Quien mal anda, mal acaba
El cine americano suele ser aficionado al juego de las contrafiguras, es decir, a vestir con nombres, hechos e incluso aspecto f¨ªsico de personajes famosos, actores que en su lugar viven, aman o mueren empe?ados en vagas biograf¨ªas. As¨ª, tras ese inefable Tomasis, remedo del naviero griego del cual se nos ofrecen ciertas intimidades amatorias, llega ahora este Johnny Kovac, contrafigura de Jimmy Hoffa, turbio exponente del sindicalismo americano, desaparecido en misteriosas circunstancias.O quiz¨¢ no tan misteriosas, habida cuenta de que tales l¨ªderes obreros made in USA suelen forjarse al amparo de aquella raz¨®n poderosa seg¨²n la cual el fin justifica los medios.
Cuando los medios son tan indeseables como los que a veces ayudan a tales l¨ªderes, no es raro que acostumbren a cobrar a la larga sus favores, ya sea en forma de influencias o claudicaciones, cuando no con la vida.
F
I. S. T. S¨ªmbolo de fuerza.Direcci¨®n: Norman Jewison. Gui¨®n de Sylvester Stallone, seg¨²n la novela de Joe Eszterhas. Int¨¦rpretes: SyIvester Stallone, Rod Steiger, Peter Boyle, Melinda Dillon, David Huffman. EEUU. Dram¨¢tico. 1978. Local de estreno: Gran V¨ªa.
En la primera parte del filme se nos muestra la escalada de este Kovac, en un principio honesto y ambicioso, hasta llegar, a fuerza de astucia y pu?os, a la cima en un pa¨ªs reci¨¦n salido de una de las m¨¢s graves crisis de su historia. En la segunda, el filme viene a caer en los acostumbrados t¨®picos sobre la corrupci¨®n del poder, en c¨®mo tales h¨¦roes con pedestal de barro y un pasado tan poco claro a las espaldas acaban por sufrir el castigo a que se hicieron acreedores. Este especial fatalismo, normal en el cine de Estados Unidos, cuando se trata de medir el valor de ciertos movimientos obreros y sus reivindicaciones, se hace patente aqu¨ª, una vez m¨¢s, porque su an¨¢lisis carece de rigor y mira m¨¢s a explotar los pasados ¨¦xitos del actor-guionista de Rocky que a ahondar en cualquier tipo de cuestiones sociales.
La historia, h¨¢bilmente narrada, en vez de emplear la f¨®rmula habitual: sexo-acci¨®n-violencia, utiliza otra similar: amor-violencia-clase obrera, con moraleja final que apunta, como es habitual, a los peligros con la pol¨ªtica, tanto como a la conveniencia de dejar las cosas como est¨¢n por aquello de que es mejor lo malo conocido que las promesas sindicales. Con planteamiento tan elemental y un actor que no va m¨¢s all¨¢ de una dorada median¨ªa, es posible que alg¨²n espectador la acepte. Arropado por actores eficaces, como Rod Steiger o David Huffman, una m¨²sica acertada y la buena fotograf¨ªa de siempre, este nuevo recital Stallone convencer¨¢ a unos pocos en lo que a su aventura personal se refiere. Su valor de denuncia o testimonio queda, en cambio, muy por debajo de sus pretensiones, como un relato en el que lo espectacular no se refiere a empresas estelares o cat¨¢strofes, sino a la lucha por el salario de cierto tipo de trabajadores.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.