"Hubo quien hundi¨® acorazados aliados desde el caf¨¦ Gij¨®n"
De la organizaci¨®n de esta red de espionaje -afirma- como tal red, de su sistema y sus circunstancias, ten¨ªa escaso o ning¨²n conocimiento. Yo conoc¨ªa -prosigue- estas actividades a trav¨¦s de mi amigo, el muy imaginativo Angel Alc¨¢zar de Velasco, y sab¨ªa de algunos m¨¢s que estaban en estos cometidos del espionaje. A la saz¨®n yo, siendo ministro, estaba pendient¨ªsimo de la informaci¨®n diplom¨¢tica, pues Espa?a ten¨ªa entonces que mantener un arriesgado equilibrio sobre la base de que nuestra amistad sincera con los alemanes frenase las posibilidades, ciertas, de invasi¨®n. Dentro de esta pol¨ªtica de amistad y resistencia -agrega Serrano S¨²?er- yo recib¨ªa esta otra informaci¨®n de mi confidente y amigo Angel Alc¨¢zar y la recib¨ªa gustoso.-De la red -contin¨²a- ni siquiera supe nunca si el propio Alc¨¢zar la dirig¨ªa. Nunca supe Si esta actividad estaba conectada con los servicios de informaci¨®n de la Presidencia del Gobierno -de los que mi escasa simpat¨ªa hacia ellos se encontraba correspondida por una actitud rec¨ªproca- En el plano de las sospechas pens¨¦ que s¨ª estar¨ªa vinculada.
-?Comunic¨® usted a sus superiores estas confidencias?
-Debo precisar que yo entonces no ten¨ªa m¨¢s que un superior. Con Franco hablaba de todo. Sin embargo, para estos extremos, Franco no necesitaba de m¨ª. Lo m¨ªo era la informaci¨®n diplom¨¢tica. La otra era un patrimonio aut¨®nomo respecto a m¨ª.
?Ten¨ªa usted facultades para autorizar o suspender estas actividades?
-El Gobierno, como tal, siempre las ten¨ªa. Sin embargo, estos cometidos no ten¨ªan car¨¢cter oficial. No nos importaba nada que no lo tuviera. Ahora bien, he de decir que durante mi ministerio e, incluso, a lo largo del ministerio de mi sucesor, el conde Jordana, ning¨²n diplom¨¢tico ten¨ªa parte en aquellas actividades de espionaje. A nadie en el Gobierno se llam¨® para autorizar o prohibir aquello. Dentro del servicio diplom¨¢tico, el embajador C¨¢rdenas, los dos ministros consejeros y los cuatro secretarios de la embajada en Washington, ninguno de ellos estuvo implica do en esto, ya que, si bien segu¨ªan la pol¨ªtica entonces german¨®fila del Gobierno, no eran de esos que se pasan de la raya y van m¨¢s all¨¢ de las instrucciones que reciben. .
En cuanto a mi, carecia de autoridad y acci¨®n sobre ellos Realizaban por su cuenta y riesgo estas tareas -en alguna ocasi¨®n tuve mucho gusto en aminorarlos riesgos que sobre ellos se cern¨ªan-, pero usaban sus propios recursos de audacia y habilidad, que no eran, al parecer, pocos.
-?Fue usted la persona que recomend¨® al ministro consejero japon¨¦s Suma a su amigo Angel Alc¨¢zar como la persona id¨®nea y de confianza?
-Esta cuesti¨®n se me present¨® como un hecho consumado. Tal vez, en alguna ocasi¨®n Suma me preguntase por la val¨ªa de Alc¨¢zar, de la Cual siempre he dado testimonio, pero yo desconoc¨ªa que mis opiniones fueran o no utilizadas luego por Suma. Por cierto -a?ade Serrano S¨²?er-, Yakichiro Suma ha sido uno de los personajes m¨¢s pintorescos quejam¨¢s he conocido. Ha habido quien ha hundido acorazados aliados desde el Caf¨¦ Gij¨®n -a?ade-, y Suma les cre¨ªa.. No comprendo todav¨ªa c¨®mo esa enorme memez de la reuni¨®n en el palacio Venecia ha podido ser cre¨ªda. Esto ha constituido una botaratada, no s¨®lo por parte de quienes aqu¨ª la creyeron, sino por parte de los que la recibieron como v¨¢lida.
- Cree usted que el asunto de la red To perjudic¨® despu¨¦s de la segunda guerra mundial el restablecimiento de las relaciones con la Europa aliada y con Norteam¨¦rica?
-En una primera etapa, Espa?a hab¨ªa tomado partido y sus relaciones sufrieron este bloqueo que todos conocen. Aquello estaba en la l¨®gica hist¨®rica. Sin embargo, creo que pronto se conviriti¨® en una conveniencia de todos los aliados el que Espa?a no hubiera sido demasiado mala en la etapa anterior. Las cosas cambiaron en el panorama exterior y de los que fuimos german¨®filos -muchos, por cierto- s¨®lo unos pocos seguimos diciendo que lo fuimos. La propaganda interior y exterior se ceb¨® en unos pocos, en m¨ª en concreto, y yo qued¨¦ como el malo, el intervencionista, mientras todo el aparato y la bu rocracia del partido se salvaba, quedaba guardado de posteriores riesgos. No me explico -concluye Serrano S¨²?er- a qu¨¦ ha venido todo esto de la red To. En un pla no l¨®gico seria realmente curioso que alguien sacara a la luz la enorme cantidad de comunica ciones y documentaci¨®n que existe sobre el espionaje realiza do en Espa?a, por espa?oles, a favor de los brit¨¢nicos y de los norteamericanos. Nadie sabe la cantidad de dinero y recursos que Sir Samuel Hoare gast¨® en sus m¨²ltiples intentonas por derrocar el r¨¦gimen, salvo los que trabaja ron para ¨¦l. Tal vez alg¨²n espada de la pol¨ªtica espa?ola contem por¨¢nea. Se trataba de gentes que tienen nombres y apellidos, pero que supieron guardarse muy bien. No s¨®lo gentes de la pol¨ªtica, sino de los negocios, tal vez de la Iglesia.
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