El Atl¨¦tico forj¨® su propia derrota
La defensa atl¨¦tica fall¨® de manera ostensible en su partido del domingo disputado en La Romareda. Encaj¨® cuatro goles y son ya ocho los que lleva ya en contra como balance de dos salidas. El Zaragoza sac¨® provecho de las facilidades en el marcaje que ofreci¨® su rival y tuvo la fortuna de que en tres de los cuatro goles que consigui¨® el bal¨®n dio en el poste y entr¨®.El Atl¨¦tico elabor¨® su propia derrota frente al Zaragoza. Ofreci¨® tales debilidades defensivas que su rival, sin llegar a realizar un buen partido, logr¨® a su favor un marcador importante. Al cuarto de hora de juego el Atl¨¦tico ya ten¨ªa dos goles en contra y un resultado que remontar; el segundo tanto result¨® imperdonable. Julio Alberto, que ser¨¢ todo un jugadorazo en ciernes, cometi¨® un c¨®rner absurdo y, una vez m¨¢s, hay que apelar a su inexperiencia para disculparle; ya menos disculpa cabe cuando Alonso remat¨® en solitario el c¨®rner.
Remont¨®, no obstante, este tanteo el Atl¨¦tico porque el Zaragoza, como bloque defensivo, tampoco se mostr¨® fuerte. Se encontraron as¨ª los madrile?os con un resultado a favor pese a sus errores en las l¨ªneas traseras y a que s¨®lo realiz¨® cinco disparos a puerta, de los que tres se transformaron en gol. El contraataque atl¨¦tico no es que resultara brillante, pero s¨ª al menos aprovech¨® los espacios libres creados.
La segunda parte fue lamentable para el equipo de H¨¦ctor N¨²?ez. Este hab¨ªa decretado jugar con dos puntas, una a la derecha, Aguilar, y otra en el centro, Rub¨¦n Cano, para dar facilidades a Lasa a lanzarse al ataque. Por all¨ª deb¨ªa entrar precisamente el contragolpe. Lasa, enorme de fuerza, al no tener a quien marcar se lanz¨® en tromba una y otra vez por su banda sin que nadie le inquietara pese a que los centrocampistas del Atl¨¦tico ten¨ªan la misi¨®n de marcar esa zona. Lasa marc¨® el tercer gol y dio el cuarto en una acci¨®n incomprensible de Rub¨¦n Cano que si bien marcaba a Lasa en ese momento, en cuanto ¨¦ste hizo la pared con otro compa?ero, le dej¨® irse pl¨¢cidamente hacia el ¨¢rea atl¨¦tica y templar su centro.
El Atl¨¦tico fue en la segunda parte un equipo c¨®modo, pleno de figuras incapaces de correr un metro m¨¢s de lo necesario y con un Ayala como l¨ªder de esa pasividad que le cost¨® al Atl¨¦tico la derrota. El argentino comenz¨® como centrocampista con labores defensivas y concluy¨® como hombre libre de una defensa que ya no ten¨ªa nada que defender. Fueron los minutos, ya casi finales del encuentro, en los que el Zaragoza se agazap¨® y se ech¨® al Atl¨¦tico encima. Se vio entonces un f¨²tbol barriobajero con patadones al bal¨®n, jaleados por el p¨²blico, y constantes errores, entre los que destacaron dos remates de Pereira y uno de Marcial cuando sus posiciones eran soberbias para marcar.
La situaci¨®n es grave en el equipo madrile?o. Fuerza tienen los jugadores, pero el bloque queda minado por unos inocentes fallos en la defensa y por la pasividad de unos que vinieron como figuras y otros que se creen que lo son. Ocho goles en dos salidas es como para asustar a cualqu¨ªera y empezar a exigir responsabilidades. Antes, incluso. de que se fuerce a un entrenador a pedir la dimisi¨®n. Y una curiosidad: Rub¨¦n Cano s¨®lo dispar¨® una vez a puerta, la del gol, y Ayala, ninguna; el otro punta, Aguilar, dispar¨® m¨¢s veces: dos.
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