Dolores
Por la ma?ana me retrataron con Dolores Ib¨¢rruri, me sentaron a su lado, me llevaron a dejar mi mano entre sus manos, en un ritual de la Revoluci¨®n que no puede atribuirse precisamente la revoluci¨®n de los rituales, porque, como dicen los franceses, ?el hombre es animal adorador?, el hombre adora al hombre (a la mujer) en la medida y por la misma raz¨®n que lo asesina.Por la tarde, en el mitin, Dolores tuvo una equivocaci¨®n y dijo ?Rep¨²blica?por democracia, o cosa as¨ª. No es un lapsus de la edad, claro. No es un lapsus de Dolores. Es un lapsus de Freud. Tambi¨¦n Carrillo hab¨ªa trabucado una palabra, antes, en su larga y vibrante lectura, precisamente en un p¨¢rrafo que no era de los m¨¢s convincentes. No es que uno sea muy freudiano, y mis lectores (si es que me queda alguno desde la semana pasada, que muere mucha gente en el week-end de la carretera) deben saberlo. Pero en el subconsciente de este pa¨ªs, de esta Monarqu¨ªa (de casi todas las monarqu¨ªas actuales, salvo las tercermundistas y las del Hola, tipo sha), en el subconsciente de este momento hist¨®rico, en el subconsciente del Gobierno y de la oposici¨®n hay una Rep¨²blica.
Y ha sido la madre primera del socialismo, la bella y vieja Dolores, Bernarda Alba de izquierdas, ha sido el m¨¢s anciano de la tribu, en este caso la m¨¢s anciana, quien, como sin quererlo, desde la lejan¨ªa de la Historia, de la edad, mito, ha pronunciado (por error) la palabra oracular: Rep¨²blica.
As¨ª como Pem¨¢n hablaba del ?tir¨®n din¨¢stico de las democracias?, cuando parec¨ªa que los Kennedy iban a perpetuarse en la silla el¨¦ctrica de la Casa Blanca, as¨ª podemos hablar ahora del tir¨®n republicano de las monarqu¨ªas, que todas, salvo Amin Dad¨¢, tienen la tentaci¨®n y el esquema de sociedad republicana debajo de la mesa-camilla de tomar el chocolate ¨¢ulico, el soconusco que tomaba nuestra liberalota Isabel II, que otra cosa ser¨ªa de Espa?a si do?a ?sabe? no hubiera tomado el soc¨®nusco con el padre Claret y la monja de las llagas, sino con Larra, que ya para entonces estaba muerto y podrido, esperando que le sacase Azor¨ªn de paseo por la calle de Alcal¨¢, que por cierto se le solt¨® un pie en la misa negra del 98 y Azor¨ªn lo llevaba en la mano, sin saber qu¨¦ hacer.
Desde entonces, y ya ha llovido, Espa?a cojea del pie de Larra, la Rep¨²blica y la Monarqu¨ªa cojean aqu¨ª la una de la otra. Voy al doctor Pacios, mi querido amigo, para hacerme el chequeo dental de la rentr¨¦e, y tiene en la sala de espera un calendario con gran foto de Largo Caballero:
-?Y qu¨¦ dicen las miarquesonas que vienen a ponerse el paladar?
-Ya ves, se asustan un poco.
Nadie cuestiona hoy la forma del Estado, en esta finca grand¨¦ y revuelta donde cada pe¨®n habla un idioma, ni tampoco quiero yo entrar en esa p¨¦rdida de tiempo, sino subrayar, casi estructuralmente (mi querido Salvador Paniker. acaba de editar al Roland Barthes autobiogr¨¢fico, autocr¨ªtico, estructuralista, homosexual y g¨ªdeano), c¨®mo en el sue?o nacional subyace una Rep¨²blica que ha tomado la forma -?provisional? de una Monarqu¨ªa.
-?O a la viceversa? -salta el abrecoches, que viene esta ma?ana de chaqueta roja y flor de oto?o en el ojal. Es casi un hombre llamado flor de oto?o, pero en macho a la viceversa. No s¨¦. Estuve por la ma?ana, ya digo, conversando suavemente con la Madre Oracular del marxismo espa?ol, con la gran Bernarda Alba de izquierdas, eterna y nacional (y sin el azoro beato, por mi parte, de los militantes). Y por la tarde ella, sin querer o queriendo profundamente, oscuramente, pronun ci¨® la palabra impronunciable ante el inmenso valle de carasque era el auditorio rojo de la Casa de Campo. ?Se equivoc¨®? ?Se equivoc¨® la palo ma, se equivocaba, Rafael, t¨² que estabas all¨ª como de paseo? Entre el texto mon¨¢rquico y el subtexto republicano, asumido incluso por la Monarqu¨ªa (y ¨¦se es su gran acierto) se debate hoy Espa?a. La Madre Primera, oracular y equivocada, ha dicho la palabra tab¨² de la tribu. ?Como una invocaci¨®n o como un exorcismo? Nosotros ya no lo veremos.
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