Desestabilizaci¨®n en Ir¨¢n
MOSC? Y Pek¨ªn, Washington, Ryad y Jerusal¨¦n, entre otras capitales, parecen tener en estos momentos una preocupaci¨®n com¨²n: c¨®mo salvar la situaci¨®n en Ir¨¢n. C¨®mo evitar una ?desestabilizaci¨®n? que rompa un punto de equilibrio sostenido por vectores tan heterog¨¦neos como la producci¨®n de petr¨®leo y su precio, las fronteras estrat¨¦gicas con la URSS, el conflicto del oriente ¨¢rabe-jud¨ªo, los pactos asi¨¢ticos -que avanzan hasta la India, Pakist¨¢n, Ceyl¨¢n... A pesar de todos estos importantes apoyos pr¨¢cticamente universales, el prestigio y la capacidad del shah se hunden de d¨ªa en d¨ªa. El pa¨ªs no est¨¢ gobernado: va a la deriva desde que el 8 de septiembre -el ?viernes negro?- el Ej¨¦rcito y la polic¨ªa dispararon sobre las masas. Disturbios y huelgas se van extendiendo. El paro ha ido pasando de los sectores tradicionales -el peque?o comercio, los estudiantes- a los funcionarios del Estado, los obreros industriales. Ha alcanzado, finalmente, al coraz¨®n econ¨®mico del pa¨ªs: la producci¨®n de petr¨®leo. Lo cual afecta no solamente al pa¨ªs en s¨ª, sino a todo el mundo occ¨ªdental, que ve la posibilidad de que se cierre una de sus fuentes m¨¢s importantes de aprovisionamiento de energ¨ªa y que suban una vez m¨¢s los precios.Las posibilidades de defensa del sha parecen muy reducidas. Una represi¨®n masiva del Ej¨¦rcito -parte de cuyos jefes, inquietos en sus propios sentimientos religiosos por las proclamas de los chiitas que est¨¢n en el origen de lo que ya va siendo una revoluci¨®n, desear¨ªan mantener al Ej¨¦rcito al margen- puede provocar un alzamiento popular ilimitado, una situaci¨®n nicarag¨¹ense en la que no habr¨ªa ninguna seguridad de que los militares pudieran dominarla; al mismo tiempo, no podr¨ªa ya garantizar que no ocurriesen da?os irreversibles -por lo menos, a corto plazo- en las instalaciones de producci¨®n de petr¨®leo.
Hay intentos de soluci¨®n pol¨ªtica. Ciertas concesiones del Gobierno no han dado resultado. La liberaci¨®n de presos pol¨ªticos ha sido incompleta; la elevaci¨®n de salarios hasta en un 50% no ha contenido las huelgas y puede provocar un desastre econ¨®mico: la inflaci¨®n, que es ya del 25%, puede aumentar considerablemente. Una parte de la oposici¨®n pol¨ªtica moderada ha pretendido negociar con el sha el establecimiento de un Gobierno ?constitucional?, entendi¨¦ndose al mismo tiempo con Estados Unidos. Aparte de la resistencia de Mohammed Reza Pahlevi a perder sus poderes omn¨ªmodos, surge la negativa de los jefes religiosos. Desde Par¨ªs, el jefe de los ch¨ª¨ªtas, el ayatollah Khomeiny, entiende que la posibilidad de que cualquier potencia extranjera medie en el conflicto interior es una soluci¨®n contraria a la independencia del pa¨ªs, y emite ya directamente un claro grito de guerra: acabar con la dinast¨ªa Pahlevi. ?Si el sha no abdica, podr¨ªamos autorizar una guerra armada popular?, dice: y el segundo personaje de los chiitas, el ayatollah Madari, que ten¨ªa una posici¨®n m¨¢s moderada, se suma a este punto de vista. Ir¨¢n protesta a Par¨ªs de que d¨¦ asilo y voz a Khomeiny; pero Giscard, tan f¨¢cil en otros casos a la deportaci¨®n de asilados pol¨ªticos, no responde. Francia considera que si el sha est¨¢ perdido podr¨ªa convenirle tener como amigos para el futuro a los grandes asilados iranles. Y mientras Par¨ªs cuida as¨ª al ayatollah, Washington cultiva a Ardeshir Zahed¨ª, embajador de Ir¨¢n en Estados Unidos y yerno del sha, pero al parecer contrario a la pol¨ªtica de la casa real.
Los c¨¢lculos de los observadores diplom¨¢ticos se centran en que la situaci¨®n no puede durar m¨¢s de dos meses. El punto culminante, si antes no ha habido acontecimientos, lo sit¨²an en el mes de Moharram, dedicado al duelo, que coincide este a?o con el mes de diciembre. Se supone que los jefes religiosos van a realizar en ese momento su m¨¢ximo esfuerzo. Pero podr¨ªa ocurrir que Washington, Mosc¨², Pek¨ªn y algunos otros pa¨ªses aconsejaran al sha que tomase antes el camino del exilio, dejando el Gobierno en manos de una junta de militares y civiles que garantizasen el regreso a la Constituci¨®n y al parlamentarismo: y una situaci¨®n general en la pol¨ªtica internacional que no variase demasiado con respecto a la actual.
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