Manolo Calvo
Manolo Calvo.La sola enumeraci¨®n de las salas en que se exhibe nos lleva al convencimiento de que esta exposici¨®n, digamos mult¨ªpara, algo tiene de empe?o competitivo, con miras a rebajar una marca ol¨ªmpica (?altius, fortius, citius?) previamente homologada en el mercado. Tras unos cuantos a?os de incomparecencia (ignora uno si por propia terquedad o por injusto desd¨¦n ajeno), es lo cierto que Manolo Calvo acaba de batir el r¨¦cord que hasta el presente ostentaba entre nosotros Jorge Castillo. Cinco fueron las galer¨ªas que el pasado a?o acogieron la obra de ¨¦ste en Barcelona, y siete son las que en Madrid albergan ahora la de aqu¨¦l. Dos puntos, pues, a su favor, y a ver qui¨¦n se anima a superarlos.Personas, animales y cosas. Las tres posibilidades del mundo apariencial (o las tres unidades que la gram¨¢tica escolar adorna con la distinci¨®n del g¨¦nero, el n¨²mero y el caso) son aceptadas por Manolo Calvo y sometidas a la duda del interrogante. ?Persona, animal o cosa? Dif¨ªcil resulta en las pinturas y esculturas de nuestro hombre (y de acuerdo con la pregunta que ¨¦l mismo se formula y nos transmite) discernir los l¨ªmites de su entidad respectiva. ?A veces -nos advierte el artista- me parecen seres humanos; otras, bichos, plantas, cosas.... y, en ocasiones, siento en ellas el deambular con su principio y su fin.? Hay, sin embargo, un punto de conciliaci¨®n: la idea antropomorfa en que se desenvuelve todo su universo.
Galer¨ªas: Aele, El Coleccionista, Rojo y Negro, Orfila, Estiarte, Seiquer y Casa del Brasil
Madrid.
Pinturas, dibujos, tintas planas, serigraf¨ªas, esculturas, personas, animales y cosas... obedecen, de la mano de Manolo Calvo, a un principio antropomorfo que, si nos trae resonancias generales de Arp, Henry Moore, Picasso..., no deja de descubrir las particulares, intenciones con que nuestro buen pintor y escultor alumbra la inmensa algarab¨ªa de todas sus criaturas.
A ejemplo de lo que ocurriera en la edad prehist¨®rica (?cuando -seg¨²n Bataille- la obra de arte y el sacrificio participaban de un mismo esp¨ªritu de fiesta, desbordando el mundo del trabajo y, si no la letra, s¨ª el esp¨ªritu de las prohibiciones?), Manolo Calvo inviste de aspecto antropomorfo a todas sus criaturas y las lanza, plenas de erotismo, al mundo de la festividad, en cuyas fronteras la prohibici¨®n da paso a alegre e improductivo desenfreno.
?Por qu¨¦ v¨ªas? Mediante la atinada identificaci¨®n del erotismo con el esp¨ªritu o sentimiento del barroco. Decididamente hostil al dictado omnipotente y omnipresente de la producci¨®n, Manolo Calvo da rienda suelta a lo esencialmente improductivo: la instauraci¨®n universal de la fiesta. El acierto m¨¢ximo de esta exposici¨®n (su propia cantidad es ya un s¨ªntoma), radica en la identificaci¨®n literal del erotismo con el barroco: la exaltaci¨®n universal del derroche, la desmadrada congregaci¨®n de la personas, los animales y las cosas desbordando, en plena org¨ªa, el conf¨ªn de lo prohibido, de lo secularamente vedado. A merced de una eyaculaci¨®n universal, personas, animales y cosas se agitan y confunden en la bacanal antropomorfa de un arabesco, sin principio ni fin, norma, traba o cortapisa.
Babelia
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