En busca de la ciudad prohibida /1
Doctor Ingeniero de Caminos. Profesor de UrbanismoDe los muchos aspectos del problema del tr¨¢fico y del transporte, interesa en esta breve nota se?alar esa influencia que la dictadura del autom¨®vil tiene sobre la vida del ciudadano, entendida esta palabra en su m¨¢s amplia acepci¨®n, y no exclusivamente como ?centauro mec¨¢nico?, que es a lo que vamos a vernos reducidos, si no lo estamos ya, a menos que se cambie profundamente la orientaci¨®n que hasta ahora se ha seguido.
Refiri¨¦ndonos concretamente al caso de Madrid, se observa una invasi¨®n de todo el espacio urbano por el autom¨®vil. Esta invasi¨®n es en unos casos legal y en otros ilegal. La invasi¨®n legal, cuyo apogeo se produjo en la d¨¦cada 1965-75, emanaba del poder p¨²blico y adopt¨® diversas formas: supresi¨®n de bulevares, reducci¨®n dr¨¢stica de aceras, medidas de reordenaci¨®n de la circulaci¨®n que obligan a los peatonesla largos recorridos y cambios de nivel fatigantes, irrupci¨®n en el paisaje urbano de estructuras elevadas que deterioraban el medio ambiente.
La invasi¨®n ilegal, cuya intensidad va en aumento, ante la apat¨ªa o imposibilidad del poder p¨²blico para atajarla, se produce bajo la forma de una irrupci¨®n masiva del autom¨®vil en espacios que no le pertenecen. Se aparca en todo espaci¨® disponible, sin consideraci¨®n a su car¨¢cter. Las esquinas, los pasos de cebra, los lugares expresamente reservados para determinados usos, son sistem¨¢ticamente ocupados por el autom¨®vil. Si se quiere proteger los escasos bulevares que quedan en nuestra ciudad es necesario ?fortificarlos? como ¨²nica medida disuasoria. Cuando estos lugares se han agotado, comienzan a utilizarse las aceras. Cuando se acaben las aceras ?d¨®nde aparcar¨¢n los autom¨®viles?
De esta invasi¨®n masiva e ilegal del espacio urbano por el autom¨®vil son destacables dos aspectos. El primero de ellos es que supone un atentado a la esencia misma de la ciudad como lugar de convivencia. La ciudad ha abdicado de su funci¨®n humana y ha pasado a convertirse en una gran autopista y un gran aparcamiento. En vez de una ciudad, vivimos en un cementerio de autom¨®viles, que, en ¨²ltima instancia, nos conducir¨¢ a una ciudad-cementerio de seres vivos.
El segundo aspecto que interesa destacar es la pasividad del poder p¨²blico ante esta invasi¨®n del autom¨®vil, manifiestamente ilegal. ?Por qu¨¦ no se han adoptado, no se adoptan, las medidas legales de represi¨®n necesarias para restaurar el orden urbano, para devolver al ciudadano los espacios que le pertenecen y que necesita para continuar siendo un ciudadano? La respuesta parece estar en el car¨¢cter aparentemente impopular de estas medidas. Que las medidas de represi¨®n del caos del tr¨¢fico son impopulares en determinados estratos sociales es algo que se ha puesto de manifiesto cuando se ha pretendido establecer alguna medida de este tipo. Basta se?alar el ambiente hostil hacia la gr¨²a o el cepo, que son unos elementos m¨ªnimos de coacci¨®n. Ultimamente tenemos otro ejemplo bien claro en la contestaci¨®n que ha tenido el aviso municipal de la posible retirada del carnet de conducir por infracciones de aparcamiento, medida absolutamente normal en otros muchos pa¨ªses.
Esta impopularidad parece que es m¨¢s un problema de fuerza que de raz¨®n y n¨²mero (aunque no hay estad¨ªsticas precisas, puede decirse, aproximadamente, que no m¨¢s de un 30% de los desplazamientos en Madrid se realizan en autom¨®vil). Al no estar todav¨ªa organizados los canales para la expresi¨®n ciudadana, la pol¨ªtica municipal se ha visto coaccionada por unas minor¨ªas que, utilizando su superior situaci¨®n, han dejado o¨ªr su voz. Y, siguiendo una pol¨ªtica posibilista, la autoridad ha abdicado y ha convertido la infracci¨®n en norma.
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