Problemas del cine espa?ol
EL XXVI Festival del Cine de San Sebasti¨¢n, al margen de la calidad de las pel¨ªculas seleccionadas y de las anomal¨ªas en su organizaci¨®n, ha puesto de manifiesto algunos de los problemas que afectan a un sector que -como la industria editorial o la actividad teatral- une de manera inextricable aspectos mercantiles y dimensiones art¨ªsticas y culturales.Por una parte, la acostumbrada subvenci¨®n con cargo al presupuesto estatal, imprescindible para que este tipo de cert¨¢menes pueda celebrarse, ha sido, este a?o, considerablemente inferior a la de ediciones anteriores, incluidas las que ten¨ªan lugar, prestando mayor atenci¨®n a los fastos del star system que a la calidad cinematogr¨¢fica, en la ¨¦poca franquista. Este recorte de los fondos p¨²blicos ha obligado a un aumento sustancial del precio de las localidades, en detrimento de la asistencia del p¨²blico. La circunstancia de que este Festival haya sido organizado y dirigido por un comit¨¦ en el que figuraban personalidades identificadas con planteamientos auton¨®micos, en vez de ser un motivo para que la Administraci¨®n demostrara en la pr¨¢ctica sus prop¨®sitos de fomentar las iniciativas perif¨¦ricas, parece haber sido una de las causas de la parquedad de la ayuda ministerial. En momentos en que la superaci¨®n de la tradicional desconfianza hacia Madrid de los vascos es una condici¨®n indispensable para solucionar ese viejo y enconado litigio, resulta lamentable esta especie de represalia preventiva o de negligente desinter¨¦s del Estado. Los festivales internacionales de cine en nuestro pa¨ªs, de los que el certamen de San Sebasti¨¢n es el m¨¢s importante, sirvieron tradicionalmente como tapadera para una picaresca que buscaba resquicios para sus negocios en la normativa administrativa. La simple selecci¨®n de una pel¨ªcula extranjera para un festival internacional en Espa?a exim¨ªa de los grav¨¢menes arancelarios para su importaci¨®n y exhibici¨®n. Una Administraci¨®n demasiado frecuentemente vinculada a las empresas de distribuci¨®n y exhibici¨®n cinematogr¨¢ficas facilitaba estas operaciones, que, sin llegar a ser abiertamente fraudulentas, constitu¨ªan una forma clara de abuso. Estos trucos no son ya necesarios, porque la actual Administraci¨®n ha liberalizado la importaci¨®n de las pel¨ªculas extranjeras, en claro beneficio para las grandes compa?¨ªas norteamericanas.
Tal vez esta modificaci¨®n de la normativa proteccionista explique la apat¨ªa demostrada, en diversos medios oficiales y empresariales, hacia el certamen donostiarra.
En principio, las decisiones librecambistas deber¨ªan ser bien recibidas en Espa?a, que se prepara para la larga marcha hacia la integraci¨®n en Europa. Sin embargo, no hay que olvidar que los pa¨ªses miembros del Mercado Com¨²n protegen con el m¨¢ximo cuidado sus cinematograf¨ªas nacionales, convencidos de la importancia que las pel¨ªculas tienen como veh¨ªculos de difusi¨®n de su cultura. En Espa?a, lamentablemente, la supresi¨®n de las barreras a la importaci¨®n de cine extranjero se ha hecho de forma tal que amenaza con desmantelar. nuestra propia industria. En efecto, el control de taquilla, procedimiento aceptado por el resto de Europa para verificar con criterios de fiabilidad las recaudaciones, no va a entrar en vigor hasta comienzos de 1979, pese a que la Direcci¨®n General de Cinematograf¨ªa se comprometi¨® en su d¨ªa a aplicarlo simult¨¢neamente con la derogaci¨®n de las medidas proteccionistas. Esa medida de control, vieja aspiraci¨®n de los productores espa?oles, garantizar¨ªa a nuestra industria la percepci¨®n de los ingresos y disipar¨ªa cualquier duda sobre la rentabilidad de las pel¨ªculas que realizan.
Como en otras ¨¢reas de la vida cultural, los directores y productores espa?oles que han cosechado abundantes premios en los festivales internacionales tuvieron que abrirse camino sin apoyo de la Administraci¨®n, cuando no teniendo que vencer trabas oficiales. Afortunadamente han pasado ya los tiempos en que una pel¨ªcula como Viridiana, que represent¨® a Espa?a en el Festival de Cannes y obtuvo la Palma de Oro, fue prohibida e incluso declarada inexistente por la Administraci¨®n, marginando de esta forma a Luis Bu?uel de nuestra vida cultural durante varios a?os. Pero la supresi¨®n de la censura no libera a la Administraci¨®n de sus obligaciones para con el cine espa?ol. El pago de las deudas contra¨ªdas durante la ¨¦poca proteccionista por el Estado (la Hacienda debe ser de todos tambi¨¦n a la hora de cancelar sus obligaciones), la puesta en pr¨¢ctica del control de taquilla, la vigilancia sobre el cumplimiento de la cuota de pantalla en tanto permanezca vigente la benevolencia fiscal respecto al doblaje de pel¨ªculas extranjeras, el apoyo a los j¨®venes realizadores (con la colaboraci¨®n, como en Alemania e Italia, de la televisi¨®n) y el fomento de las manifestaciones culturales a lo ancho de todo el territorio son algunas de las tareas que podr¨ªa acometer una Administraci¨®n realmente decidida a potenciar el, arte m¨¢s representativo y de mayor eficacia comunicativa de nuestro siglo.
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