Per¨², entre la zozobra econ¨®mica y la agitaci¨®n pol¨ªtica
El ministro de Hacienda peruano, Jos¨¦ Silva Ruete, respir¨® con alivio el pasado d¨ªa 31 de octubre, cuando termin¨® en la capital francesa la reuni¨®n que, durante varios d¨ªas, hab¨ªa sostenido con los principales acreedores de su pa¨ªs, agrupados en el Club de Par¨ªs. Hab¨ªa conseguido lo que tan s¨®lo seis meses atr¨¢s parec¨ªa una empresa imposible: renegociar la deuda externa peruana, causa principal de los males que aquejan a Per¨² y resultado, para muchos, de la experiencia pol¨ªtica llevada a cabo en el pa¨ªs por las inexpertas manos del general Juan Velasco Alvarado.El 3 de octubre pasado se cumplieron diez a?os del comienzo de una de las m¨¢s interesantes experiencias pol¨ªticas que, sobre el papel, se han intentado en Am¨¦rica Latina: lo que llam¨® el general Juan Velasco Alvarado, art¨ªfice de la idea, instalaci¨®n de un sistema ?nacional, humanista, cristiano, socialista y anti-imperialista? en Per¨². En opini¨®n de los militares progresistas que patrocinaron el cambio, solamente un r¨¦gimen castrense pod¨ªa llevar a cabo las transformaciones pol¨ªticas, sociales y econ¨®micas que el pa¨ªs requer¨ªa, y, en consecuencia, relevaron del poder, de manera incruenta, al entonces presidente constitucional, el arquitecto Fernando Bela¨²nde Terry.
Dos lustros despu¨¦s de aquella fecha, apenas queda otra cosa que pobreza, desorden y pesimismo como herencia. El experimento velasquista no pudo ser. Result¨® demasiado atrevido plantarle cara a las empresas multinacionales, a la hegemon¨ªa norteamericana en la zona, a la oligarqu¨ªa local. Pero ser¨ªa injusto no rese?ar tambi¨¦n los errores cometidos por el propio sistema. Velasco, pol¨ªtico d¨¦bil, se rode¨® de colaboradores ambiciosos e inexpertos. Gobern¨® con la demagogia en una mano y la espada en la otra; subvencionaba los productos de primera necesidad para conseguir el respaldo de las masas populares, mientras cortaba de ra¨ªz cualquier intento de cr¨ªtica surgido casi siempre desde las p¨¢ginas de la prensa lime?a. Y cay¨®, adem¨¢s, en la trampa de la obsesi¨®n armamentista, que produjo una sangr¨ªa econ¨®mica en el pa¨ªs, de la que tardar¨¢ muchos a?os en recuperarse.
Intenciones distintas
A pesar de las declaraciones continuistas del general Morales, al asumir la presidencia en agosto de 1975, y el inter¨¦s de los militares en los primeros meses por aparecer como herederos de la conciencia revolucionaria de Velasco, pronto se comprob¨® que las intenciones del nuevo Gobierno eran otras bien distintas.El estatalismo desbocado en materia econ¨®mica, la persecuci¨®n de pol¨ªticos civiles de l'ancien regime, el f¨¦rreo control de la prensa, la anatematizaci¨®n de los partidos tradicionales, la alineaci¨®n con la URSS, dejaron de ser los objetivos prioritarios de la acci¨®n militar. El general Morales comenz¨® a llamar la atenci¨®n del pa¨ªs sobre los problemas reales que, seg¨²n su experiencia como antiguo ministro de Hacienda del Gobierno de Velasco, merec¨ªan atenci¨®n prioritaria: detener el endeudamiento externo, acabar con el caos pol¨ªtico, conseguir mayores niveles de productividad y recobrar la confianza de los inversores.
Espa?a no ha sido ajena a las llamadas de ayuda formuladas por Per¨². Se pusieron a su disposici¨®n dos l¨ªneas de cr¨¦dito, que totalizaban setenta millones de d¨®lares, que Per¨² a¨²n no ha utilizado. Se hizo ver, para explicarlo, que Espa?a pon¨ªa condiciones para que ese dinero fuera empleado en adquisici¨®n de productos espa?oles, extremos desmentidos por nuestras autoridades comerciales.
En el futuro Espa?a puede ofrecer a Per¨² tecnolog¨ªa media, m¨¢quinas herramientas y ayuda financiera. Es de suponer que en la pr¨®xima visita de los Reyes se examinar¨¢n con m¨¢s precisi¨®n las posibles ¨¢reas de cooperaci¨®n.
Volver a los cuarteles
La tesis de volver a los cuarteles, alentada por el presidente Morales, tom¨® cuerpo entre los militares casi con la misma intensidad que crec¨ªa el sentimiento anticastrense en el pueblo. De tal manera que en octubre del a?o pasado las fuerzas armadas anunciaron un plan de cuatro puntos basado en el establecimiento de un calendario improrrogable para el final de la presencia militar en el poder.El Gobierno del general Morales fij¨® para los primeros d¨ªas de junio de 1978 las elecciones generales para la constituci¨®n de una Asamblea representativa encargada de elaborar una nueva Carta Magna del pa¨ªs.
Los comicios, por cuya celebraci¨®n se temi¨® (graves enfrentamientos entre la polic¨ªa y los manifestantes, respondieron al sever¨ªsimo plan de austeridad econ¨®mica impuesto a Per¨² por el Fondo Monetario Internacional, y anunciado por Morales en mayo), demostraron varias cosas: la fuerza electoral del APRA, que obtuvo 37 esca?os en la Asamblea; el repunte del Partido Popular Cristiano (PPC), fundado por Luis Bedoya, un antiguo ministro de Bela¨²nde, que gan¨® veintisiete asientos, y la existencia de un sentimiento izquierdista muy arraigado, sobre todo en las zonas mineras y campesinas.
Desde el Gobierno, los generales animan a los asamble¨ªstas con la promesa de adelantar las elecciones presidenciales si la Constituci¨®n est¨¢ redactada antes de un a?o e insisten en que la nueva carta magna debe recoger, de alguna forma, el papel institucional de las fuerzas armadas en el futuro pol¨ªtico del pa¨ªs, as¨ª como los mejores logros de la revoluci¨®n velasquista. El APRA parece haber llegado a un pacto con el Gobierno de Morales en este sentido.
De cualquier modo, a Per¨² le restan meses, quiz¨¢ a?os, para recuperar el sosiego.
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