Toda una galer¨ªa de polic¨ªas al servicio de una dictadura
Las primeras declaraciones de Silva Pa¨ªs, el ¨²ltimo director general de la PIDE, son significativas de la filosof¨ªa que inspiraba la acci¨®n de la ?corporaci¨®n?. Una filosof¨ªa directamente surgida de la que se expresa en el pr¨®logo de las leyes represivas dictadas por Salazar al instaurar el ?Estado novo?: ?Los opositores al r¨¦gimen son seres nocivos, que se han excluido ellos mismos de la sociedad de los humanos, y a los que se debe impedir, por todos los medios, llevar a la pr¨¢ctica sus intenciones perversas y criminales.? As¨ª justificaban los ministros de Justicia las ?medidas de seguridad? por las que se pod¨ªa mantener indefinidamente presa una persona, aun despu¨¦s de cumplida la condena, si se mostraba dispuesta a ?reincidir? en la misma l¨®gica.Silva Pa¨ªs y los co-acusados no piensan siquiera en negar que la intenci¨®n de Salazar era de ?neutralizar a cualquier precio? la acci¨®n de Delgado. Lo ¨²nico que niega es el crimen. Admite las presiones para obligar al general al exilio, admite el secuestro en territorio extranjero, e incluso admite la detenci¨®n sin motivos.
Reconoce tambi¨¦n la utilizaci¨®n de ?soplones? y ?submarinos?, esta legi¨®n de elementos que la PIDE reclutaba, por chantaje o compr¨¢ndolos, para que informen de las actividades de los opositores, o para que se introduzcan en los medios pol¨ªticos democr¨¢ticos. Se supo, despu¨¦s de la ocupaci¨®n de los locales de la PIDE tras de la revoluci¨®n de 1974, que estos informadores e infiltrados de la PIDE eran decenas de miles, pero muy pocos han sido identificados.
El proceso Delgado revela la fisionom¨ªa de uno de ellos: Mario de Carvalho, el hombre de Roma, que supo captar toda la confianza de Delgado, secundando aparentemente todas sus ideas, mientras profundizaba cada vez m¨¢s la divisi¨®n entre ¨¦l y el resto de la oposici¨®n democr¨¢tica en el exilio, ypreparando finalmente la ?trampa de Badajoz?. A un elemento de esta importancia, la PIDE facilitaba todos los medios: un salario superior al del propio director de la polic¨ªa, pasaportes falsos, informaciones conseguidas a. trav¨¦s de la violaci¨®n regular de la correspondencia de los opositores conocidos o de los interrogatorios de los detenidos.
Una galer¨ªa de retratos
En m¨¢s de un caso, los presuntos asesinos de Delgado son otros tantos ?prototipos? de los ?hombres de la PIDE?: Fernando Eduardo de Silva Pa¨ªs, nombrado director general de la PIDE en 1962, mayor del Ej¨¦rcito, sucesor de Homero de Matos, el ?HimIer de Barreiros?, formado a la vieja escuela de la Gestapo. Silva Pais, entrevistado en la c¨¢rcel, afirm¨® tranquilamente que bajo sus ¨®rdenes la PIDE se hab¨ªa transformado ?en una polic¨ªa como todas las dem¨¢s?, tal vez un poco mejor organizada y con una eficacia ?que provocaba la envidia de sus colegas extranjeros? en reuniones internacionales. Los presos pol¨ªticos pueden atestiguar que los interrogatorios bajo, tortura no fueron suprimidos, pero los m¨¦todos se hicieron m¨¢s sutiles: menos palizas, m¨¢s tortura del sue?o, que no deja rastros visibles.
Alvaro Augusto Carvalho, otro de los inculpados presentes en el juicio, es el ?tecn¨®crata reformista ? cuyo modelo ya no es la Gestapo, sino la CIA y la DGS francesa. Su ?obra maestra? es el famoso archivo de la PIDE, el m¨¢s completo del mundo, m¨¢s de tres millones de fichas individuales, para una poblaci¨®n de nueve millones de habitantes. Todas las informaciones, provenientes de todos los servicios y enviadas por las polic¨ªas extranjeras eran diariamente clasificadas, y no escapaban al control los dignatarios del r¨¦gimen y los propios jefes de la PIDE.
Agostinho Barbieri Cardoso, uno de los ausentes, acusado por los dem¨¢s de ser el ?cerebro,? del secuestro de Delgado, pertenece a la vieja escuela. Es un fascista cl¨¢sico, que no disimula sus ligazones con la ?internacional negra? y que las utiliz¨® en m¨¢s de una ocasi¨®n.
Una de ellas es el caso Delgado. En la preparaci¨®n de la trampa aparecen, seg¨²n revela Valeriano Ochetto, un dem¨®crata ¨ªtaliano ligado a la oposici¨®n portuguesa y autor de un libro sobre la muerte de Delgado, diversos elementos bien conocidos por pertenecer a los grupos fascistas clandestinos. Hoy se dice que Barbieri Cardoso est¨¢ a¨²n activo. Los servicios secretos franceses con quien colabor¨®, y sus amigos de la OAS, le han asegurado un nuevo ?trabajo?.
Personajes donde los haya.
Rosa Casaco no es un intelectual como Barbieri. Muy pobre de origen, su carrera en la PIDE fue el medio de su promoci¨®n social que lo llev¨® a la intimidad directa de Salazar, que hizo de ¨¦l su fot¨®grafo particular, para permitirle dirigir su guardia personal. Durante la guerra mundial desempe?¨® una misi¨®n muy delicada: la de mensajero secreto entre Lisboa y Madrid. De esta ¨¦poca datan sus relaciones con las polic¨ªas espa?olas y tambi¨¦n con las m¨¢s altas autoridades. Esta circunstancia facilit¨® seguramente su elecci¨®n para dirigir el equipo encargado del asesinato de Badajoz. En el paso de frontera. el 13 de febrero de 1965, fue el que se encarg¨® de presentar sus tres acompa?antes al jefe del puesto espa?ol como ?colegas?, en viaje de turismo a Sevilla. Fue ¨¦l tambi¨¦n quien despu¨¦s de descubrirse el crimen se encarg¨® de enlace con las autoridades espa?olas, recuperando el equipaje de Delgado, y tratando de ?resolver? la cuesti¨®n con la justicia espa?ola sin implicar a la PIDE.
Pero al margen de estas misiones ?de servicio?, Rosa Casaco desarrollaba otras actividades mucho m¨¢s lucrativas. Suspendido una vez de servicio durante cuatro meses, por tr¨¢fico de diamantes y estupefacientes, fue, despu¨¦s del ?caso Delgado?, alejado de la capital y desterrado a Oporto por implicaci¨®n en el asunto Matesa.
Casimiro Teles Jordao Monteiro, Agostinho Geraldo Sillero Tienza y Ernesto Lopes Ramos son los otros tres miembros del equipo asesino, pero son simples ejecutantes.
El primero, autor de los dos asesinatos, seg¨²n algunas versiones, o tan s¨®lo del general Delgado, seg¨²n otra, representa el rostro m¨¢s brutal de la PIDE. Es el hombre dispuesto a todos los cr¨ªmenes. Empez¨® su carrera en los rangos de la legi¨®n extranjera, pasando despu¨¦s a la divisi¨®n azul. Despu¨¦s de la guerra se establece como gangster por cuenta propia en Londres, siendo al mismo tiempo informador de Scotland Yard. Huye al ser acusado del asesinato de un anticuario y se refugia en su tierra natal, y luego se alista en la polic¨ªa colonial. Desempe?a sus funciones con tal brutalidad que llega a Lisboa en 1958 y es preso con una lista impresionante de acusaciones que van desde el asesinato de decenas de personas al contrabando. Absuelto, por ?falta de pruebas? regresa a Goa y a sus actividades anteriores. En 1962 la Interpol pide su extradici¨®n para Inglaterra. Finalmente, ingresa en la PIDE el 17 de diciembre de 1964, pocos meses antes del asesinato de Delgado.
L¨®pez Ramos es todo lo contrario: un joven intelectual que sigui¨® cursos especializados en Estados Unidos. Su principal motivo de orgullo es haber conseguido infiltrarse en la representaci¨®n portuguesa al Festival de la Juventud en Viena en 1959. Fue escogido para representar, junto a Humberto Delgado, a la oposici¨®n clandestina. Vino del interior de Portugal y se encarg¨® de organizar el encuentro de Badajoz con oficiales superiores dispuestos a dar el golpe de Estado contra Salazar. Fue el que, la ma?ana del crimen, llev¨® a Delgado y su secretaria al lugar combinado con el resto del equipo de la PIDE. Detenido despu¨¦s del 25 de abril, Lopes Ramos hizo una confesi¨®n pormenorizada. M¨¢s afortunado que su colega, fue puesto en libertad provisional y desapareci¨®, como Monteiro, que no lleg¨® nunca a ser detenido.
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