Hoy comienza elecci¨®n de nuevo Papa
Ciento once cardenales de cinco continentes y cincuenta nacionalidades se encerrar¨¢n esta tarde, a las cuatro y media, para elegir nuevo Papa. Boleslao Filipiak, cardenal polaco ausente por enfermedad, desvel¨® anteayer las inc¨®gnitas sobre su asistencia muriendo en una cl¨ªnica de su pa¨ªs. El recinto del c¨®nclave ya est¨¢ preparado. Al final de cada pasillo y al lado de cada puerta hay unos indicadores con base de madera y carteles de pl¨¢stico que se?alan las diferentes salas en las que los cardenales vivir¨¢n hasta la elecci¨®n de un nuevo Pont¨ªfice. Visto as¨ª, parece la sede de un congreso. Las v¨ªsperas s¨®lo han sido novedosas en un aspecto: ?Esta vez -dice un experto vaticanista- los cardenales han hecho campa?a.? Informa desde Roma el enviado especial de EL PAIS.
Parecen camas de hospital. Son blancas, peque?as y de tubo de hierro. Envolvi¨¦ndolas, una suave manta de color beige con dos franjas blancas en la parte inferior. En la pared, un espejo, ostensiblemente modesto. En todas las habitaciones, un reclinatorio, un crucifijo, una palangana, una jarra de cer¨¢mica y un cubo de pl¨¢stico con cierre herm¨¦tico.Todo est¨¢ preparado dentro del recinto del c¨®nclave. Esta tarde, los cardenales, al canto del Veni Creator, entrar¨¢n en el recinto como hace apenas dos meses. Como la vez anterior, ser¨¢n 111. La vacante del fallecido Luciani la cubrir¨¢ el norteamericano John Joseph Wright, que estaba enfermo la otra vez.
En esta ocasi¨®n, al aprovecharse las dependencias del prefecto de la Biblioteca Vaticana, Alfonso Stickler, el arquitecto De Micheli, encargado de las labores de alojamiento de los cardenales, no ha tenido que recurrir a dividir las salas. Cada cardenal tendr¨¢ una habitaci¨®n para ¨¦l solo, si bien compartir¨¢ los servicios. ?Al fin y al cabo -dice un sacerdote de la curia-, cuando estamos con nuestras familias no tenemos un cuarto de ba?o para cada uno.?
En cada celda, dentro de la mesita de noche, los cardenales se encontrar¨¢n con los mismos objetos: un rollo de papel higi¨¦nico, una pastilla de jab¨®n franc¨¦s, una caja de Kleenex, unas toallas, una linterna de pilas y un orinal. Sobre la mesa de trabajo, una bandeja con un vaso y una botella de agua mineral con gas. Como la vez anterior, entrar¨¢n solos, sin sus secretarios. Tambi¨¦n como entonces, vestir¨¢n h¨¢bitos rojos, y no aquellos de color viol¨¢ceo que marcaba la vieja tradici¨®n.
Dentro habr¨¢ otras 88 personas: cuatro m¨¢s que la vez anterior. Las dietas alimenticias de algunos prelados y la novedad de un peque?o bar, cerca de la capilla Sixtina, ha obligado a reforzar el n¨²mero de personal que sirve en la cocina.
Entre los encerrados en el c¨®nclave (y aparte de los cardenales electores) se encuentra un barbero, varios confesores, un cirujano, un m¨¦dico internista (que a la vez es odont¨®logo), dos enfermeros, un fontanero, un electricista, un carpintero, un frigorista, varios bomberos, el arquitecto De Micheli, dos ayudantes, varios cocineros y las monjitas de Santa Marta (el ¨²nico ?hotel? del Vaticano), encargadas de dar de comer a los cardenales y atender la limpieza de las habitaciones.
La Capilla Sixtina, como marca la tradici¨®n, ser¨¢ el lugar donde se celebrar¨¢n las votaciones. Como hace mes y medio, la falta de superficie ha sido el problema m¨¢s grave a solucionar. Ya en la elecci¨®n de Juan Pablo I se opt¨® por prescindir de los baldaquinos que cubr¨ªan los sillones de los cardenales. Antes, cuando un Papa resultaba elegido, un primitivo sistema mec¨¢nico alzaba el baldaquino del afortunado, mientras, normalmente, los dem¨¢s aplaud¨ªan.
En el ¨²ltimo c¨®nclave se rompi¨® la tradici¨®n. Ya en el que eligi¨® a Pablo VI hubo que desplazar, excepcionalmente, las verjas que dividen en dos la capilla Sixtina.
Al desaparecer los baldaquinos, se opt¨® por no acomodar a los cardenales de espaldas a la pared, sino a lo largo de doce mesas agrupadas en cuatro filas. En el centro, de espaldas al altar, est¨¢ la mesa con tres c¨¢lices en la que los escrutadores contar¨¢n los votos. Para aprovechar m¨¢s el espacio, se ha elevado el suelo con una tarima de madera, ganando la zona cercana a la pared, que se encuentra ocupada por un pretil.
Todo el suelo ha sido cubierto por una moqueta de color beige. Donde existen escaleras se han colocado unas rampas, que evitar¨¢n posibles accidentes (la edad media de los cardenales es de 67 a?os).
Dentro de la capilla, cada cardenal ocupar¨¢ un asiento de madera dorada, tapizado de un color parecido al de la moqueta. Enfrente tendr¨¢ una carpeta roja, unas cuartillas y un l¨¢piz. La distancia que existe entre los diversos asientos ha sido pensada para que, a la hora de escribir su voto, cada cardenal pueda hacerlo sin ser visto por el vecino.
La sala Borgia ha sido habilitada como refectorio. A lo largo de largas mesas, sentados sobre sillas de formica, los cardenales celebrar¨¢n las comidas en lo que fueron apartamentos privados del Papa espa?ol Alejandro VI. Los cubiertos son de acero inoxidable, y los platos, de cer¨¢mica blanca. Las servilletas tienen bordadas en rojo las siglas SPA (Sacro Palacio Apost¨®lico).
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