Hemingway, en sus relatos breves
La fidelidad a la realidad que mantuvo siempre Ernest Hemingway en su literatura debi¨® aprenderlas, seguramente, de Flaubert y Stendhal, autores que, junto a Chejov y Tolstoi, no faltaron en su ¨¦poca parisiense. De Chejov, a su vez, debi¨® rescatar el autor de Islas en el golfo ese respeto por los temas sencillos y las soluciones expeditivas. Con el fugaz lirismo de Sherwood Anderson completar¨¢ Hemingway, sin olvidar qui¨¦n sabe si a Bret Hart, las caracter¨ªsticas que har¨¢n personal¨ªsimos sus relatos cortos.Con la publicaci¨®n de Los asesinos, libro que, aparte de incluir el famoso cuento que da su nombre al volumen en cuesti¨®n incorpora otros pertenecientes tambi¨¦n a la saga de Nick Adams, se nos entrega un importante muestrario de las dotes cuent¨ªsticas del escritor americano.
Los asesinos
Ernest Hemingway. Luis de Caralt. Editor. Barcelona, 1978.
Precisamente en Los asesinos es donde Hemingway pone en funcionamiento esa rara habilidad que har¨¢ de sus cuentos la confirmaci¨®n de lo que Poe exig¨ªa en su Filosof¨ªa de la composici¨®n para los mismos: en el principio del cuento ha de estar prefigurado su final. Solamente el final imprevisto no respetar¨¢ Hemingway, porque sus relatos, m¨¢s que un ciclo completo, describen un segmento de la vida. Los asesinos consumar¨¢n su trabajo en la persona del ex boxeador Ole Andreson. Con ese crimen finaliza la espera de la v¨ªctima, pero el relato en s¨ª mismo, puesto que el protagonista, Nick Adams, disimuladamente desplazado de la escena de los acontecimientos, proseguir¨¢ e n otros relatos configur¨¢ndose siempre en una voz creciente, en una mirada que une, hasta que su autor se suicide, las ininterrumpidas vicisitudes de esta especie de Alter ego de Huckleberry Finn. Los asesinos, nos referimos al cuento en s¨ª, define en su realizaci¨®n formal toda una filosof¨ªa del relato corto. Su econom¨ªa de recursos, su brevedad asumida est¨¦ticamente, no indican otra cosa que la medida exacta de estos tranche de vie, que son, junto a ¨¢quel, el resto de la narrativa breve de Hemingway. ?La prosa es arquitectura y no decoraci¨®n?, se dice en Muerte en la tarde. Para ese lector de Quevedo, oidor de Mozart y contemplador de Goya y Cezanne, el estilo directo de sus frases y la transparencia inocentemente prosaica a ratos de sus di¨¢logos (que tanto imitaron luego James Cain y Horace Mac Coy, seg¨²n Jean-Louis Curtis) significar¨¢n una constante muchas veces criticada, cuando no harto injustificadamente tachada de sencillismo.
Varios relatos de Hemingway tienen la brevedad de una acci¨®n humana ef¨ªmera y s¨®lo aparentemente insustancial, muchos de ellos no sobrepasan las dos o tres p¨¢ginas, pero son suficientes para que su autor trace una situaci¨®n s¨®rdida o un instante pat¨¦tico, como en El anciano del puente.
"El amo hegeliano "
Tal vez extra?e en la narrativa corta de Hemingway la ausencia de personajes probos, de gestos hier¨¢ticos o de palabras rimbombantes. Tal vez. como dijo una vez de esta literatura George Bataille, sus personajes posean esa primitiva indolencia del amo hegeliano. En estos relatos que aqu¨ª comentamos la sordidez y la tristeza se confabulan siempre para no aceptar ning¨²n objetivo sobresaliente en la vida. Obviamente no faltan en ellos los temas tan caros a Hemingway: los toros, la pesca, la caza y el boxeo. La violencia tratada .por el autor norteamericano adquiere todo el inequ¨ªvoco signo de nuestro tiempo. Y la median¨ªa de sus h¨¦roes no dejan jam¨¢s de descubrirnos su espantosa soledad, sus frustrados intentos por mejorar su condici¨®n humana.Todo esto expresado, sin embargo, con una sutil maestr¨ªacon un lenguaje eficaz y nunca desprovisto y un bien dosificado lirismo. ? La creaci¨®n literaria est¨¢ para m¨ª basada en el principio del iceberg. No debe verse nunca m¨¢s que un s¨¦ptimo de lo que est¨¢ bajo el agua?, dijo en una oportunidad nuestro autor, contestando a un entrevistador. As¨ª es como su literatura breve emerge siempre claro-oscura, sugerente.
Para terminar, y volviendo al relato principal del libro que nos ocupa, John Updike, en un agudo ensayito sobre Borges, arriesga la posibilidad de que La espera, extraordinario y poco difundido relato de El Aleph, no sea sino la respuesta que da Borges a su lectura de Los asesinos. Citamos esta referencia porque, despu¨¦s de todo, que la preceptiva literaria sea capaz de reunir a Borges y Hemingway en una misma b¨²squeda, siendo ambos escritores tan opuestos en su concepci¨®n de la literatura, no nos debe de extra?ar. Con lucidez, Updike, al afirmar que ?Borges ha creado un episodio de brutalidad criminal m¨¢s convincente en algunos sentidos que los de Hemingway? al escribir La espera, nos est¨¢ diciendo impl¨ªcitamente que en Los asesinos es menos importante el fin al acaecido que la atm¨®sfera que lo precipl¨²a, aunque luego acote que Borges enriqueci¨® el tema de Los asesinos ?con una compasion superior y una atenci¨®n m¨¢s aguda al mundo perif¨¦rico?. Pero mientras la resignaci¨®n ante la muerte en el relato de Borges nos sigue pareciendo un problema de ¨ªndole metaf¨ªsica, en Hemingway la misma situaci¨®n nos indica un callej¨®n sin salida.
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