Pol¨ªtica y Administraci¨®n
LA PARALIZACION evidente que la Administraci¨®n espa?ola, ya de por s¨ª bastante escler¨®tica, acusa estos d¨ªas con motivo de la convocatoria de elecciones generales pone de relieve la necesidad de acometer cuanto antes una reforma en profundidad. Por un lado, los hechos se?alan una proliferaci¨®n de los cargos pol¨ªticos o de confianza. Por otro, la excesiva acumulaci¨®n de poderes y decisiones en manos de los ministros y directores generales, incluso en cuestiones triviales, y que procede, sin duda, del antiguo virreinato que los ministros de Franco ejerc¨ªan en sus respectivos departamentos, dificulta un trabajo continuado y estable de los diferentes equipos. Por ¨²ltimo, es palpable la creciente falta de profesionafidad de nuestra burocracia, ante la que motivos electoralistas o de esp¨ªritu corporativo el Gobierno ha venido contestando recientemente con una pasividad absoluta.La despolitizaci¨®n de la Administraci¨®n p¨²blica, su modernizaci¨®n bajo criterios de eficacia y servicio al contribuyente, son objetivos b¨¢sicos a conseguir. La dilapidaci¨®n del gasto p¨²blico en cap¨ªtulos de dudosa conveniencia, la permisividad en el absentismo laboral del funcionariado, la baja productividad del mismo, la habitual mala clasificaci¨®n de quienes s¨ª trabajan y las diferencias abismales e incomprensibles entre las remuneraciones de algunos cuerpos del Estado son cosas que saltan a la vista y que hablan de unas estructuras burocr¨¢ticas obsoletas y caciquiles. La reforma de la Administraci¨®n es una tarea urgente, quiz¨¢ no tan brillante como otras, pero mucho m¨¢s necesaria y efectiva. Y la ineficacia del ministro Otero a este respecto, demostrable con el m¨¢s somero de los an¨¢lisis de su gesti¨®n, debe servir de aviso para las ulteriores navegaciones gubernamentales.
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