Cifras de paro y paro real
Economistas y estad¨ªsticos
Las frecuentes declaraciones y opiniones oficiales u oficiosas emitidas en los ¨²ltimos d¨ªas en torno a las cifras de parados y a las discrepancias existentes entre las diferentes fuentes estad¨ªsticas -en concreto, las procedentes del Instituto Nacional de Estad¨ªstica (INE) y las del Ministerio de Trabajo nos proporcionan la oportunidad de precisar algunos aspectos que pueden ser esclarecedores, en particular en relaci¨®n con el art¨ªculo publicado por J. A. Sagardoy en EL PAIS el 12 de diciembre y en el que se alude al documento del que somos autores: ?Estad¨ªsticas del paro en Espa?a?, presentado al Seminario Franco-Espa?ol sobre ?El empleo?, celebrado en el mes de noviembre en Madrid.
El citado art¨ªculo apunta, por una parte, a cuestionar la validez de las cifras de paro del Instituto Nacional de Estad¨ªstica para lo cual entresaca algunos p¨¢rrafos de la comunicaci¨®n, obviamente los m¨¢s cr¨ªticos, para la encuesta del INE, y, por otra, defiende la adopci¨®n de un nuevo concepto de paro mucho m¨¢s restrictivo que llevar¨ªa a la subvaloraci¨®n del problema. Dicho concepto trata de justificar las ¨²ltimas medidas adoptadas por el Ministerio de Trabajo, en cuanto a la contabilizaci¨®n estad¨ªstica de los parados, que llevar¨¢n sin duda a la disminuci¨®n del. volumen de desempleo registrado.
El procedimiento m¨¢s id¨®neo para medir el paro y seguir su evoluci¨®n en el tiempo lo constituyen las encuestas por muestreo dirigidas a los hogares. Este hecho viene siendo ampliamente admitido a nivel internacional. La comunicaci¨®n presentada por el representante de la OIT, E. Denti, en el seminario citado, y a la cual tambi¨¦n hace referencia, sin citarla, el art¨ªculo de Sagardoy destaca el hecho de que en Europa occidental (¨¢mbito al que se refiere su estudio) catorce pa¨ªses elaboran encuestas por muestreo de manera regular para tener conocimiento del mercado de trabajo, y concluye el autor diciendo que ?no hay ninguna duda que las encuestas por muestreo dirigidas a los hogares son actualmente, y ser¨¢n a¨²n m¨¢s en el futuro, la fuente m¨¢s completa y la m¨¢s inmediata de informaci¨®n diversa acerca de la poblaci¨®n, concretamente, sobre la mano de obra y sus componentes, el empleo y el paro?.
En Espa?a la ¨²nica encuesta peri¨®dica sobre la mano de obra es la encuesta de poblaci¨®n activa (EPA), que elabora el INE trimestralmente y que, entre otras variables relativas al mercado de trabajo, proporciona cifras de parados a distintos niveles de desagregaci¨®n.
Partiendo de la idoneidad del m¨¦todo de encuesta, que ya casi nadie puede poner en duda, es preciso situar en su verdadera dimensi¨®n la estad¨ªstica de paro registrado que elabora el Ministerio de Trabajo. En primer lugar, hay que afirmar rotundamente que dicha estad¨ªstica no es un censo de parados, sino solamente un censo de los q ue se registran como tales en las oficinas de colocaci¨®n. Ello quiere decir que los que no acuden a dichas oficinas no est¨¢n incluidos en las cifras de paro registrado del Ministerio de Trabajo, pero s¨ª deben de ser contabilizados por la EPA que, de acuerdo con las recomendaciones internacionales sobre la definici¨®n de parado, no exige para ser tal la b¨²squeda de empleo a trav¨¦s de las oficinas de colocaci¨®n, sino simplemente la b¨²squeda.
La no inscripci¨®n en las oficinas de empleo no es, en general, como insistentemente se repite en esferas oficiales y en el propio art¨ªculo de Sagardoy, s¨ªntoma de falta de voluntad de trabajar, sino consecuencia l¨®gica del des¨¢nimo que provoca las dificultades de encontrar empleo propias de la crisis y la constataci¨®n por parte del trabajador de la escasa utilidad del procedimiento y de la existencia de m¨¦todos m¨¢s adecuados (como son las recomendaciones, anuncios en prensa, etc¨¦tera), para conseguir un puesto de trabajo. Hay que tener en cuenta el hecho bien conocido de que el requisito de inscripci¨®n en las oficinas para la contrataci¨®n no se cumple en muchos casos, sin que la Administraci¨®n adopte medidas coercitivas ni sancionadoras en las empresas. A este respecto, es significativo el hecho de que alrededor del 80% de las colocaciones registradas no son gestionadas por las oficinas, sino por las propias empresas, que registran simult¨¢neanlente la oferta y la colocaci¨®n.
La inscripci¨®n en las oficinas obedece b¨¢sicamente a su obligatoriedad para la percepci¨®n del seguro de desempleo y para acogerse a las ayudas de trabajo comunitario. Al existir importantes colectivos, como los que buscan empleo por primera vez que no tienen de recho a acogerse a dichos beneficios, se producir¨¢, evidentemente, una diferencia sustancial entre el paro registrado y el real. Esto se hace particularmente evidente al contrastar la cifra de parados que buscan primer empleo seg¨²n la EPA (416.000 en el tercer trimestre de 1978) con las que proporciona el registro (114.000 en el mismo per¨ªodo). Es claro que las personas que no tienen derecho al subsidio, cual es el caso de los que no han trabajado anteriormente, carecen del incentivo principal para registrarse, lo cual explica las discrepancias. Quedar¨ªa por explicar el hecho de que las cifras de parados registrados en industria, construcci¨®n y servicios sean superiores a las estimadas por la EPA; ahora bien, ello apuntar¨ªa a posibles fraudes en los registros, a subvaloraci¨®n en la EPA o a ambos factores.
Por otra parte, basando su argumentaci¨®n en ?su? sutil distinci¨®n entre desempleo y paro, Sagardoy trata de justificar las nuevas medidas tendentes a reducir las cifras de, paro registrado que, evidentemente, no suponen ninguna soluci¨®n ni reducci¨®n del problema como tal. Dichas medidas son las no contabilizaci¨®n de los trabajadores jubilados que busquen empleo, ni de aquellos trabajadores beneficiarios de subsidio de desempleo afectados de suspensi¨®n temporal debida a expediente de regulaci¨®n de empleo, junto a la obligatoriedad de renovar la demanda de empleo mensualmente, en vez de cada dos meses como hasta ahora. En este sentido, a los que corresponde renovar la inscripci¨®n en diciembre se les est¨¢ enviando una carta en la que se les pide: ?Nos comunique usted si desea seguir figurando como demandante.? El que no expresa su deseo desaparece del registro de parados. Todo ello tendr¨¢ indudablemente el efecto ya percibido en la segunda quincena de noviembre de bajar la cifra oficial de paro registrado, ensanchando la brecha entre dicha cifra y el paro real, adem¨¢s de romper las series estad¨ªsticas de movimiento laboral y paro registrado, con las consiguientes consecuencias en cuanto al an¨¢lisis de la evoluci¨®n del mercado de trabajo. Por su parte, la renovaci¨®n mensual de la demanda por los trabajadores que no perciben subsidio servir¨¢, sin duda, para que parte de los alrededor de 450.000 parados registrados no beneficiarios de ayuda alguna desistan de seguir registr¨¢ndose en las oficinas ante la inutilidad de dicha inscripci¨®n para conseguir un empleo y las crecientes molestias y tr¨¢mites establecidos.
La distinci¨®n entre desempleo y paro le lleva a afirmar asimismo a Sagardoy que no es parado, sino s¨®lo desempleado, el que rechaza un puesto de trabajo aun cuando sea de inferior categor¨ªa a la que corresponde a sus aptitudes y capacidad profesional. Al no establecer l¨ªmite a la inadecuaci¨®n entre el puesto de trabajo y la categor¨ªa profesional, cabe deducir que en opini¨®n de Sagardoy un titulado superior que no acepte ser vigilante nocturno no es parado, sino simplemente desempleado. Para apoyar la idea que subyace en el art¨ªculo que comentamos, de que muchos parados no deber¨ªan ser considerados como tales por no tener voluntad de trabajar, se utiliza la cifra de 16.194 ofertas de empleo pendientes el 30 de septiembre. Hay que destacar que dicha cifra, adem¨¢s de ser ¨ªnfima en relaci¨®n a los 858.000 parados registrados en esa fecha y al mill¨®n de ofertas registradas en el transcurso del a?o, no refleja un rechazo del puesto por el trabajador, sino un desajuste cualitativo entre oferta y demanda . Por tanto servir¨ªa a lo sumo como aproximaci¨®n a la cifra de paro friccional, caso de que no se deba simplemente a la lentitud de la gesti¨®n burocr¨¢tica de las oficinas.
Por lo que respecta a las cifras de paro que proporciona la Encuesta de Poblaci¨®n Activa, el que afirmemos, de acuerdo con la opini¨®n general, que el m¨¦todo de encuesta es el id¨®neo, no implica el no reconocer las insuficiencias o deficiencias que afectan a dichas cifras. Ahora bien, es conveniente destacar, como se expuso en nuestro trabajo citado por Sagardoy, que la mayor¨ªa de aqu¨¦llas inciden en una subval¨®raci¨®n del volumen de paro, y no en lo contrario. Por dos razones: primero, porque la definici¨®n de la OIT que la EPA adopta es muy restrictiva, y segundo, porque su aplicaci¨®n en la propia encuesta a trav¨¦s de las diferentes fases de elaboraci¨®n tiende a ser asimismo restrictiva.
Como consecuencia de ello quedan excluidos de las cifras de parados de la encuesta algunos colectivos importantes, como, por ejemplo, los llamados activos marginales o personas que han trabajado aunque sea una hora en la semana anterior a la entrevista a pesar de que busquen activamente empleo, y tambi¨¦n a todos aquellos que estando disponibles para el trabajo no lo buscan activamente por conocer la inutilidad de tal b¨²squeda. En este ¨²ltimo caso se encuentran los llamados temporeros sin trabajo -cuyo n¨²mero ascend¨ªa a 129.400 en el segundo semestre de 1976, ¨²ltimo per¨ªodo para el que se dispone de datos, ya que posteriormente, y de forma inexplicable, el INE dej¨® de recoger cifras relativas a este colectivo-, y el resto de los llamados trabajadores ?desar¨¢rnados?, cuya entrada y/o salida est¨¢ en funci¨®n de la coyuntura del empleo.
Otra posible subvaloraci¨®n del paro en la encuesta creemos que se origaina en la recogida de la informaci¨®n y en concreto en el hecho de que en gran n¨²mero de casos la entrevista no es cumplimentada por el interesado, sino por la persona presente en la vivienda -generalmente el ama de casa-, lo cual incide en la ambig¨¹edad de numerosas situaciones que hacen dif¨ªcil la clasificaci¨®n de la persona. Pi¨¦nsese, por ejemplo, en el joven clasificado por su madre como estudiante en una primera aproximaci¨®n pero que al mismo tiempo busca empleo. Esta se detecta en parte mediante los resultados obtenidos en la Encuesta de Evaluaci¨®n de Calidad, que proporciona sistem¨¢ticamente cifras de paro m¨¢s altas en la encuesta repetida que en la encuesta, original; el sesgo relativo de respuestas se sit¨²a en torno al 20 %. Todo ello sin entrar en el tema del dise?o de la muestra de la EPA que pudiera permitir estimaciones m¨¢s desagregadas con menores errores de muestreo.
Para concluir, queremos destacar los siguientes aspectos importantes en torno al tema que debatimos:
- El m¨¦todo de encuesta por muestreo es el m¨¢s adecuado para el conocimiento de la realidad del paro, tanto en su cuant¨ªa como en su composici¨®n. El paro registrado nunca puede, por lo tanto, ser utilizado en sustituci¨®n de la EPA, para pretender medir el paro real; cumple, sin embargo, funciones necesarias e importantes, fundamentalmente la de instrumentar la pol¨ªtica de protecci¨®n al desempleo.
- Los responsables de la pol¨ªtica econ¨®mica tienen que conocer la verdadera dirricrisi¨®n del problema en sus diferentes aspectos. Ello pasa por una mejora de la EPA en el sentido de que, al margen de las definiciones internacionales, proporcione informaci¨®n sobre colectivos tales como el de ?desanimados? que, sin entrar en la definici¨®n formal, pueden agravar el problema al incorporarse al mercado de trabajo ante una coyuntura m¨¢s favorable.
- Por ¨²ltimo, nos parece conveniente se?alar que la v¨ªa m¨¢s adecuada para resolver el problema del desempleo no es la de restr¨ªngir el concepto de parado de forma que cada vez cumplan menos ?desempleados? los requisitos.
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