No a las elecciones generales
Secretario general de Convergencia Democr¨¢tica de Catalu?aAhora que todos son c¨¢balas acerca del dilema entre la investidura y elecciones -con clara ventaja, parece, para la hip¨®tesis de las elecciones generales- pienso que aun a riesgo de ser repetitivos conviene que CDC exponga de nuevo su posici¨®n. Con ello no pretendemos en absoluto influir en la decisi¨®n del presidente Su¨¢rez, ni probablemente lo conseguir¨ªamos aunque lo pretendi¨¦semos. Pero conviene dejar las cosas bien sentadas y asumir plenamente, ante la opini¨®n p¨²blica, la responsabilidad de la propia postura.
Unas consideraciones previas
Pero antes es preciso hacer unas consideraciones previas:
La primera es que lo que decimos hoy lo defend¨ªamos ya en el mes de junio. Es decir, durante los ¨²ltimos meses nos hemos exigido -?exigido? es el t¨¦rmino habitual en estos casos, con claras reminiscencias de un lenguaje m¨¢s testimonial y resistencial que de pol¨ªtica normalizada- tres o cuatro cosas distintas y contradictorias, seg¨²n soplara el viento, como es bastante habitual hacer.
La segunda es que como partido no tememos unas elecciones generales. Creemos que por lo menos recuperar¨ªamos los cuatro esca?os que perdimos a ra¨ªz de la fusi¨®n del Reagrupament con el PSOE.
Dicho esto vamos a repetir que a nuestro entender hay que ir r¨¢pidamente a las elecciones municipales; a la elaboraci¨®n de las leyes org¨¢nicas derivadas de la Constituci¨®n y que son m¨¢s urgentes -alguna de ellas tan obvia como la del Tribunal Constitucional- as¨ª como a la discusi¨®n de los Estatutos catal¨¢n y vasco; y al relanzamiento de una pol¨ªtica econ¨®mica capaz de dominar la crisis. Y vamos a repetir tambi¨¦n que todos estos objetivos se ver¨ªan retrasados y algunos muy seriamente comprometidos si se convocaran elecciones generales.
La necesidad de elecciones municipales
Sobre la necesidad de elecciones municipales no creo que haya que insistir mucho. Son urgentes no s¨®lo por razones de democracia -donde menos ha llegado la democracia es en los ¨¢mbitos y niveles donde m¨¢s puede ser comprendida y practicada por el com¨²n de la gente, que en ¨²ltimo t¨¦rmino es quien importa-, sino tambi¨¦n de eficacia -muchos municipios est¨¢n totalmente paralizados- e incluso de reactivaci¨®n econ¨®mica, unos ayuntamientos democr¨¢ticos y capaces de asumir responsabilidades perm¨ªtir¨ªan, sin duda, la reactivaci¨®n en un sinf¨ªn de proyectos inmobil¨ªarlos, urban¨ªsticos y de creaci¨®n de infraestructura social que ahora el miedo, la mala conciencia y la protesta sistem¨¢tica y a menudo poco responsable mantienen encallados. Todo esto es tan evidente que aun convocando elecciones generales el Gobierno no debiera aprovecharlas para retrasar sensiblemente las municip¨¢les. Sin para ello caer en la idea -que las deformar¨ªa y multiplicar¨ªa la incertidumbre de la aventura- de hacer una convocatoria conjunta.
La crisis econ¨®mica
Pero los dos puntos restantes quedar¨ªan absolutamente en el aire. Empecemos por el tema econ¨®mico. De julio de 1977 a octubre de 1978 ha habido una mejor¨ªa importante. Una mejor¨ªa poco sensible para mucha gente de la calle, pero real. Una mejor¨ªa que pon¨ªa las bases para dar en 1979 un empuj¨®n muy decisivo contra la inflaci¨®n y contra la crisis, con todas sus consecuencias de cierre de empresas, paro, etc¨¦tera... Pues bien, esta base de partida se deteriorar¨¢ r¨¢pidamente si no se mantiene una pol¨ªtica econ¨®mica eficaz, si no se definen sin demora unos nuevos objetivos y unas nuevas l¨ªneas de acci¨®n. Y este relanzamiento de la pol¨ªtica econ¨®mica seguro que no se producir¨¢ si se convocan elecciones generales, que de hecho van a significar que durante unos meses -pocos, pero decisivos- el caballo de la econom¨ªa espa?ola va a andar suelto, sujeto a excitaciones de todo tipo, sin riendas ni control, y muy presumiblemente por mal camino.
Ser¨¢n pocos meses, suponiendo que el resultado electoral cree una situaci¨®n realmente m¨¢s clarificada que la actual, lo cual no es seguro. Ser¨¢n quiz¨¢ pocos meses, pero suficientes para hacernos perder gran parte de lo ganado y de acercarnos m¨¢s, de acercarnos peligrosamente al temido modelo italiano. Porque lo perdido en estos pocos meses no va a recuperarse en otro per¨ªodo similar, igualmente corto. En la lucha contra una crisis de las caracter¨ªsticas de la nuestra lo que se gana en un a?o se pierde en tres meses, y lo que se dilapida en tres meses requiere no menos de un a?o de penitencia. ?Podremos permitirnos esta ligereza? ?Va a comprender el pa¨ªs que lo que hay que hacer es votar una vez, y otra, y otra, y no resolver los problemas? ?Va a comprender a los partidos, a los sindicatos, al Gobierno, que parecen absortos en maniobras, comunicados, zancadillas y decir lo contrario de lo que piensan, en vez de intentar sacar al pa¨ªs del atolladero? S¨®lo una circunstancia que al final ontemplar¨¦justificar¨ªa que unas nuevas elecciones no se convirtiesen en un monumento a la frivolidad.
Las autonom¨ªas
Sigamos con el tema auton¨®mico. Pero precisemos antes que no se trata s¨®lo de autonom¨ªa. Hay otros perfeccionamientos de la Constituci¨®n que no deber¨ªan ser retrasados. Es absurdo -y es s¨®lo el ejemplo m¨¢s evidente-,que no se aborde inmediatamente la ley org¨¢nica del Tribunal Constitucional.
Pero no me importa afirmar en un art¨ªculo dirigido a la opini¨®n p¨²blica espa?ola -y no s¨®lo a la catalana- que la discusi¨®n y aprobaci¨®n de las autonom¨ªas, y muy especialmente la catalana y la vasca, s¨®lo podr¨ªan ser guillotinadas en circunstancias extremas. Muy extremas. Porque, ?acaso no es extrema la situaci¨®n del Pa¨ªs Vasco? ?Acaso cree alguien que esta situaci¨®n se resuelve sin una adecuada respuesta pol¨ªtica, y no s¨®lo policial? ?Acaso cree alguien que una adecuada respuesta pol¨ªtica no pasa por un buen Estatuto? Y en lo que concierne a Catalu?a, ?acaso cree alguien que la forma dialogante y pac¨ªfica de la evoluci¨®n pol¨ªtica catalana no se resentir¨ªa aravemente de la burla de dar con la puerta en las narices a la reclamaci¨®n serena y responsable que todos los partidos pol¨ªticos catalanes hacemos del Estatuto?
No hay en lo que se acaba de decir ni agresividad ni amenaza. Simplemente una actitud responsable que nos obliga a dar este grito de alarma. Grito de alarma tanto m¨¢s justificado porque, si no queda muy claro que la convocatoria de elecciones generales responde a una absoluta necesidad -y como he dicho, luego hablar¨¦ de esta eventualidad-, vamos a tener que sospechar que una raz¨®n de peso -quiz¨¢ la aut¨¦ntica raz¨®n- de la disoluci¨®n del Parlamento es el deseo de retrasar, puede incluso que de conducir a una v¨ªa muerta, todo el proceso auton¨®mico. El nuestro, el vasco y el de todos.
Somos los primeros en saber que la reforma del Estado que las autonom¨ªas van a representar es profunda, y que no puede hacerse a la ligera. Por ello hemos intentado actuar con tiento y prudencia en este tema. Pero recurrir ahora al expediente de una disoluci¨®n ser¨ªa producir una herida grave, una irritaci¨®n profunda -de las que dejan huella- Y probablemente no s¨®lo en Catalu?a y en el Pa¨ªs Vasco.
La eventualidad de unas elecciones generales inevitables
Cabr¨ªa, sin embargo, que las elecciones generales fuesen inevitables. La objetividad nos obliga a admitir esta eventualidad. La cual no resta un ¨¢pice a su valoraci¨®n negativa. El cansancio de la gente; la imagen -quiz¨¢ injusta, pero cada d¨ªa m¨¢s extendida- de una clase pol¨ªtica m¨¢s atenta a escarceos y zancadillas que a los problemas reales; el abandono de la econom¨ªa durante unos meses decisivos; la frustraci¨®n en zonas tan peligrosas como Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco, y probablemente Andaluc a y otras; todo esto que unas elecciones generales podr¨ªan acarrear puede ser menos grave -con serlo much¨ªsimo- que la imposibilidad de llevar a cabo una acci¨®n de gobierno eficaz. Y ellos se producir¨¢ si se conjugan dos hechos: el fracaso de reunir en el Parlamento los votos necesarios y un endurecimiento tal en el terreno social que deteriore gravemente la econom¨ªa y el clima de la convivencia. Lo primero est¨¢ relacionado con el voto de investidura y, luego, con la creaci¨®n de una fuerza parlamentaria suficiente. Lo segundo est¨¢ relacionado con los pactos econ¨®micos y sociales.
Objetivamente hay base para considerar posible tanto lo primero como lo segundo. Concretamente no vemos raz¨®n por la que en lo referente al tope salarial -que es un punto clave- no se pueda llegar a un acuerdo. entre el 13% y el 14%. No vemos raz¨®n, entre otras cosas, porque hablando a solas con miembros muy relevantes del Gobierno y de la oposici¨®n de izquierdas, todos est¨¢n de acuerdo.en converger en una posici¨®n de este orden. ?Qu¨¦ pasa, pues?
Ah¨ª llevamos todos nuestra responsabilidad, la cual exige que abandonemos las fintas y los oportunismos. De verdad, ?qu¨¦ busca el PSOE? ?Las elecciones generales que han vInido ?exigiendo? desde hace meses y que ahora da la impresi¨®n de no desear? ?Hacer una coalici¨®n con UCD para entrar en el ¨¢rea de poder? ?Hacer esta coalici¨®n despu¨¦s de unas nuevas elecciones generales. con su base ya m¨¢s ablandada? Y UCD, ?qu¨¦ es lo que realmente persigue? ?Poner a los Estatutos en v¨ªa muerta? ?Aprovechar las elecciones para remodelar al partido?
No podr¨ªa ser esta la excusa
Y puesto que cada cual debe asumir sus responsabilidades, tambi¨¦n a nosotros nos corresponde hacerlo. Desde nuestra modestia en el ¨¢mbito de la pol¨ªtica espa?ola, y desde nuestra posici¨®n en ciertos aspectos determinantes en el de la pol¨ªtica catalana, repetimos que lo ¨²nico que pedimos es que se convoquen r¨¢pidamente elecciones municipales, que se combata la crisis econ¨®mica con seriedad, con un criterio equilibrado y con la vista fija en lo que es un modelo europeo de sociedad; que se discutan los Estatutos de acuerdo con los plazos que la Constituci¨®n establece y que prosiga la labor de normalizaci¨®n de la lengua catalana. Y dado que llegado el caso podr¨ªa suceder -ya sucede- que la convocatoria de elecciones generales intentara justificarse en la dificultad de pactar con un partido nacionalista que ser¨ªa presentado como muy exigente y peligroso en sus reivindicaciones autonomistas, bueno ser¨¢ recordar que el proyecto de Estatuto catal¨¢n ha sido juzgado favorablemente por los socialistas y ucedistas catalanes, es decir, por los representantes en Catalu?a de los dos grandes partidos espa?oles.
No, no podr¨ªa ser esta la excusa. Ser¨ªa la aritm¨¦tica parlamentaria si, una vez bien sopesadas las actitudes de todos los grupos y de los diputados del Grupo Mixto, se hiciera evidente la imposibilidad de reunir una fuerza suficiente. Y ser¨ªa la convicci¨®n de que los partidos de izquierdas quieren elecciones y de que las quieren forzar a trav¨¦s de una peligrosa y poco responsable espiral de agitaci¨®n social. Si se dieran estas dos circunstancias habr¨ªa que ir a las elecciones, y todos -partidos y sindicatos- deber¨ªamos asumir la responsabilidad que nos corresponde.
El resumen, pues, es este: al pa¨ªs no le convienen unas elecciones generales. S¨®lo en el caso de imposibilidad de gobernar habr¨ªa que ir a la aventura que representan, lo cual responsablemente s¨®lo podr¨ªa hacerse si estuviese bien demostrado que no existe otra alternativa. En otras palabras:. las elecciones generales son un mal -un mal serio- que s¨®lo la extrema necesidad de evitar la inoperancia y el desgobierno podr¨ªan justificar, pero en ning¨²n caso el juego pol¨ªtico o el tacticismo.
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