislaci¨®n socialdem¨®crata hab¨ªan liberado a la mujer en forma inconcebible para Europa, tuvo que venir sin embargo un mediocre Gobierno de centro-derecha para que casi la mitad del gabinete est¨¦ compuesto por mujeres. Pero en esta Suecia de avanzad¨ªsimo proyecto social, todav¨ªa no ha habido una Indira Gandhi, una madam¨¦ Bandaranaike y menos a¨²n una Eva Per¨®n.
La respuesta sobre el futuro de Karin, S?der reside en la ecuaci¨®n pol¨ªtica sueca. O sea, en la posibilidad de duraci¨®n de Thorbj?rn F?lldin, dentro de una coalici¨®n crecientemente agrietada por discrepancias de fondo.
La cuesti¨®n nuclear
F?lldin desarroll¨® su campa?a electoral en torno al rechazo del programa nuclear socialdem¨®crata. Con espl¨¦ndido aire de ganador, un a?o antes de perder el Gobierno, el primer ministro Olof Palme hab¨ªa puesto en marcha un plan de construcci¨®n de trece reactores nucleares, de los cuales tres ya estaban en funcionamiento virtual.El electorado centrista -mayor¨ªa de peque?os agricultores y ganaderos del Norte- se espant¨® ante la profec¨ªa de F?lldin: una Suecia de bosques devastados, agua empozo?ada y alces raqu¨ªticos, y vot¨® contra la Socialdemocracia. Pero entre 1976 y 1978 la Comisi¨®n Nacional de Energ¨ªa Nuclear ha debido poner en operaci¨®n tres reactores m¨¢s y un cuarto ser¨¢ ?encendido? antes de fin de a?o, posiblemente.
La cruzada ecol¨®gico-electoral de F?lldin, naturalmente sincera, choc¨® contra la conjura l¨®gica de un sector industrial (m¨¢s del 80% en manos privadas) ¨¢vido de energ¨ªa barata, con el que coinciden el Partido Conservador y tambi¨¦n los socialdem¨®cratas (todav¨ªa incrustados en puestos claves de los organismos energ¨¦ticos del Estado).
No se trata de ecolog¨ªa, sino de datos menos hipot¨¦ticos: costos de producci¨®n, ca¨ªda de las exportaciones, ¨ªndices de desempleo, desequilibrio cr¨®nico del balance de pagos, exhibidos cada d¨ªa por un empresariado hostil y una central obrera socialdem¨®crata y, por ende, favorable al programa nuclear.
Sumisi¨®n a las transnacionales
En esa conspiraci¨®n que acosa a F?lldin no caben ya t¨¦rminos medios. Per Ahlmark, jefe del Partido Liberal, viceprimer ministro, ministro de Trabajo, intent¨® contemporizar: ?No trece reactores, sino ocho. No activar cuatro por a?o, sino dos.? En marzo ¨²ltimo, s¨²bitamente, debi¨® renunciar a todos esos cargos, y retirarse a la vida privada, para ser suplantado por el ambicioso liberal Ola Ullsten, que nunca ha hablado de reactores.G?sta Bohman, cabeza del Partido Conservador y portavoz del gran capital, ha criticado ya p¨²blicamente a F?lldin, quien calla en aras de una unidad temblorosa. Bohman es, por otra parte, el ministro de Hacienda, y conduce la econom¨ªa sueca, cada vez m¨¢s abiertamente, por la l¨ªnea de la devaluaci¨®n peri¨®dica, la consiguiente inflaci¨®n y la sumisi¨®n a las transnacionales.
De todo esto el sueco medio s¨®lo ve el alza de precios, el envilecimiento de su poder adquisitivo y, sobre todo, la traici¨®n de F?lldin a sus promesas electorales, procedimiento insoportable para la mentalidad nacional. Poco a poco, el primer ministro retrocede en su imagen p¨²blica a su anterior condici¨®n: un granjero sencillo y torpe, mal pol¨ªtico, hombret¨®n silencioso que en esta Suecia de vocaci¨®n internacionalista no sabe siquiera hablar en ingl¨¦s con los visitantes ilustres.
Si se convocaran elecciones este a?o ganar¨ªa la socialdemocracia, dicen las encuestas del Instituto Sueco de la Opini¨®n P¨²blica, que le atribuyen ya un 53% de votos. M¨¢s segura a¨²n es la impopularidad de F?lldin. El centro tiene ahora el Gobierno y, por supuesto, quiere conservarlo. Si el precio es la cabeza de F?lldin, quiz¨¢s est¨¢ dispuesto a pagarlo, en caso de contar con reemplazante. Y la segunda personalidad .de un partido que casi no la tiene es Karin S?der, cuyas virtudes son excelsamente suecas: la constancia, la firmeza eficiente, la frialdad ante los hechos. Para que llegue a primera ministra casi todo est¨¢ maduro en la ecuaci¨®n pol¨ªtica, salvo detalles que un buen modisto puede solucionar.
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