"Concierto de Albayzin" y "Requiem alem¨¢n"
Un estreno espa?ol de autor prestigioso supone buen comienzo de temporada. Pr¨¢cticamente era estreno el Concierto del Albayzin, de Xavier Montsalvatge, escuchado s¨®lo en el ¨²ltimo festival granadino.Escribimos ya desde la ciudad de la Alhambra sobre una partitura que reafirma, al ciento por ciento, cuanto ya sabemos sobre el compositor catal¨¢n: su condici¨®n innata de creador, su b¨²squeda de la perfecci¨®n, su pensamiento liberal renuente a cualquier afiliaci¨®n, su natural actitud de entronque con el pasado, su voluntad de no negar la ?raza? y, en fin, su madurez alcanzada -yo dir¨ªa que de una manera definitiva- a partir de las Invocaciones al Crucificado. Madurez, entre otras cosas, equivale a encontrar un estilo propio en el que se fundan herencias y concomitancias.
Est¨¢ claro que el Concierto del Albaycin es muestra de un pensamiento tan fuerte como en saz¨®n. Y que los procedimientos -lenguaje, escritura, coloraci¨®n instrumental, textura, equilibrio- resultan maestros tanto al trazar la parte solista como al prolongarla y ?situarla? en el mundo orquestal.
La tenue y agridulce voz del ?clave?, sus tonos graves y sus posibilidades ornamentadas -el estilo de nuestros m¨²sicos de tecla y vihuelistas est¨¢ tan en la ra¨ªz como el virtuosismo barroco europeo- han sido explotados con imaginaci¨®n suma por Montsalvatge y el trabajo orquestal, tan vivo y depurado, tan cuidadoso de no interferir, sino de exaltar, la acci¨®n del solista, constituyen una realizaci¨®n de alta calidad. Pod¨ªa haberse situado nuestro m¨²sico, incluso inadvertidamente, a la sombra del Concerto de Falla, el primero y m¨¢s alto ejemplo de m¨²sica contempor¨¢nea para clave e instrumentos. No es as¨ª. S¨®lo alg¨²n tipo de ataques en el movimiento central -secos, cortados- parecen, m¨¢s que influencia, sutil homenaje al gran Falla.
Aunque Montsalvatge asegura que el t¨ªtulo se debe s¨®lo al hecho circunstancial del destino granadino de la obra, pienso que de modo inconsciente y sin necesidad de alusi¨®n concreta de ning¨²n tipo, se han colado en los pentagramas de Montsalvatge no pocas vivencias emocionales de sus noches granadinas: ese misterio lejano, esa poes¨ªa elusiva se me antojan emanaciones contemplativas: la visi¨®n nocturna del viejo barrio desde el gran balc¨®n de la plaza del Aljibe.
Rafael Puyana, destinatario de la obra, en cuyo arte no dej¨® de pensar el m¨²sico al trabajar, super¨®, si cabe, la versi¨®n de Granada. Si sobre su condici¨®n de artista de muchos quilates y sus extraordinarias posibilidades t¨¦cnicas se a?ade el entusiasmo encendido por el ?concierto?, se comprende bien la calidad de su comunicativa versi¨®n. Tambi¨¦n entiendo su pasi¨®n por estos pentagramas que, como anot¨¦ despu¨¦s de la primera mundial, se sit¨²an entre los mejores escritos para ?clave? por autores de nuestro tiempo.
La respuesta del p¨²blico fue entusiasta, y a la labor de Puyana hay que sumar la de la orquesta -tan flexible en sus matices-, dirigida con conocimiento y ?amore? por Od¨®n Alonso. Los m¨²sicos de la RTVE y su director supieron hacer de su actuaci¨®n ?viento serenado? ante la po¨¦tica musical de Xavier Montsalvatge.
No por emplear cuantiosos elementos -solistas, gran coro, orquesta sinf¨®nica rom¨¢ntica- el Requiem alem¨¢n deja de ser obra de intimidades. Precisamente es lo que tiene de m¨¢s bello este singular mensaje religioso de Brahms, planteado por Od¨®n Alonso no como obra espectacular, sino en sus dimensiones m¨¢s interiores. M¨²sica de tristeza y esperanza, cuyo texto, casi musitado, explota a veces en fuertes sonoridades, requiere, por parte del director, mucha concentraci¨®n y mucho control y, por parte del coro, una larga resistencia. La tuvo el coro de RTVE, a pesar de ciertas imprecisiones moment¨¢neas de afinaci¨®n. Fen¨®menos accidentales, por otra parte, si se acierta, como acert¨®, en lo principal: el saber lo que se canta, de qu¨¦ m¨²sica se trata, qu¨¦ mensaje se comunica.
Por eso, Blancafort fue, junto a Alonso, triunfador de la jornada, en la que jugaron excelente papel los solistas Benita Valente, soprano, y, Wolf`gang Schoene, bar¨ªtono, no s¨®lo due?os de valiosos medios. Tambi¨¦n, y sobre todo, dominaron el estilo. El organista Adalberto Mart¨ªnez Solaesa intervino del mejor modo instalando su parte en el todo sin hacerse notar en demas¨ªa.
Babelia
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