Gimferrer
Pere Gimferrer, ¨¦se ni?o catal¨¢n alto y caprichosito, crecido por encima de s¨ª mismo, ha hecho el milagro. Mientras los pol¨ªticos de puro y hemiciclo siguen espesando el problema de las culturas y las nacionalidades, Pere Gimferrer, poeta de oro y de plata, deja un libro sobre la mesa, deja ah¨ª su libro, biling¨¹e como espada de dos filos, arc¨¢ngel con dos alas de idioma, posado en la m¨¢s alta cornisa de la poes¨ªa del hoy peninsular.Cuando, hace muchos a?os, Gimferrer gan¨® un premio con su libro Arde el mar, yo escrib¨ª que el nuevo Rub¨¦n nos ven¨ªa de Catalu?a. Porque hay un Rub¨¦n (anterior incluso,a Rub¨¦n) que llega peri¨®dicamente a la pen¨ªnsula y desmonta junto a nosotros, trayendo el agua renovadora en los cestos chorreantes del idioma.
Garcilaso lo hizo al it¨¢lico modo. Rub¨¦n, el inmenso Rub¨¦n, hizo peregrinar su coraz¨®n y trajo, no de la sagrada selva la armon¨ªa, sino de los pasajes parisinos de Baudelaire y los metales antiguos del castellano, la armon¨ªa. Luego, Neruda, poderoso como un ferrocarril, lleno de surrealismo y de pol¨ªtica. Siempre los perif¨¦ricos, los regionales, como dec¨ªa ingenuamente Juan Ram¨®n, con su jota implacable y exigente.
Y finalmente Gimferrer. Sostengo lo dicho antes. S¨®lo que no pod¨ªa sospechar yo que su misi¨®n no iba a ser exclusivamente po¨¦tica, sino tambi¨¦n pol¨ªtica, y quiz¨¢ sin quererlo (pero queri¨¦ndolo, que se impuso silencio en castellano hasta la muerte del difunto). La colecci¨®n Visor, de Madrid, nos da ahora Poes¨ªa 1970/77, con portada de Goya, pr¨®logo de Castellet (referido exclusivamente a los textos en catal¨¢n) y toda la poes¨ªa del poeta m¨¢s interesante surgido en la pen¨ªnsula desde hace diez o quince a?os. Ya no hago cr¨ªtica de poes¨ªa, pero, como digo, esto no es s¨®lo un acontecimiento po¨¦tico. Es una callada bomba pol¨ªtica.
Cuando ni unos ni otros entendernos ni queremos entender el problema del biling¨¹ismo (los cient¨ªticos saben que el manejo habitual de dos idiomas supone el funcionamiento enriquecedor de dos circuitos cerebrales), he aqu¨ª que el ni?o alto y catal¨¢n, el ni?o sabio y adulto, ha escrito traduci¨¦ndose a s¨ª mismo, como Porcel en Caballos hacia la sombra -la novela es otra cosa, Baltasar-, viviendo, sintiendo, desviviendo, desintiendo, disintiendo, insistiendo, desistiendo el mismo poema (el mismo momento de su vida o su memoria) en catal¨¢n y castellano.
El vespre mou fosques pestanyes. ?El crep¨²sculo mueve oscuras pesta?as?. Lo primero que connotar¨ªa este verso, para el cr¨ªtico, es el paso de Gimferrer por el surrealismo. Lo que a nosotros nos interesa, hoy, es tener un poeta, delf¨ªn doble, candelabro par de la poes¨ªa, un joven poeta peninsular que no ha ardido en vano, como el mar, seg¨²n pronosticaban los enterados ya a su segundo libro, sino que ha ido creciendo en su silencio catal¨¢n y ahora nos da dos cumbres de poes¨ªa, espejos dobles (en su libro se habla mucho de espejos), hasta el punto de que no sabemos -s¨ª que lo sabemos- si el poema catal¨¢n se refleja en el castellano o a la inversa.
Eso que los pol¨ªticos enredan, eso que los soci¨®logos enturbian, eso que en el Congreso se oscurece, como un lago insoluble e insalubre, la co/catalanidad, lo resuelve un joven poeta, limpiamente, sin votos ni consensos, s¨®lo con un gran libro que habla del sexo, del desencanto, del fuego, y que ha dejado ah¨ª, desde su sabidur¨ªa prematura y esc¨¦ptica, como una flor de espuma mediterr¨¢nea que el castellano cristaliza y fija. Como una espa?ola alfarer¨ªa que el catal¨¢n traduce a mejor vino.
Como un pan, como un p¨¢jaro, como el canto de una moneda de dos caras hermosas y trabajadas. Gracias a ti sabemos, Glinferrer -palabras cantan-, que se puede ser todo en cualquier lengua. Que los idiomas no pelean, como los hombres, sino que, r¨ªos de pie, arbustos de agua, se reflejan y,se aman, temblorosos.
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