Lo destructivo del voto cronstructivo
La democracia, como todos los dem¨¢s reg¨ªmenes pol¨ªticos, nace siempre con la aspiraci¨®n de consolidarse y permanecer y, de hecho, es precisamente el tipo de r¨¦gimen que m¨¢s posibilidades tiene de lograr una prolongada existencia, porque es el ¨²nico que puede compatibilizar las tres exigencias de que depende primordialmente la duraci¨®n de un sistema pol¨ªtico: encontrar un amplio y expl¨ªcito respaldo social, establecer mecanismos flexibles y eficientes para la adopci¨®n de las decisiones y modificar los valores y reglas por los que se rigen determinados elementos de su propio aparato o determinados grupos sociales cuando son contrarios o incongruentes con los principios y procedimientos democr¨¢ticos.En esa fuerza se encuentra tambi¨¦n su debilidad, ya que su legitimidad, su eficacia y su congruencia son, como en ning¨²n otro r¨¦gimen, rigurosamente interdependientes. En efecto, la democracia, como f¨®rmula pol¨ªtica, puede contar inicialmente con un amplio consenso, pero ¨¦ste se ver¨¢ dr¨¢sticamente reducido si, como sistema de adoptar decisiones, el r¨¦gimen se muestra claramente inoperante para resolver los problemas fundamentales o para adaptar a los valores y reglas democr¨¢ticos los de car¨¢cter antidemocr¨¢tico que puedan prevalecer en algunos rincones de su aparato o del cuerpo social. Y, a la inversa, el respaldo social del r¨¦gimen puede verse ampliamente incrementado si se prueba su eficiencia para afrontar las cuestiones b¨¢sicas que tiene planteadas la comunidad nacional. Del mismo modo, dif¨ªcilmente podr¨ªa encarar el r¨¦gimen, sin contar con el apoyo mayoritario de la sociedad, las situaciones cr¨ªticas que se le presenten o superar los obst¨¢culos que supondr¨ªan, por ejemplo, la existencia de una administraci¨®n y unas fuerzas de orden p¨²blico autoritarias o de una judicatura netamente conservadora y escasamente democr¨¢tica.
Por eso puede asegurarse que un r¨¦gimen democr¨¢tico nuevo s¨®lo est¨¢ consolidado, como ahora se dice, y se ha convertido en una democracia fuerte y, por tanto, estable cuando sus instituciones son preferidas a las de otros reg¨ªmenes por la inmensa mayor¨ªa, est¨¢n en condiciones de adoptar decisiones eficientes y resultan plenamente congruentes, en todos los niveles del aparato estatal, con los valores y procedimientos de la democracia. En este sentido debe estar bien claro que la expresi¨®n democracia fuerte no puede identificarse ni siquiera confundirse con el significado que le dan con frecuencia, los grupos m¨¢s autoritarios designando con ella un r¨¦gimen ?de autoridad? o sustentado por un ?hombre fuerte?. Pues la autoridad y la fuerza s¨®lo pueden venirle al r¨¦gimen democr¨¢tico de su capacidad para representar y satisfacer los intereses mayoritarios de la sociedad, capacidad que genera, a su vez, el apoyo acrecentado de la sociedad al r¨¦gimen.
En las democracias modernas, la instituci¨®n clave es, sin duda, el Gobierno, por lo que la consolidaci¨®n, primero, y la estabilidad, despu¨¦s, del r¨¦gimen democr¨¢tico requieren la existencia de gabinetes fuertes, esto es, sustentados en una s¨®lida mayor¨ªa parlamentaria y, por lo mismo, estables, orientados a resolver con eficiencia los problemas fundamentales de la sociedad y, como consecuencia, ampliamente respaldados por ella y capacitados y decididos a programar y llevar a cabo las transformaciones de orden pol¨ªtico, econ¨®mico, social y cultural que sean precisas para eliminar todas las incongruencias que puedan existir entre esos ¨¢mbitos y el de los principios y reglas democr¨¢ticos. Por todas estas razones, si ninguno de los partidos alcanza en las elecciones la mayor¨ªa parlamentaria tendr¨¢ que buscar los medios para gobernar en coalici¨®n con otro u otros partidos, renunciando a gobernar en solitario.
El actual espectro de partidos y el que pudiera resultar de unas nuevas elecciones posibilitan, afortunadamente, la formaci¨®n de Gobiernos mayoritarios integrados por una coalici¨®n de partidos y los Gobiernos d¨¦ coalici¨®n, como lo muestran los ejemplos de Francia y Aleman¨ªa, pueden ser tan coherentes, s¨®lidos y estables como los integrados por un solo partido. Sin embargo, se tiene la impresi¨®n de que nuestras principales formaciones pol¨ªticas rechazan hasta tal punto la eventualidad de gobernar en coalici¨®n que prefieren institucionalizar en la Constituci¨®n un sistema de Gobiernos minoritarios, d¨¦biles e irresponsables, con tal de que en ellos s¨®lo participe un ¨²nico partido.
Semejante preferencia o semejante designio es lo ¨²nico que podr¨ªa explicar la introducci¨®n de esa absurda figura de invenci¨®n teutona que ha dado en llamarse ?censura constructiva?, rechazada casi un¨¢nimemente por los constitucionalistas espa?oles y europeos por antidemocr¨¢tica, antiparlamentaria e inoperante, y que impide que la Oposici¨®n, aun contando con la mayor¨ªa absoluta, pueda exigir la responsabilidad y dimisi¨®n de un Gobierno, salvo en el caso de que, previamente, se pusiera de acuerdo sobre la persona que debe formar el nuevo Gabinete. El desconocimiento de la l¨®gica parlamentaria y la inexperiencia democr¨¢tica o, simplemente, pol¨ªtica ha inducido a algunos a ver en ese mecanismo una importante salvaguarda frente a la eventualidad del ?vac¨ªo de poder? que se producir¨ªa entre el derrocamiento del viejo Gabinete y la formaci¨®n del nuevo. No comprenden, al parecer, ni la funci¨®n moderadora que en todo r¨¦gimen parlamentario cumplen las crisis ministeriales ni el hecho de que jam¨¢s habr¨ªa mayor vac¨ªo de poder que en el caso de que una mayor¨ªa de Oposici¨®n no pudiera exigir su responsabilidad a un Gobierno minoritario y ¨¦ste se hallase maniatado al tropezar con la Oposici¨®n de la mayor¨ªa absoluta y empe?ado, no obstante, en aferrarse al poder al amparo de la Constituci¨®n.
En esa situaci¨®n nos encontrar¨ªamos no s¨®lo ante un vac¨ªo de poder, sino asimismo ante un vac¨ªo de autoridad. Pues para asegurar artificialmente la estabilidad gubernamental se estar¨ªa incurriendo en.la incongruencia de contravenir los procedimientos democr¨¢ticos y parlamentarios. Los primeros, al permitirse que la minor¨ªa imponga su voluntad a la mayor¨ªa. Los segundos, al impedirse la sanci¨®n de la responsabilidad pol¨ªtica del Gabinete. No se trata, como se ve, del menosprecio o la violaci¨®n de dos reglas cualesquiera, sino, precisamente, de la violaci¨®n de la regla de oro de la democracia y del principio fundamental que caracteriza y distingue al r¨¦gimen parlamentario. Pero, en cualquier caso, es m¨¢s que dudoso que esa disposici¨®n constitucional pueda servir para algo, pues un Gobierno minoritario con la Oposici¨®n de la mayor¨ªa se encontrar¨¢, en ¨²ltima instancia, forzado o a presentar su dimisi¨®n o a disolver anticipadamente la legislatura, lo que, sin lugar a dudas, comportar¨ªa costes y vac¨ªos muy superiores.
La paradoja a que conduce la llamada moci¨®n de censura constructiva es, por tanto, bien patente: o bien resulta en la pr¨¢ctica in¨²til pata conseguir su finalidad acentuando los costes que se trataba de evitar, pero salvaguardando las reglas de la democracia parlamentaria, o bien consigue, en efecto, estabilizar de modo artificioso al Gobierno en el Poder, pero sacrificando, a cambio, los principios fundamentales de la democracia y del parlamentarismo. En otras palabras, lo mismo en un caso que en el otro, ese estrafalario mecanismo tan s¨®lo puede servir para erosionar y dificultar la consolidaci¨®n y estabilidad del r¨¦gimen democr¨¢tico minando su legitimidad. En el primer caso, al poner de relieve la inoperancia de las previsiones constitucionales; en el segundo, por introducir un factor de total incongruencia entre la teor¨ªa y la pr¨¢ctica democr¨¢tico- parlamentaria.
Es de todo punto evidente que la inestabilidad de los Gobiernos no puede contribuir tampoco a fortalecer y consolidar la democracia. Pero si no puede hacerlo esjustamente porque la inestabilidad no es otra cosa que expresi¨®n y reflejo de la debilidad, del car¨¢cter minoritario de los gabinetes y la soluci¨®n no est¨¢, por tanto, en asegurar ficticia y enga?osamente la estabilidad de esos Gobiernos minoritarios, endebles e irresponsables -que, por muy estables que llegasen a ser, nunca llegar¨ªan a ser fuertes en el sentido que hemos venido dando a esta expresi¨®n-, sino en estimular la formaci¨®n de Gobiernos mayoritarios de partido o de coalici¨®n, pues est¨¢ suficientemente probado por la experiencia que la democracia no se consolida por contar con Gobiernos estables, sino que llega a ser estable por contar, normalmente, con Gobiernos fuertes. Inexplicablemente, el proyecto constitucional, si no se modifica el art¨ªculo 106, vendr¨¢ a estimular la formaci¨®n de Gobiernos de un solo partido, minoritarios, d¨¦biles e irresponsables.
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