Tres empleados de EL PAIS heridos, dos de ellos grav¨ªsimamente, al explosionar un paquete-bomba
Tres empleados de EL PAIS resultaron heridos, dos de ellos grav¨ªsimamente, al estallar un paquete postal, dirigido a uno de los redactores del peri¨®dico, en el momento en que proced¨ªan a abrirlo en uno de los despachos de nuestro diario. Juan Antonio Sampedro jefe de los servicios generales, result¨® con heridas grav¨ªsimas en ambas manos, cara y abdomen; el conserje Andr¨¦s. Fraguas qued¨® tambi¨¦n grav¨ªsimamente herido, con los pulmones destrozados, y Carlos Barranco, tambi¨¦n conserje, recibi¨® menor impacto, con lesiones en ambos ojos de pron¨®stico menos grave.
?Yo recuerdo un fogonazo, como el de un flask tanto que cre¨ª que se hab¨ªan fundido de repente varios fluorescentes.? ?Mi primera impresi¨®n es la de humo, mucho humo, en el cuarto de la franqueadora y luego a Sampedro, todav¨ªa de pie, con las manos destrozadas y el paquete intestinal asom¨¢ndole por el bajo vientre, que dec¨ªa: ?Haced algo, haced algo!? ?Pues yo, no s¨¦; s¨ª, recuerdo el ruido producido por la ruptura de cristales.? Todas las personas que a las 10.25 de la ma?ana de ayer estaban en el edificio de EL PAIS est¨¢n abajo en la calle, aturdidas todav¨ªa por la explosi¨®n y la impresi¨®n y ¨¦stas son sus primeras im¨¢genes de lo sucedido.Impresiones no exactas del todo. Quien recuerda el fogonazo no recordar¨¢ hasta pasados algunos minutos que tambi¨¦n se le cay¨® sobre su mesa de trabajo (en un despacho contiguo al de la explosi¨®n) toda una estanter¨ªa met¨¢lica. El que recuerda, la ruptura de cristales no pudo verla, porque ¨¦stos se rompieron al otro lado de una mampara opaca. Pero la escuch¨®. Hay, en fin, quien ha retenido con toda claridad (el humo, Sampedro todav¨ªa de pie, etc¨¦tera) como si fuera una pel¨ªcula largu¨ªsima, lo que realmente transcurrio en escasos segundos.
La siente est¨¢ nerviosa no sabe qu¨¦ hacer: no sabe todav¨ªa con exactitud lo que ha ocurrido. Acaba de ver c¨®mo un coche de patrulla de la polic¨ªa se llevaba en una camilla improvisada, sin poder cerrar la puerta trasera, a Andr¨¦s Fraguas. Ha visto salir por su propio pie, tambale¨¢ndose. camino de otro coche de la Polic¨ªa, a Carlos Barranco. Ha visto, en fin, c¨®mo Juan Antonio Sampedro (la cara desfigurada, el cuerpo cubierto por una manta) part¨ªa en la primera ambulancia que lleg¨® hacia un centro sanitario.
Hac¨ªa poco m¨²s de media hora que se hab¨ªa iniciado en la cuarta planta del edificio de EL PAIS, en un depacho peque?o destinado para ello, una tarea rutinaria: abrir la correspondencia tra¨ªda en sacas desde la estafeta postal del distrito y distribuirla.
Ese trabajo de clasificaci¨®n lo hab¨ªan iniciado el jefe de servicios sienerales. Juan Antonio Sampedro y los conserjes Andr¨¦s Fraguas y Carlos Barranco. En un momento los dos primeros abandonaron el despacho. Quedaba solo Carlos Barranco, que fue, quien extrajo de la saca el paquete explosivo. Ten¨ªa. recuerda ¨¦l, un tama?o aproximado de diez por quince cent¨ªmetros y otros cuatro o cinco de grosor. Estaba envuelto en papel normal de embalaje, de color amarillo y atado con dos finas zuerdas rojas sobre las cuales hab¨ªa un sello de lacre del tipo usado normalmente en los servicios de Correos para precintar paquetes.
Carlos Barranco recuerda que el paquete llevaba una etiqueta blanca d¨®nde figuraban el anagrama de IBM y las se?as de esta multinacional norteamericana en Madrid. El paquete, recuerda tambi¨¦n, iba dirigido a Juli¨¢n Garc¨ªa Candau, antes jefe de la secci¨®n de deportes y en la actualidad redactor jefe de la ma?ana. Carlos cort¨® las cuerdas, quit¨® el papel del embalaje. Fuen entonces cuando vio que se trataba de una caja de madera.
Unos cables extra?os
El paquete despert¨® sus sospechas, al advertir que en uno de sus lados hab¨ªa un peque?o orificio por el que sobresal¨ªan dos cables. Al darse cuenta de estas anomal¨ªas dej¨® el paquete en la mesa de distribuci¨®n y avis¨® a Juan Antonio Sampedro del peligro que ve¨ªa en la caja. Sampedro y Fraguas entraron entonces en el cuarto y el primero de ellos acostumbrado a las amenazas y a las alarmas, hombre para quien el miedo a los paquetes raros es ya casi una rutina, comenz¨® a abrir el paquete.
En aquellos instantes. Sampedro y Fraguas estaban a un lado de la mesa, el primero de pie y el segundo sentado a su lado. Frente a ellos.
Carlos, entre bromas y veras, dijo que por si acaso ¨¦l se met¨ªa debajo de la mesa. Apenas hab¨ªa iniciado el movimiento para hacerlo cuando al levantar Sampedro s¨®lo unos mil¨ªmetros la tapa de la caja, se produjo la explosi¨®n, a la altura del vientre del jefe de servicios generales y entre sus manos. La explosi¨®n le arranc¨® la mano izquierda, le da?¨® gravemente la derecha e hizo que la masa intestinal reventase y saliera fuera.
En aquel momento se encontraba en la planta, s¨®lo separado por una mampara y un doble cristal a unos sesenta cent¨ªmetros del suelo la mayor parte del personal del departamento de administraci¨®n: cerca de medio centenar.
Jos¨¦ Andr¨¦s Collado, cuya mesa de trabajo se encuentra en el centro de la sala, a unos seis metros del despacho de franqueo, oy¨® una explosi¨®n muy fuerte y seca, que le dej¨® paralizado de estupor, como a gran parte del personal. Otros se agolparon en la pared m¨¢s lejana a la explosi¨®n, instintivamente, como temiendo un segundo estallido. A continuaci¨®n, en medio de gritos y sollozos, y de alg¨²n ataque de histeria, la mayor¨ªa sali¨® atropelladamente por la puerta que conduce a la escalera central del edificio.
"Haced, algo, haced algo"
Collado se dio cuenta de la gravedad del hecho cuando vio salir
(Pasa a p¨¢gina 12)
Tres empleados de EL PAIS heridos, dos de ellos grav¨ªsimamente, al explosionar un paquete-bomba
(Viene de la p¨¢gina 11)
del cuarto a Carlos Barranco, con la cara ensangrentada, y cerca del quicio de la puerta, muy r¨ªgido, a Juan Antonio Sampedro, que se miraba las manos destrozadas y en su impotencia, dec¨ªa:,?Haced algo, haced algo.?
Jos¨¦ Andr¨¦s Collado fue uno de los primeros en acudir en auxilio de Sampedro. Y con ¨¦l, Javier Baviano, director-gerente del peri¨®dico, y Jos¨¦ Mar¨ªa Aranaz adjunto a la gerencia, quienes se hallaban reunidos en la sala de juntas, pared con pared del cuarto de la franqueadora, y que acudieron al o¨ªr la explosi¨®n Sampedro estaba todav¨ªa de pie e iniciaba unos pasos hacia la salida. Entre los tres lograron conducir al herido en brazos hasta el despacho del m¨¦dico, que se encuentra, en la misma planta, al otro lado de la gran sala de administraci¨®n. Sampedro conserv¨® en todo momento la lucidez. Mientras el doctor Feliciano L¨®pez, m¨¦dico de empresa, le practicaba las primeras curas, pregunt¨® si corr¨ªa peligro de muerte y c¨®mo se encontraban los dos j¨®venes. En el botiqu¨ªn se le suministr¨® ox¨ªgeno, se le aplicaron torniquetes en ambos brazos y se trat¨® de contener la hemorragia intestinal mediante algodones.
Entretanto, Jos¨¦ Mar¨ªa Aranaz descubr¨ªa al tercero de los heridos, Andr¨¦s Fraguas, cuyos pies asomaban, por debajo de la mesa de la franqueadora. Su cuerpo hab¨ªa quedado oculto por los plafones desprendidos del falso techo. Trasladado en estado inconsciente al servicio m¨¦dico, el doctor L¨®pez apreci¨® que la explosi¨®n le hab¨ªa alcanzado de lleno los pulmones y el rostro y decidi¨®, por tratarse a su juicio del herido m¨¢s grave, que fuera trasladado a un centro hospitalario en primer lugar.
Avisado el 091, minutos despu¨¦s del accidente llegaban a EL PAIS los primeros coches de la polic¨ªa y, poco m¨¢s tarde, varias ambulancias. Andr¨¦s Fraguas fue bajado al veh¨ªculo, policial en camilla. Durante todo el camino estuvo auxiliado por cuatro compa?eros. Uno le aplicaba la mascarilla de ox¨ªgeno, otro manten¨ªa la bombona, otro suletaba la camilla para que no se deslizara del coche, dado que los pies del herido sobresal¨ªan por la puerta trasera del veh¨ªculo, mientras el herido permanec¨ªa fuertemente agarrado al brazo del cuarto.
Trasladados a la Ciudad Sanitaria Francisco Franco, Juan Antonio Sampedro y Andr¨¦s Fraguas entraron directameme al quir¨®fano.
Explosivo pl¨¢stico
Aunque en un principio se pens¨® que el paquete conten¨ªa metralla, por los da?os que caus¨® en mesa y paredes, los expertos de la polic¨ªa creen que la caja s¨®lo conten¨ªa el explosivo y el dispositivo detonante. Fueron la madera y la pila los materiales que, al fragmentarse, hicieron las veces de metralla.
El explosivo era del tipo m¨¢s potente, el pl¨¢stico, aunque las versiones recogidas en fuentes competentes no coinciden en la clase exacta ni en la cantidad. La opini¨®n m¨¢s generalizada es que se trata de goma-2 o ex¨®geno pl¨¢stico, m¨¢s, potente a¨²n. Se cree, igualmente, que la cantidad oscila entre los cien y los 250 gramos.
La onda expansiva de la explosi¨®n encontr¨® salida por el falso techo construido con planchas de pl¨¢stico, que saltaron en distintos puntos de la planta de administraci¨®n. Tambi¨¦n result¨® afectada la instalaci¨®n el¨¦ctrica por un cortocircuito que produjo la explosi¨®n en el cuarto de franqueo.
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