Testamento de un genial borracho hipersensible
Hacia 1937, en una carta dirigida al cr¨ªtico del London Observer John Davenport, Malcolm Lowry, entre la resignaci¨®n y el p¨¢nico, reconoc¨ªa percibir la inminencia inquietante de la locura y resum¨ªa su estado de ¨¢nimo en una frase tan alucinante como el conjunto de su obra: ?Busco en el oscuro hueco que antes era mi mente.?En esa confesi¨®n quedaba cifrada la trayectoria de un hombre que escribi¨® sobre muy pocos temas y cuya obra -cuya vida- constituye una de las pocas verdaderas leyendas de la literatura contempor¨¢nea. Tal vez haya que decir que sus temas no fueron pocos, sino b¨¢sicamente uno. En efecto, entre Geoffrey Firmin, el c¨®nsul al borde del delirium tremens de Bajo el volc¨¢n, para quien cada objeto ?parec¨ªa te?irse de una significaci¨®n cruel e hipersensual?, y el Bill Plantagenet de Lunar Caustic, que en un manicomio de Nueva York siente haber descendido ?hasta el centro pestilente de este mundo?, no median m¨¢s distancias que su edad y una mayor comprensi¨®n de la p¨¦rdida definitiva de la pureza por parte del c¨®nsul: no en vano Octavio Paz se?al¨® que el tema de Bajo el volc¨¢n es la expulsi¨®n del Para¨ªso. Ambos personajes son dips¨®manos, ambos intentan resistirse a la fascinaci¨®n de la locura y experimentan la vaga certeza de que la abyecci¨®n que los rodea, y a la cual parecen haberse entregado, es una de las m¨¢scaras del infierno. Tal vez tocar el fondo del abismo sea, para quien inici¨® la ca¨ªda, la ¨²nica posibilidad de redenci¨®n. Pero la voracidad del sinsentido termina con todo antes de que la intuici¨®n pueda confirmarse: bajo el volc¨¢n -sin lograr ascender a ¨¦l- acaban el c¨®nsul, su mujer y el desesperado intento de ¨¦sta por interponer el amor entre ambos y el desamparo. Con su prof¨¦tico lirismo, Lowry convirti¨® en literatura algo que ahora desentra?an las corrientes m¨¢s l¨²cidas de la psiquiatr¨ªa: la locura no es liberaci¨®n, sino sufrimiento, camino sin salida, la manera m¨¢s. s¨®rdida de una normalidad que tarde o temprano volver¨¢ a ser rutina.
Ghostkeeper y relatos de juventud
Malcolm Lowry. Editorial Pre-Textos. Valencia, 1978.
Se dice de Lowry que la mayor parte de su obra es autobiogr¨¢fica. La afirmaci¨®n, demasiado repetida, suena pueril o por lo menos obvia. Fue un ingl¨¦s que entre los diez y los catorce a?os sufri¨® una ceguera casi completa. Su familia lo excomulg¨® por preferir la literatura a los negocios. Dej¨® Cambridge para ser marinero y, despu¨¦s, perpetuo trashumante. Asisti¨® a la p¨¦rdida misteriosamente fatal de su primer gran amor y al menos tres de los originales de sus novelas, y debi¨® aceptar que doce editores se negaran a publicar Bajo el volc¨¢n. Fue, quiz¨¢ sobre todo, un borracho inveterado que el alcohol termin¨® por destrozar, pero que antes vio exacerbarse sus sentidos hasta el punto de que cada dato de la realidad se le convirti¨® en una se?al del ciclo ca¨ªda-infierno-renacimiento. L¨®gicamente, hizo de esta obsesi¨®n materia de sus ficciones.
A pesar de ser nada m¨¢s que un esbozo, el borrador de una idea, Ghostkeeper -el texto en el cual Lowry estaba trabajando cuando muri¨®, en 1957- da la posibilidad de descubrir que esta vez el esfuerzo del escritor se centraba en reducir al m¨¢ximo los componentes de su propia historia, para crear un personaje que estuviera fuera de ¨¦l, que incluso fuera su contrapunto, y que se viera, sin embargo, conmovido en,un-momento por el llamado de eso que habita por detr¨¢s de lo normal e inmediato: la otredad.
En un volumen nada ortodoxo que re¨²ne, adem¨¢s, un anticipo de Ultramarinas -la primera no.vela de Lowry- y otros cuatro relatos de juventud, entre los que se destaca el poder de sugesti¨®n de En el Havre, Ghostkeeper es de lejos el texto m¨¢s importante. M¨¢s all¨¢ de que el hecho mismo de ser una primera aproximaci¨®n sirva para informar sobre sus m¨¦todos de trabajo, el relato es en ¨²ltima instancia una f¨¢bula don de Lowry intenta responder a una pregunta que seguramente lo acuciaba: a saber, si quedaba otro camino que el emprendido por ¨¦l mismo para quien hab¨ªa recibido el llamado de lo in aprensible.
Por supuesto que s¨ª. Pero el precio ser¨ªa una eterna sensaci¨®n de traici¨®n: la misma que experimenta Mister Goodheart al final de la historia, aunque el amor de su mujer y la naturaleza sirvan para paliarla. Para Goodheart, pulcro columnista de un peri¨®di co de Vancouver y reticente es critor, el nombre de Ghostkeeper escrito en un bote abandonado entre la resaca, y m¨¢s tarde en un reloj hallado en el parque, es el s¨ªntoma m¨¢s intenso de algo que apenas logra comprender: la in tromisi¨®n de lo fantasmal y tr¨¢gi co en una vida que hasta entonces se pensaba ordenada. A partir del primer encuentro, las se?as se multiplican hasta darle la pauta de que un complejo juego de su cesos que no est¨¢n fuera de la realidad, sino en su zona m¨¢s profunda, ha acabado por hacer se con ¨¦l. El reloj es una burla que el huidizo Ghostkeeper (Cuida fantasmas) lanza sobre Good heart (Coraz¨®nbueno): si ¨¦ste decide tomarse en serio la tarea de dar forma a lo indeterminado -escribir un cuento sobre lo que est¨¢ pasando-, tendr¨¢ que desprenderse de su idea del tiempo. Pero al ahondar en los sucesos que se multiplican a su alrededor sin sentido aparente., como dicta dos por los duendes de la confusi¨®n, Goodheart prefiere sucumbir ante sus h¨¢bitos mentales. Reduce ese extra?o d¨ªa de su vida a algo que no es esencia sino an¨¦cdota nimia y, por comodi dad, pierde la batalla. Si bien el regreso a su vida simple lo llena de ternura, ya nunca podr¨¢ sentirse seguro.
Lo que Lowry intentaba con este relato era ajustar nuevamente una idea que recorre toda su obra: la del hombre concebido como novelista de s¨ª mismo, autor de su propia vida. En Contrapunto, Huxley hace decir a uno de sus personajes que escribir una novela excelente es mucho menos admirable que forjarse una vida. Para Lowry, por el contrario, lo realmente admirable era el logro de una obra ajustada con honestidad al universo de la vida que, como a otras cosas, la determinaba.
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