El movimiento obrero ante la crisis
Comisiones obrerasDel examen de las grandes cuestiones que en este per¨ªodo hist¨®rico ha de afrontar nuestro pa¨ªs se deduce que nos hallamos en un momento clave para el movimiento obrero. Estamos ante una encrucijada en la que se ventila, ni m¨¢s ni menos, si los trabajadores van a ir a remolque de las iniciativas del gran capital o, por el contrario, van a jugar el papel protagonista que les corresponde en la tarea de reconstrucci¨®n que en lo pol¨ªtico, econ¨®mico y social abri¨® para nuestra patria la ca¨ªda de la dictadura.
Nos hallamos en el centro de una crisis no coyuntural, de cuyas magnitudes dan idea la cifra, record w cuanto al n¨²mero de'parados, la prolongada aton¨ªa de la inversi¨®n, la creciente sucesi¨®n de expedientes de crisis, los porcentajes de la inflaci¨®n y las expectativas en cuanto al crecimiento a plazo medio, que en sus predicciones m¨¢s optimistas apenas pueden crear puestos de trabajo suficientes para absorber el crecimiento vegetativo de la poblaci¨®n.El proceso de consolidaci¨®n de la democracia ha seguido un curso favorable. Pero todav¨ªa seguimos en el per¨ªodo de transici¨®n, en la etapa preconstitucional; con unaparato del Estado sometido a la inercia de cuarenta a?os de autor?tarismo; con la vida municipal marcada por el caciquismo; a medio camino en el espinoso y delicado problema de las autonom¨ªas, y en medio de una escalada terrorista claramente enfilada a impedir que la democracia se afirme.Por otra parte, los acuerdos de la Moneloa, a los que, pese a incumplimientos notables e inaceptables, debemos reconocer una importancia vital en-cuanto a favorecer la consolidaci¨®n democr¨¢tica, tocan a su fin.La pol¨ªtica de consenso, la m¨¢s racional y con. m¨¢s claro sentido de los intereses nacionales, sobre cuya virtualidad en esta etapa han coincidido hasta sus detractores iniciales, pretende ser eliminada, olvidando o no queriendo reconocer que la situaci¨®n excepcional que ha definido nuestra singular forma de tr¨¢nsito a la democracia y la profundidad y gravedad de la crisis econ¨®mica.. contin¨²a vigente.
Pretender en estos momentos
colocar como cuesti¨®n primordial
el tema de las alternancias en el
Poder y que los unos gobiernen y
los otros se dediquen a - la oposici¨®n
es de una frivolidad escalofriante.Dedicar los mayores esfuerzos a conseguir que se convoquen elecciones generales, lo que unido a la imprescindible convocatoria de las municipales -a -todas luces pnioritarias-, podr¨ªa convertir 1979 en a?o electoral, con todo lo que va a repercutir sobre la delicada situaci¨®n de la econom¨ªa, es preocupante. Para desgracia de todos hay quienes en este pa¨ªs tienen m¨¢s inquietudes electoralistas que voluntad de abordar los graves y profundos problemas que nos aquejan.
Resumiento, podemos decir que nos encontramo todav¨ªa, y quiz¨¢ por cierto tiempo, en una situaci¨®n socioecon¨®mica y pol¨ªtica calificable como de emergencia, en la que expiran los acuerdos de La Moncloa y ante la que cualquier¨®rganizaci¨®n sindical o pol¨ªtica que tenga sentido de la responsabilidad debe ofrecer una salida.. Esa salida exige el esfuerzo mancomunado de todos. Los intereses del pa¨ªs deben primar sobre los intereses de partido. Los sacrificios, que no son s¨®lo econ¨®micos, deben repartirse con equidad.
Los ¨®rganos de direcci¨®n de CCOO han analizado a fondo este panorama. En sus debates se ha perfilado que, ante situaci¨®n semejante, al sindicalismo le caben tresopciones: pacto social, acuerdo econ¨®mico y pol¨ªtico 0 adentrarse en una especie de guerra de guerrillas, procurando, bajo una orienta,ci¨®n general, el que en cada asalto se extraiga lo m¨¢ximo posible.El meollo de cada una de estas tres alternativas est¨¢ claro.El pacto social es rechazado por los sindicatos en base a que su misi¨®n consiste en encontrar un modo de superar la crisis sin que la estructura econ¨®mica y las relaciones de producci¨®n existentes se modifiquen. El resultado es siempre un sacrificio para los trabajadores, un fortalecimiento del capitalismo y una carencia de reformas en el aparato pol¨ªtico y econ¨®mico del sistema, lo que inevitablemente conduce a la recreaci¨®n en otra etapa de los mismos problemas.
Lo grave es,o¨ªr que puede encontrarse una salida en base a la negociaci¨®n entre sindicatos y patronales, con el arbitrio del Gobierno, sin que *presuponga un pacto social. En las condiciones de nuestro pa¨ªs, buscarle soluciones a la crisis a trav¨¦s del acuerdo a tres es, inevitablemente, un pacto social.En cuanto a tirar por la calle de en medio, significar¨ªa, entre otras cosas, afrontar la negociaci¨®n co-. lectiva, que afecta a varios millones de trabajadores, en base al principio de ver qui¨¦n puede m¨¢s. No hace falta ser adivino para calibrar el cisco que puede formarse a corto plazo. Pretender una autolimitaci¨®n.unilateral de los trabajadores sin contrapartidas serias y globales en lo social, sindical, laboral y pol¨ªtico es pedir lo imposible.
La ¨²nica posicion consecuente es, por tanto, el acuerdo econ¨®mico y pol¨ªtico. Consecuente para un sindicalismo de clase y consecuente con las necesidades de nuestro pa¨ªs. En ¨¦l habr¨¢ que abordar un plan econ¨®mico en profundidad; establecer un marco democr¨¢tico en las relaciones laborales, reforzando la entidad de las centrales; un puntual desarrollo de las leyes org¨¢nicas contenidas en el texto constitucional; fijar un calendario electoral, que debe empezar por las municipales, y, en fin, todo cuanto tienda al desarrollo y democratizaci¨®n de la econom¨ªa, de la sociedad y de la empresa.
Ahora bien, entrar en nuevos, acuerdos exige confianza e'n la voluntad que las partes implicadas van a poner en su cumplimiento. Y eso pasa, para empezar, porque de aqu¨ª a diciembre se cumplan los aspectos incumplidos de los acuerdos de la Moncloa y que se arbitre un instrumento de seguimiento y control que garantice la ejecuci¨®n de lo que pudiera acordarse. Este punto es esencial, pues dejar la interpretaci¨®n y aplicaci¨®n de lo acordado en manos de las mayor¨ªas parlamentarias nos lleva a lo mismo que se ha denunciado respecto de los acuerdos de la Moncloa: que se aplica mal y de forma parcial e interesada por una de las partes.
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