El circo: la alucinaci¨®n de lo cotidiano
El circo ha sido a lo largo de los siglos uno de los lugares donde la belleza, el riesgo y la sorpresa han sabido darse la mano con mayor perfecci¨®n. Los antiguos romanos quedaron, al parecer, muy impresionados por los juegos griegos (ya precedidos por los cretenses) y su esp¨ªritu pr¨¢ctico les llev¨® a convertir aquellas manifestaciones atl¨¦ticas de significado cuasi m¨ªstico en un verdadero espect¨¢culo. La cosa no era nada modesta, y de hecho el circo M¨¢ximo ha sido el mayor recinto de la historia, con capacidad para albergar 385.000 espectadores.Las grandes paradas que vemos hoy en todo circo que se precie tienen asimismo su precedente en las romanas, bien que en ¨¦stas participaban, adem¨¢s de animales y atletas, sacerdotes, vestales y bailarines, los mismos emperadores. En un principio, el circo romano contemplaba solamente carreras a pie, para posteriormente pasar a las de caballos y un poco m¨¢s adelante a las de cuadrigas. Entre carrera y carrera se daban espect¨¢culos de todo tipo, entre ellos, luchas simuladas que acabaron convirti¨¦ndose en verdaderas batallas a vida o muerte. Los animales tambi¨¦n estaban presentes, y lo que en los primeros d¨ªas era una especie de cacer¨ªa simulada, acab¨® convirti¨¦ndose en merienda indiscriminada, no s¨®lo de cristianos, sino de todo tipo de gente molesta para el emperador.
No es extra?o que con la ca¨ªda del Imperio tanto los pueblos b¨¢rbaros como los cristianos renunciaran al circo como diversi¨®n de masas. Sin embargo, a lo largo de la Edad Media pod¨ªan verse por las plazas, pueblos y castillos-palacios a juglares, bufones y saltimbanquis que, en cierta medida, retomaban la tradici¨®n del circo romano. Los animales tambi¨¦n volvieron a aparecer en esta ¨¦poca de la mano de mendigos o gitanos que, de esta forma, transformaban la mendicidad en espect¨¢culo.
El circo moderno comienza en realidad cuando en 1770 el sargento mayor ingl¨¦s Phillip Astley organiza en Londres una serie de n¨²meros ecuestres con la inclusi¨®n de acr¨®batas y payasos. Desde entonces, estos fueron tambi¨¦n los pilares del circo moderno: los animales, los n¨²meros a¨¦reos y los payasos.
Poco despu¨¦s, tras una visita de Astley al continente, comenzaron a formarse los primeros circos europeos, as¨ª como las primeras generaciones circenses. En el festival mundial que organiza en Madrid Eduardo Castilla (tambi¨¦n una antigua familia de gente del circo) se presentan los Bauer, que son, ya la octava generaci¨®n de una familia de acr¨®batas a¨¦reos: ?El circo es algo que pasa de una generaci¨®n a otra. Por lo general, cada familia tiene su propia especialidad con n¨²meros patentados y registrados.?
Los circos se extendieron por Europa como una marea, pero pronto llegaron tambi¨¦n a Am¨¦rica. All¨ª los primeros circos fueron fundados por James Sharp y Hackallah Bailey, quien en 1815 introdujo la presencia de elefantes. El primer circo redondo fue montado en 1826 por Nate Howes.
La llegada del Barnum al negocio signific¨® la americanizaci¨®n total del espect¨¢culo. Compr¨® al Zoo de Londres el mayor elefante en cautividad (el famoso Jumbo, por supuesto) y tambi¨¦n 61 vagones de ferrocarril que serv¨ªan para transportar su circo al completo. De esta forma se sustitu¨ªan los antiguos carromatos, cuya entrada en las ciudades eran el precursor cercano de los actuales desfiles dentro de la carpa. Un poco m¨¢s adelante naci¨® otro circo famoso, el de Buffalo Bill, y despu¨¦s el m¨¢s importante de la historia: el Ringling, que pas¨® a constituirse en sociedad an¨®nima adquirida hace poco por el gran consorcio juguetero Mattel. En los a?os cincuenta exist¨ªan todav¨ªa en Europa m¨¢s de doscientos circos y las penetraciones de capitales extracircenses en los mismos se hizo cada vez mayor Y, sin embargo, seg¨²n el se?or Bauer, la primac¨ªa en calidad de n¨²meros se da actualmente en los estatalizados circos sovi¨¦ticos: ?All¨ª todo es distinto. No se valora tanto el peligro como la perfecci¨®n y la est¨¦tica. En los n¨²meros a¨¦reos los artistas est¨¢n sujetos a todas las medidas de seguridad posibles, y aquellos n¨²meros donde no pueden tomarse, sencillamente no se hacen.? Y es curioso, uno piensa inmediatamente que la falta de peligro en unos trapecistas resta la mitad del espect¨¢culo y que los mismos est¨¢n muy contentos de jugarse la vida todos los d¨ªas. Pero no es as¨ª: ?En mi familia cercana han muerto hace poco dos personas. No creo que el peligro sea nada positivo, y si nosotros actuamos como lo hacemos, al borde del accidente que, en seg¨²n qu¨¦ n¨²meros, suele ser el ¨²nico, no es porque disfrutemos con ello, sino porque no hay un acuerdo entre nosotros que nos lleve a tomar las medidas de seguridad que deseamos.? En realidad, el circo, desde cualquier punto de vista, viene a ser la vida diaria llevada a sus ¨²ltimos extremos, con sus componentes de farsa, belleza, sadismo y alucinaci¨®n. Todo ello crea su magia. Todo ello transforma a unos seres corrientes y molientes y, en algunos casos pat¨¦ticos (los viejos clowns de segunda, los ayudantes de grandes estrellas) en seres fant¨¢sticos por encima del bien, del mal y de sus propias personalidades. Es un mundo casi cerrado, con publicaciones propias como la alemana Zirkuszeitung o la suiza Zirkusfreunde, con su propia escala de valores, pero inmerso, cada vez m¨¢s, en la vida y los intereses cotidianos del com¨²n de los mortales.
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