Del pacto social, al "milagro" espa?ol
Las centrales sindicales aceptan la invitaci¨®n gubernamental para reflexionar, en uni¨®n de los empresarios y en presencia de la Administraci¨®n, acerca de la conveniencia de establecer un nuevo acuerdo que sustituya al ya pr¨¢cticamente fenecido pacto de la Moncloa. Se trata de lograr un pacto social -la presencia de los partidos en el acuerdo est¨¢ a¨²n cuestionada por las diversas fuerzas interesadas en el pacto- que permita superar la crisis econ¨®mica, partiendo de vinos presupuestos reales m¨¢s positivos que los que configuraban el panorama econ¨®mico-social en el momento de firmarse el pacto de la Moncloa.Si bien esta ¨²ltima afirmaci¨®n est¨¢ recogida de la aseveraci¨®n que que en tal sentido hiciera recientemente el vicepresidente y ministro de Econom¨ªa, Abril Martorell, lo cierto es que el pacto social persigue el milagro espa?ol en lo econ¨®mico. De ah¨ª, quiz¨¢, el s¨ªmil de reflexi¨®n bajo el que Abril Martorell convoca a sindicatos y patronales a buscar las condiciones que hagan posible tal milagro. Milagro que, no nos enga?emos, requiere m¨¢s de la intercesi¨®n de Marcelino Camacho o Nicol¨¢s Redondo que del cardenal Taranc¨®n.
Lo que el Gobierno espera y el pa¨ªs necesita es que trabajadores y empresarios olviden la p¨ªa leyenda que nos narra la hagiograf¨ªa cat¨®lica en torno a San Isidro Labrador, aquel campesino madrile?o a quien su ¨¢ngel de la guarda le hac¨ªa la tarea mientras el santo se entregaba a la oraci¨®n. Es decir, hay que pactar una mayor productividad (o lo que es lo mismo, menos horas perdidas por huelgas, absentismo o, simplemente, por el escurrir el bulto), para que sea posible la creaci¨®n de nuevos puestos de trabajo, salarios dignos y respeto a los derechos sindicales de los trabajadores.
Reducido a su m¨¢s concreta e inmediata expresi¨®n. el pacto social que se persigue no comporta otros fines. No hay que olvidar. como recientemente se?alaba en este mismo peri¨®dico el profesor Fuentes Quintana, que en este pa¨ªs tan s¨®lo trabajan 34 de cada cien espa?oles. y ello cuando no est¨¢n de huelga por causas, tampoco lo olvidemos, la mayor parte de las veces justas. (Reflexionemos en este punto sobre la cerril actitud de alg¨²n sector empresarial.)
El mill¨®n de parados con que finalizar¨¢ el a?o exige de manera inmediata nuevas inversiones, a las que las actuales condiciones laborales -la incertidumbre pol¨ªtica no debe servir m¨¢s como pretexto suponen un freno. Se hace, pues, urgente la delimitaci¨®n de un nuevo marco laboral.
En este sentido, y en l¨ªnea con la preocupaci¨®n creciente por la falta de productividad ya apuntada, parece confirmarse la existencia de luz verde por parte de la Administraci¨®n para que las empresas procedan a la movilidad de plantillas, siempre por razones de productividad. Esta posibilidad comporta, sin duda. el riesgo de que en el movimiento de plantillas queden descolgados los obreros m¨¢s combativos en el plano social. por lo que recobra actualidad la legalizaci¨®n de los sindicatos en el interior de las empresas.
A este prop¨®sito. parece adecuado recordar que en el Congreso, dictaminado por la correspondiente Comisi¨®n de Trabajo, existe un proyecto de ley de Acci¨®n Sindical pendiente de su aprobaci¨®n por el Pleno de la C¨¢mara y cuyo contenido fue un¨¢nimemente contestado por las fuerzas sociales. Ser¨ªa oportuno, pues, su retirada del Congreso por el Gobierno para que patronales y sindicatos incluyeran su contenido en la negociaci¨®n del pretendido pacto.
No obstante, el incremento de la productividad a cambio de unas mejores condiciones laborales concretadas en la creaci¨®n de nuevos puestos de trabajo, un adecuado reparto de beneficios y la consiguiente dignificaci¨®n salarial, con ser lo sustantivo, no es el objetivo ¨²nico del pacto deseado. Lo que se persigue es un nuevo marco de relaciones laborales, cuya delimitaci¨®n ha sido excesivamente dilatada. De aqu¨ª la justificaci¨®n al calificativo de milagro espa?ol, que para nada debe asimilarse al caso de Alemania, pa¨ªs donde, por cierto, el ¨ªndice de productividad de los emigrantes espa?oles es proverbial.
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