"Tem¨ªamos, sobre todo, una segunda explosi¨®n"
A las diez y veinte de la ma?ana de ayer, cuarenta personas trabajaban en la planta cuarta de EL PAIS. En el resto del edificio la situaci¨®n era la de un d¨ªa cualquiera: la planta primera, con los trabajadores de publicidad, comercial y proceso de datos, y en la planta segunda, los primeros redactores del turno de ma?ana.
Cinco minutos despu¨¦s se escuch¨® en toda la casa un sonido seco, atronador. ?Como si hubiese ca¨ªdo una bobina de papel?, en la planta primera; ?como si hubiera estallado algo?, en la planta segunda, y ?como un infierno?, en la planta cuarta. El personal de administraci¨®n vio c¨®mo volaban por los aires en la salita papeles, l¨¢pices, planchas del techo y ?todo se te?¨ªa de sangre?. Instintivamente algunos de ellos se aproximaron a la puerta de la salita. Otros se alejaron hasta la pared contraria. ?Tem¨ªamos, sobre todo, una segunda explosi¨®n.?
En menos de dos minutos
?Fue todo en menos de dos minutos. La centralita estaba tranquila y de repente o¨ª una explosi¨®n, como un golpe seco. Pens¨¦ que se habr¨ªa ca¨ªdo alguna bobina de rotativas y no le di importancia. Pero inmediatamente creo que vi a Escudero, de direcci¨®n t¨¦cnica, y a Antonio Gallardo, director de gesti¨®n. quien meritaba que llamara a ambulancias. Llam¨¦ a todas partes en medio de un gran nerviosismo. Y preguntaba: "?Qu¨¦ ha pasado?" "Nada, no te preocupes." "Pero, por favor, ?qu¨¦ ha pasado?" "Ha sido una explosi¨®n, en la cuarta. Y ya, casi gritando: "Mi marido est¨¢ en la cuarta. Le ha pasado algo a Jos¨¦ Mari? "No, a Jos¨¦ Mari, no." Angeles Sanz, telefonista del peri¨®dico, calcula en menos de dos minutos el tiempo que pas¨® desde ese golpe seco y los llantos y gritos de la gente que se agolpaba en la escalera e intentaba salir a la calle. ?Entre ellos -explica- vi a mi marido ileso, y ya me dijeron qui¨¦nes eran los heridos. Inmediatamente se bloque¨® la centralita.?Esos dos minutos de Angeles Sanz fueron quiz¨¢ todav¨ªa m¨¢s breves para los trabajadores de administraci¨®n y gerencia, en la cuarta planta del edificio de EL PAIS. Juan Carlos P¨¦rez estaba de espaldas al despacho de la explosi¨®n. Y al o¨ªr el golpe se volvi¨® y a¨²n alcanz¨® a ver como un destello y humo blanco. ?Y entonces sali¨® Sampedro con un brazo colgando y los Intestinos fuera y la cara llena de sangre y diciendo: "Haced algo, haced algo.?
Asamblea de trabajadores
Los miembros de la redacci¨®n, talleres y del resto de los departamentos de la casa que se encontraban fuera del peri¨®dico se enteraron de lo que hab¨ªa pasado, fundamentalmente a trav¨¦s de la radio. A las once y media de la ma?ana la redacci¨®n del peri¨®dico, en la planta segunda. una vez que se dio permiso para volver a entrar en el edificio, se llen¨® de gente de la casa, y de gran n¨²mero de periodistas de todos los medios de difusi¨®n. Mientras tanto, los reporteros gr¨¢ficos intentaban plasmar el estado en que qued¨® la salita de franqueo en la cuarta planta. Poco antes de las dos de la tarde los trabajadores de EL PAIS se reunieron en asamblea en la redacci¨®n del peri¨®dico. Miembros del comit¨¦ de empresa y de la representaci¨®n profesional de los periodistas leyeron el comunicado que hab¨ªan elaborado para los medios informativos. Asimismo se acord¨® elaborar un per¨ª¨®dico con un n¨²mero de p¨¢gin¨¢s normal, que incluyera, junto al pensamiento de los editorialistas, una nota de los trabajadores y una amplia informaci¨®n sobre los hechos. Tambi¨¦n se decidi¨® solicitar de los responsables del peri¨®dico que la recaudaci¨®n publicitaria de hoy se destine ¨ªntegra a las familias de los afectados. La direcci¨®n no puso ninguna objeci¨®n a las peticiones de los trabajadores. Esto fue informado en otra asamblea realizada alrededor de las cinco de la tarde en los locales de la AISS.La mujer de Juan Antonio Sampedro, Mary, fue alertada de lo que ocurr¨ªa por una vecina que escuch¨® el parte de Radio Nacional a las once. Otra vecina confirm¨® poco despu¨¦s la noticia. Quien definitivamente le explic¨® lo sucedido fue Aurora, su hermana, que hab¨ªa sido informada desde el peri¨®dico. Cuando lleg¨® al hospital intentaba no llorar y repet¨ªa: ?Con la falta que nos hace?.
Eleuteria Fern¨¢ndez, madre de Andr¨¦s Fraguas, recibi¨® la noticia en la casa en que trabaja. Quiz¨¢ fue ella la que encaj¨® peor la situaci¨®n. Cuando lleg¨® al hospital se encontr¨® con su otro hijo que, acompa?ado su novia, hab¨ªa llegado poco antes. Ambos estaban en un estado de profunda excitaci¨®n. Dec¨ªa constantemente: ?Qu¨¦ le ha pasado a mi hijo? y a las ocho de la tarde, derrumbada en un sill¨®n del Francisco Franco, repet¨ªa lo mismo maquinalmente.
La madre de Carlos Barranco, Isabel Armenteros, cuida por las ma?anas de un ni?o peque?o mientras sus padres trabajan. En la casa recibi¨® la noticia y se desplaz¨® con el peque?o hasta el .peri¨®dico: ?No puedo dejarlo solo?, dec¨ªa, ?Present¨ªa desde hace una semana que algo le iba a pasar a Carlos?. Carlos comentaba a su madre. de vez en cuando, los an¨®nimos y amenazas que llegaban al peri¨®dico con cierta regularidad.
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