El amigo vasco
La enfermedad vasca se ha hecho cr¨®nica. No pasa una semana sin atentado ni mes sin cuatro muertes. Y como toda enfermedad cr¨®nica ha perdido virulencia -a pesar de la periodicidad y el tr¨¢gico car¨¢cter de sus s¨ªndromes- para desembocar en una dolencia aburrida y fatigante que, muy probablemente, degenerar¨¢ hasta extinguirse m¨¢s por el agotamiento de sus oscuros y malsanos recursos que por la acci¨®n ex¨®gena de la cura.Como en todo mal permanente, as¨ª como resultan evidentes sus manifestaciones, se oscurece m¨¢s y m¨¢s el proceso de su transformaci¨®n desde su origen y hasta los m¨¢ximos expertos se sienten confundidos cuando el sucesor del terrorismo antifranquista. para justificar el uso de las armas y su reenganche a una legi¨®n en pie de guerra, tiene que recurrir a la apolog¨ªa de una lucha contra ?la violencia institucional? o ?el terrorismo de Estado contra Euskadi?; conceptos que siendo demasiados antim¨¦tricos de su t¨¢ctica como para fundamentar sobre ellos una controversia s¨®lo cubren la pobreza dial¨¦ctica de quien los acu?a y esgrime.
Tan oscuro ha llegado a ser ese proceso de transformaci¨®n que hay quien llega a pensar en tortuosas maquinaciones que rozan lo sublime; se admite como posible la conversi¨®n del patriota vasco en un hombre a sueldo y la desviaci¨®n y canalizaci¨®n del esp¨ªritu revolucionario de parte de ese pueblo con el prop¨®sito m¨¢s alejado de la revoluci¨®n social. O de manera m¨¢s modesta, tan s¨®lo el aprovechamiento de ese militante a ultranza vasco, desde?oso de todo r¨¦gimen parlamentario, que al ofrendar su vida por un fin quim¨¦rico puede, en el entretanto, rendir un servicio inapreciable a los enemigos -m¨¢s realistas- de la democracia. Esto es, una variante, a escala territorial, del argumento de ese ?Amigo americano? que tanto entusiasmo levanta estos d¨ªas entre la afici¨®n.
Pero si las manifestaciones del mal resultan evidentes, lo que tampoco est¨¢ claro es su efecto general; o los efectos de los efectos. Pues a diferencia del restaurador hamburgu¨¦s (un tanto papanatas, a mi parecer) que en compa?¨ªa del amigo americano se las arregla para terminar con una banda con la que nada tiene que ver, el amigo vasco no parece hallarse en el buen camino para desmontar la mafia del Estado. Si por un lado, hasta ahora (y desde el advenimiento de la democracia), su eficacia se ha limitado a liquidar guardaespaldas (a quienes, dicho sea de paso, habr¨ªa que educar, adiestrar y equipar para tener cuenta de la propia m¨¢s que de la ajena, o sea, una polic¨ªa de s¨ª misma), por otro no est¨¢ consiguiendo m¨¢s que un afianzamiento de su adversario, que sale robustecido ante cada atentado de rutina. Sin duda la serie de pruebas, y crisis por las que tiene que pasar la democracia espa?ola no ha concluido pero cada enfermedad superada es m¨¢s una fuente de salud e inmunidad que otra cosa. Y esa democracia est¨¢ demostrando no s¨®lo que puede soportar las pruebas a que le somete el terrorismo, sino que cada d¨ªa las aguantar¨¢ con mejor templo. As¨ª que cada nuevo atentado ?debilita o refuerza la resistencia de la democracia? Sin duda el amigo vasco debe ser un hombre que cuenta con una confianza ciega en la cantidad y una educaci¨®n un tanto singular pero ?tan singular como para llevarle a pensar que abriendo cuatro sepulturas al mes terminar¨¢ por implantar en su tierra ese socialismo que ha aprendido en unas cuantas sesiones nocturnas? La respuesta parece obvia: se trata de un ingenuo.
Ciertamente el ingenuo constituye el agente ideal para una organizaci¨®n que oculta sus principios y sus fines. Pero a tenor de los resultado la ¨²ltima ratio del terrorismo ?ser¨¢ la desestabilizaci¨®n? O bien calcula muy mal o bien persigue todo lo contrario. Cuando leo que el PSUC est¨¢ ?estudiando f¨®rmulas para testimoniar su solidaridad con la Polic¨ªa Armada?, me admiro de c¨®mo el amigo vasco ha conseguido en dos a?os lo que no ha logrado un siglo de homenajes, himnos, fiestas de la patrona, desfiles y actos de afirmaci¨®n. O sea, que la soluci¨®n a esa diof¨¢ntica puede estar en un ordenador de la ETA mal conectado, en la internacional negra (seguramente no demasiado sobrada de buenos perforistas), en el Ministerio del Interior o, c¨®mo no, en la CIA o en la KGB, organizaciones que siempre se han distinguido por su tozudez. Da lo mismo. Y como da lo mismo, utilizando el m¨¦todo laplaciano de desechar toda hip¨®tesis que se pierde en el proceso de c¨¢lculo y no afecta al resultado final, menester es pensar que no hay tal organizaci¨®n y que el ingenuo act¨²a con la sola ayuda de su ingenuidad.
Lo ¨²nico y verdaderamente grave del asunto es ese mortal, in¨²til y necio enfrentamiento entre lo general y lo individual, sobre todo cuando aqu¨¦l se demuestra inconmovible. No deja de ser curioso que como resultado de su cr¨®nica y rutinaria actividad el terrorista vasco se haya convertido en agente del dolor particular y de la estabilidad general; en sacerdote en el rito de purificaci¨®n de los institutos armados en su propia sangre; en la vacuna de la democracia burguesa. en moderador de la izquierda revolucionaria; en martillo de la herej¨ªa subversiva y hasta en profesor de gimnasia del ministro del Interior, ese se?or tan agradable. Hay desde luego amigos de los que se puede esperar cualquier cosa
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