La fuerza electoral del "no" equivale a la del Partido Comunista
Cerca de un mill¨®n y medio de espa?oles (5,3 % del censo total) han votado negativamente la Constituci¨®n. Sin tener en cuenta la mayor parte de los votos negativos del Pa¨ªs Vasco (cerca de 200.000), que probablemente responden a otros motivos, queda un colectivo de m¨¢s de 1,2 millones de personas que han dicho no, en coincidencia con la postura propugnada por las fuerzas de extrema derecha y el sector de Alianza Popular representado por los se?ores Silva y Fern¨¢ndez de la Mora. Esa cifra, en t¨¦rminos absolutos, es similar a la obtenida el 15 de junio de 1977 por el Partido Comunista.
El actual colectivo del no resulta sensiblemente superior, en cifras absolutas, a los resultados electorales logrados por Alianza Popular en las elecciones generales del 15 de junio de 1977 (menos de un mill¨®n de votos), y muy similar al conjunto de los votos del Partido Comunista, incluido el PSUC (1,2 millones de votos). Aunque el censo total sobre el que se opera hoy es mayor que el de 1977, tambi¨¦n la abstenci¨®n ha sido muy superior. Por consiguiente, no es en absoluto aventurado afirmar la importancia pol¨ªtica del dato antes citado: la fuerza electoral del no conservador representa hoy algo m¨¢s que la obtenida por tres sectores parlamentarios el a?o pasado (PCE, AP,PSP).Puede asegurarse, por tanto, que las fuerzas del no est¨¢n capacitadas, en estos momentos, para dejar de ser extraparlamentarias, en el supuesto de una convocatoria electoral.
Si analizamos brevemente c¨®mo se obtiene la representaci¨®n parlamentaria, hay que recordar que para ello es decisivo la fuerza disponible en cada provincia, puesto que la elecci¨®n se hace en circunscripciones provinciales. Pues bien, si la votaci¨®n del no en el refer¨¦ndum del 6 de diciembre tuviera una articulaci¨®n pol¨ªtica ¨²nica, la extrema derecha no tendr¨ªa dificultades en unas eventuales elecciones para obtener dos diputados en Madrid (quiz¨¢ hasta tres) y uno en Barcelona, supuesta una votaci¨®n total alta.
Si la votaci¨®n total fuera baja (es decir, si hubiera mucha abstenci¨®n), el conservadurismo podr¨ªa lograr tambi¨¦n representaci¨®n parlamentaria en otras provincias, como Santander, Toledo, Guadalajara y quiz¨¢ Cuenca o Ciudad Real, donde se ha confirmado la existencia de n¨²cleos del no de cierta potencia. Bien entendido que todo esto es posible s¨®lo con un sistema de representaci¨®n proporcional similar al del 15 de junio, que precisamente coincide con el que consagra la Constituci¨®n, en l¨ªneas generales.
La conclusi¨®n a obtener es evidente: la extrema derecha, en colaboraci¨®n con las posiciones m¨¢s conservadoras del arco parlamentario, ha logrado doblar largamente su fuerza electoral a nivel nacional y, desde luego, logra significativos avances en la capital de Espa?a, donde se constata la existencia de un cuarto de mill¨®n de votos negativos a la Constituci¨®n, en su mayor parte emanados de los barrios c¨¦ntricos. Las fuerzas democr¨¢ticas har¨¢n bien en tomar nota de ello.
Ahora bien, si esto es verdad, tambi¨¦n es cierta la relatividad del avance conservador: en el total nacional contin¨²a siendo una minor¨ªa inferior al 6% de la poblaci¨®n mayor de dieciocho a?os.
El voto afirmativo
Pr¨¢cticamente el 60% de los espa?oles con derecho a voto han aprobado la Constituci¨®n. Si las fuerzas pol¨ªticas mayoritarias permiten que cunda el desconcierto y se extienda la impresi¨®n de que esta cifra no es demasiado importante, el futuro pac¨ªfico de nuestro pa¨ªs puede verse alterado con no excesiva dificultad; si los espa?oles no tenemos conciencia clara de que casi diecis¨¦is millones de s¨ªes sobre veintis¨¦is millones de electores son una gran parte del pueblo espa?ol, ser¨¢ dif¨ªcil abordar la soluci¨®n de los problemas pol¨ªticos.
Ahora bien, esa cifra requiere alg¨²n examen, desde el punto se vista de las fuerzas electorales. El colectivo que ha aprobado la Constituci¨®n es ligeramente superior a la fuerza electoral conjunta de los sectores pol¨ªticos parlamentarios que ped¨ªan el s¨ª (UCD, socialistas, PCE, Minor¨ªa Catalana, parte de AP); pero si valoramos las nuevas incorporaciones al censo -especialmente el mill¨®n y medio de j¨®venes de dieciocho a veinti¨²n a?os-, hay que llegar a la conclusi¨®n de que se lia perdido un elevado n¨²mero de personas (alrededor de dos millones) para la causa de las fuerzas democr¨¢ticas parlamentarias y ?consensuales?. (Obs¨¦rvese que no hemos mencionado el electorado del PNV en el conjunto de los partidos antes citados del 15-J.)
Carecemos de medios para saber si esa p¨¦rdida coincide con el colectivo de j¨®venes apresuradamente incorporados al censo en v¨ªsperas del refer¨¦ndum, aunque lo m¨¢s normal es que la p¨¦rdida se haya distribuido entre diversos sectores del electorado.
Ello nos conduce directamente al tema de la abstenci¨®n. Ocho millones y medio de espa?oles con derecho a voto no han pasado por las urnas, y m¨¢s de medio mill¨®n ha votado en blanco, esto es, sin decidirse por el s¨ª ni por el no. Ambas actitudes ante el refer¨¦ndum -abstenci¨®n y voto en blanco- pueden ser acumulables desde el punto de vista de las razones de fondo para no aprobar ni rechazar la Constituci¨®n, aunque con una diferencia esencial: el abstencionista demuestra su despreocupaci¨®n por el sistema pol¨ªtico, mientras el votante en blanco muestra su deseo de participar en el sistema y su indecisi¨®n ante las opciones posibles, o su cr¨ªtica a ese sistema en el que desea participar. Estos 635.000 espa?oles del voto en blanco -cifra notablemente superior a otras consultas- son el ¨²nico colectivo que ha actuado por impulsos personales, ya que ning¨²n partido recomendaba el voto en blanco.
En fin, sobre las razones de la abstenci¨®n podr¨ªan hacerse centenares de especulaciones, aunque s¨®lo una encuesta de actitu des pol¨ªticas (que es de suponer encarguen el Gobierno o alg¨²n partido pol¨ªtico) demostrar¨ªa los motivos de la misma.
Baste decir que las ideas m¨¢s extendidas son las siguientes: cr¨ªtica al sistema pol¨ªtico establecido por el consenso, que elimina deljuego y de la participaci¨®n real a un gran n¨²mero de personas; incidencia de la situaci¨®n de inseguridad en algunas zonas; incidencia del gran n¨²mero de paro obrero existente, puesto que es dif¨ªcil convencer a un parado de que la Constituci¨®n sirve para darle trabajo; adem¨¢s de la lluvia, la abstenci¨®n t¨¦cnica y otras similares, y todo ello al margen del espec¨ªfico problema vasco.
Pero esto no pasa de ser un conjunto de especulaciones, cuya aproximaci¨®n o desemejanza con la realidad no estamos en condiciones de medir.
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