Los tres grandes designios de Huari Bumedian
Ex senador del PSOE por Asturias y ex director general de Africa del Ministerio de Asuntos ExterioresNo creo que corresponda el tono eleg¨ªaco para hablar de Huari Bumedian, nacido y criado Mohammed Bou Kharrouba, en el interior seco y duro de Argelia. La memoria nos lleva al militante, todo huesos y p¨®mulos, con su mech¨®n rebelde, del grupo radical de Uxda, enfundado en una trinchera a lo Bogart, en el campamento de Ghardimaou, en la frontera tunecina, al frente del Estado Mayor del ANL durante la guerra contra el colono. O al silencioso oficial cerca de Ben Bella viendo pudrirse la situaci¨®n por exceso de optimismo revolucionario y sobra de ineficacia de 1962 a 1965. Al gobernante lejano y omnipresente rumiando una de las evoluciones m¨¢s arquet¨ªpicas de un dirigente tercermundista. Este hombre poco elocuente -que va dominando un franc¨¦s reaprendido desde el poder- es mucho m¨¢s que sus proyectos, que sus designios. Cualquier biograf¨ªa se adapta mal a un esquema. Pero la vocaci¨®n de Bumedian es la de un hombre de poder que lo utiliza -dr¨¢sticamente muchas veces- para conformar la realidad en virtud de proyectos. A la ret¨®rica de la palabra -de la que carec¨ªa- sustituy¨® la ret¨®rica de los hechos, de los planes.
Su primer gran designio se vincula a un hecho hist¨®rico: Bumedian ha sido el primer gobernante que comprendi¨®, con la claridad y la obcecaci¨®n que eran rasgos de su car¨¢cter, que en el ¨²ltimo tercio del siglo XX la relaci¨®n y la oposici¨®n esenciales no eran las que enfrentaban al Este con el Oeste, sino las que ligaban en relaci¨®n pol¨¦mica, pero inseparable, al Norte industrializado con un Sur productor de materias primas y fuente de mano de obra emigrante que constituir¨ªa, en su situaci¨®n concreta, el proletariado externo de Europa. Esta racionalizaci¨®n de Bumedian explica la transformaci¨®n del radical militante ideologizado, lector de Fanon, admira¨¢or de Che Guevara, de Jeanson, que respetaba al Sartre iconoclasta de lo occidental de Situations, en el propulsor de una nueva generaci¨®n de tecn¨®cratas y de administradores de Estado.
Hay una conversi¨®n del universalismo fanoniano -el de Los condenados de la tierra- en un nacionalismo universalista y moralista a trav¨¦s de la persecuci¨®n de un orden econ¨®mico internacional concreto. La aculturaci¨®n -gran acusaci¨®n en los Cesaire, Senghor, Fanon- encuentra en Bumedian su raz¨®n en cosas tan concretas como la desigual e injusta relaci¨®n real de intercambio entre productos manufacturados y materias primas o un sistema mon¨¦tario que permite exportar al resto del mundo la inflaci¨®n propia del pa¨ªs cuya moneda es el patr¨®n monetario. El emir Abdelkader se a¨²na con el obrero mal pagado y con el comprador de tractores cada vez m¨¢s caros por la devaluaci¨®n de la moneda de pago en las exportaciones de materias primas.
Que esta conversi¨®n la haya realizado un hombre con escasa cultura occidental y cuya formaci¨®n esencial fue cor¨¢nica hace reflexionar sobre el peso del proceso hist¨®rico sobre la formaci¨®n y expresi¨®n individuales.
El nacionalismo argelino encuentra su verdadero sentido en una lectura de la situaci¨®n mundial en t¨¦rminos de la confrontaci¨®n e indisoluble vinculaci¨®n de pa¨ªses industriales y pa¨ªses en desarrollo. Esta visi¨®n se plasma en un gran designio y en un despliegue de acci¨®n internacional: crear, frente a los bloques ideol¨®gicos, un frente para la instauraci¨®n de un nuevo orden econ¨®mico mundial. El instrumento elegido es la creaci¨®n de una posici¨®n com¨²n negociadora y reivindicativa de los que se encuentran en situaci¨®n de dependencia; no ya por estar sometidos a un estatuto de dominaci¨®n pol¨ªtica (colonizaci¨®n), sino por las leyes de un mercado desigual. En 1974, Bumedian impulsa la convocatoria de la sesi¨®n extraordinaria de las Naciones Unidas sobre las materias primas, y en febrero del a?o siguiente, re¨²ne en Argel a los no alineados para tratar de la industrializaci¨®n del Tercer Mundo.
La crisis occidental, y, parad¨®jicamente, el boicot del petr¨®leo y la subida de su precio, van a romper las dos formaciones opuestas y hacer inv¨¢lido el m¨¦todo multilateral. La crisis permite a ciertos pa¨ªses en desarrollo obtener ciertas ventajas concretas en ciertas naciones industriales. En el boom, los ricos discuten por los precios, en la crisis, por los mercados. El petr¨®leo introduce diferencias y oposiciones entre los mismos demandantes. La ¨¦poca que comienza, tal vez, en 1973-74 es la de ?cada uno por s¨ª y la de todos contra todos?. Se parece algo a los a?os treinta. Sobre estos supuestos, el designio multilateralista de Argelia pierde vigencia. En toda gran visi¨®n hay, necesariamente, una dosis de simplificaci¨®n. Pero esta simplificaci¨®n corresponde -y el ¨²ltimo informe de Leontieff sobre el orden mundial as¨ª lo subraya- a una situaci¨®n general de base que permanece. Sin una estructura m¨¢s justa, el empobrecimiento global y la tensi¨®n subsistir¨¢n.
Europa necesaria
Este militante radical, en la lucha anticolonial, part¨ªa de una convicci¨®n que, por razones t¨¢cticas, pocas veces expresaba: la necesidad de una Europa pr¨®spera y en expansi¨®n.
Confieso que la lectura, ya hace bastan tes a?os, de una conversaci¨®n de Bumedian .con Sulzberger, publicada en el New York Times -?1969? ?1970?- me abri¨® los ojos, no ya sobre la verdadera estrategia argelina, sino, tambi¨¦n, respecto a la de todos los pa¨ªses del norte de Africa. Part¨ªa Bumedian, seg¨²n Sulzberger, de que la relaci¨®n natural del norte de Africa era con la Europa desarrollada, con la que se gestaba en torno a la CEE. El desarrollo acelerado -en terrible carrera contra la explosi¨®n demogr¨¢fica y ante el efecto de las expectativas crecientes de bienestar- exig¨ªa inversi¨®n y tecnolog¨ªa que solamente pod¨ªan provenir de Europa, que invertir¨ªa, as¨ª, sin riesgo -o con menor peligro- de inflaci¨®n. Era una especie de destino manifiesto de europeos y norteafricanos. Pero, para que esta relaci¨®n natural no se convirtiese en una dependencia pol¨ªtica y militar, era preciso que el ¨¢mbito de contacto, el Mediterr¨¢neo, no se ?calentase? como consecuencia del enfrentamiento de las superpotencias en la zona. Si no neutralizar, al menos reducir la presencia militar de las potencias hegem¨®nicas era imprescindible. O compensarla con un papel m¨¢s activo de los pa¨ªses europeos mediterr¨¢neos. La resistencia argelina, denodada, al negociar un acuergo de navegaci¨®n con la URSS -negando el uso fijo de Merzelquivir- y la pol¨ªtica de equilibrio de Buteflika se entienden desde esta perspectiva. Lo mismo que el acercamiento a Francia en 1975, movimiento necesario que se dificulta grandemente -tras la apertura de la visita del presidente Giscard a Argel- por la crisis del Sahara.
Es claro que al evitar la alineaci¨®n, de los norteafricanos en un bando, esta directriz favorec¨ªa en realidad a Occidente, que era quien controlaba geopol¨ªtica y econ¨®micamente la regi¨®n. As¨ª debi¨® entenderlo siempre Washington, que nunca enterr¨® sus relaciones con Argelia, a pesar de las rupturas diplom¨¢ticas, y que se iba convirtiendo en su principal suministrador y gran comprador del gas natural. Esta realidad hubiese podido ser, tambi¨¦n, la base de una gran pol¨ªtica espa?ola, no ya con Argelia, sino con todo el Magreb. Viendo las cosas con esta escala, el mismo tema del Sahara hubiese podido convertirse, de una carga amenazadora, en un activo en base al cual encontrar un factor de ajuste con los dos pa¨ªses norteafricanos que nos interesaban, Argelia y Marruecos.
Esta conciencia del destino solidario con Europa explica la irritaci¨®n monocorde y la obsesi¨®n, el mal de soledad, de la diplomacia argelina cuando se siente traicionada por Occidente despu¨¦s de los Acuerdos de Madrid sobre el Sahara occidental.
Entre el Magreb de los Estados y de los pueblos
El tercer gran designio -estrechamente vinculado a los otros dos- fue la construcci¨®n del flanco occidental del norte de Africa: el Magreb tantas veces cantado como unidad de coexistencia -?desde Ibn Khaldum?- y siempre fragmentado, cuando no llamado a fricciones fraticidas. No puedo extenderme; pero las mismas vacilaciones y crasos errores argelinos en la crisis del Sahara, (?por qu¨¦ no apoy¨® en Naciones Unidas una resoluci¨®n, en 1974, que pusiese plazo al refer¨¦ndum prometido por Espa?a?, ?por qu¨¦ no se opuso a la petici¨®n de una opini¨®n consultiva al Tribunal de Justicia Internacional?, su falta de presi¨®n sobre Waldheim para un plan de envio de cascos azules, etc¨¦tera) no se explican bien sin tener en cuenta que Bumedian no estaba decidido al cien por cien a plantear sus relaciones con Marruecos en el exclusivo plano de la hostilidad. Hab¨ªa hostilidad latente y conflicto de fronteras desde siempre (desde antes de la independencia de 1962), pero, tambi¨¦n un proyecto m¨¢s o menos realizable de construcci¨®n en com¨²n. Tras los acuerdos de fronteras de Tremecen e Ifran, tras Nouadibou, Argelia y Marruecos, cada uno por su lado, vacilan. Argelia, a pesar del juego con Espa?a, nunca nos apoya clara y decididamente en Naciones Unidas. Ni durante el per¨ªodo que va de la reivindicaci¨®n de Hassan, en junio de 1974, al fin del proceso. Un poco m¨¢s de claridad por parte de Argelia se manifiesta en la fase oral de los alegatos ante el Tribunal de La Haya. Pero hasta muy tarde subsiste la expectativa de un acuerdo entre magreb¨ªes y con Mauritania. En el per¨ªodo de la m¨¢xima debilidad de la monarqu¨ªa alauita (desde el atentado de Skirat, en julio de 1971, al de Tetu¨¢n, en 1972), Bumedian no intenta desestabilizar a Hassan II. ?Por qu¨¦ una crisis de la mojiarqu¨ªa alauita ser¨ªa la de Marruecos y la de un Magreb que a¨²n no se vislumbraba como hogar occidental de los pueblos?
Los que nos ocupamos, en una u otra capacidad, de avizorar el porvenir internacional de Espa?a har¨ªamos bien de no olvidar que junto a las oposiciones entre Marruecos y Argelia hay un factor que opera en el sentido del entendimiento, o al menos de la comprensi¨®n ante una causa de un pa¨ªs norteafricano frente a uno europeo.
?El fracaso de Bumedian?
La lectura de lo anterior parece apuntar a un triple designio abortado, un m¨²ltiple fracaso. Pero en la Historia, pocas veces cae el tel¨®n. Los temas que responden a realidades profundas reaparecen. Unos pueblos tan j¨®venes como los del Magreb, tan vinculados a Europa occidental, en sumo grado necesitados de la distensi¨®n en la zona, alineados necesariamente en el frente del desarrollo en busca de un nuevo orden econ¨®mico, reavivar¨¢n, m¨¢s pronto o un poco m¨¢s tarde, unos esquemas de relaciones internacionales inspirados en estos principios. De la comprensi¨®n de dichas realidades depender¨¢ que la funci¨®n, tantas veces proclamada, de puente y contacto de pa¨ªses como Francia y Espa?a corresponda a una realidad o siga siendo ret¨®rica de brindis a los postres de banquetes de Estado.
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