Pantomina, emoci¨®n, sensualidad
Lisa y llanamente dicho, Lindsay Kemp es un hipnotizador. Con algo de m¨²sico. Con mucho de pintor. Con bastante de espl¨¦ndido artesano que convierte las pasiones, las ideas y los contrastes en una fiesta ac¨²stica y visual. Con un grave fondo cultural que sintetiza y mezcla a Picasso y a Strauss, a Wilde y al cine mudo, a las marionetas checas, a los ceremoniales de Oriente y, hasta a La Paloma, de Iradier. Un mago extraordinariamente capaz, cuya satisfacci¨®n y alegr¨ªa por el teatro se muestra en su forma de sentir sobre el escenario y en la enorme capacidad de contagio que su trabajo ejerce sobre sus compa?eros.No es nada f¨¢cil ir y venir de la emoci¨®n a la parodia sin perder el tono. sin destruir las im¨¢genes, sin romper el contacto con la audiencia.
Salom¨¦ (Espect¨¢culo para Oscar Wilde)
Escenario adicional de David Haughton. Concepto. dise?o y direcci¨®n: Lindsay Kemp. Direcci¨®n musical y, percusi¨®n: Joji Hirota. Principales int¨¦rpretes: Mayrata O'Wisiedo. Annie Huckle, Lindsay Kemp. ?The increible Orlando" David Haughton, Francisco Garc¨ªa del Pozo y Robert desRosiers En el teatro de la Comed¨ªa.
Es inevitable y poco grato tener que decir que Salom¨¦ es inferior a Flowers. Tiene desigualdades, desequilibrios de ritmo, serias ca¨ªdas de tensi¨®n. En Salom¨¦ se nota mucho el menosprecio por los valores textuales. Y, como hay texto. se hace visible el desacuerdo de las voces y rechina, especialmente, la emisi¨®n oral.
generalmente naturalista. de Mayrata O'Wisiedo, que ha de enfrentarse con la modulaci¨®n no naturalista de sus companeros. Curiosa estridencia que no se produce corporalmente porque ah¨ª s¨ª se integra divinamente el trabajo de Mayrata con el de Lindsay y sus companeros. Grave es esto. Porque en un trabajo de tan acendrados signos culturales ser¨ªa aterrador que la influencia espa?ola alcanzase a Lindsay Kemp a trav¨¦s de im¨¢genes del Tenorio.
Con esta salvedad la pantomima es espl¨¦ndida. El mito de Salom¨¦ es un rico pretexto para visualizar la emotividad que genera la relaci¨®n f¨ªsica establecida por los int¨¦rpretes. Se trata casi de pintar la psicologia sin imponer conclusi¨®n alguna, dejando la propuesta abierta para que el espectador se deje ir, m¨¢s o menos meditativamente, tras la gran cascada de los colores, las m¨²sicas y los movimipntos poetizados. Hay que decir que ese mundo es una creaci¨®n original, profunda, bella y muy sugerente. Lo de menos es la flaqueza de Herodes o la gruesa monstruosidad de Herod¨ªas.
Lo importante es la con junci¨®n de an¨¢lisis de los elementos b¨¢sicos de un gran mito: la muerte y el erotismo. Un an¨¢lisis que conoce y recuerda el largo tratamiento anterior, occidental e incluso oriental, tanto antiguo como moderno y tanto erudito como pasional. Por tanto, una nueva iluminaci¨®n del mito.
Casi no hay que decir, por obvio, que esta nueva meditaci¨®n po¨¦tica de Kemp est¨¢ planteada con el ta lento, la sabidur¨ªa, la capacidad idealizante, la riqueza pl¨¢stica y el magn¨ªfico tono reflexivo que le permiten, al gran creador, su extraordinaria preparaci¨®n t¨¦cnica y su exuberante imaginaci¨®n. Esta imaginaci¨®n barre de nuevo el naturalismo rutinario y convoca en su luear una catarata de im¨¢genes po¨¦ticas.
La fant¨¢stica expresividad corporal, el universo sonoro, las atm¨®sferas luminosas, los barridos del color y la tensi¨®n toda clarifican la indagaci¨®n en un brillante y continuo fresco m¨®vil, Sensual, emotiva y tr¨¢gica, la pantomima convierte en s¨ªmbolos cuantos materiales utiliza. La afinaci¨®n de l¨ªneas, la documentaci¨®n gestual de cada personaje, la organizaci¨®n del movimiento colectivo y la meticulosa conversi¨®n de datos inconexos en la precisa expresi¨®n de un universo muy comunicable son gu¨ªas constantes del trabajo de Kemp. El resultado es esta recuperaci¨®n barroca del escenario como caja de ensue?os.
Es evidente, por encima de los viejos t¨®picos sobre espect¨¢culos minoritarios y trabajos para la mayor¨ªa, que Lindsay Kemp ha obtenido un gran ¨¦xito en Espa?a.
Las prolongaciones de temporada de Flowers y el fen¨®meno general de atenci¨®n suscitado por su est¨¦tica y su trabajo pr¨¢ctico vuelven a concretarse. ahora, en la atenci¨®n hacia Salom¨¦. Hombre creyente en lo que hace, Lindsay Kemp est¨¢ defendiendo t¨¢cita y expresamente una apertura de nuestras clausuras esc¨¦nicas. No ser¨ªa justo silenciar esa comparecencia del gran mimo en nuestra vida teatral.
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